—Vamos.
Sosteniendo a Xenia por el hombro, Darío la guió hacia los árboles no muy lejos de su sitio.
—¿A dónde vamos? —ella preguntó con curiosidad mientras continuaban caminando más lejos, pero en el camino, se detuvo por un momento, sintiendo su pierna entumecida de alguna manera.
—Esto es un volcán dormido. Solo tenemos que cruzar a la otra mitad donde podrás descansar más adecuadamente —comentó Darío. En el camino, probablemente notó que ella tenía dificultades para caminar, así que se detuvo y se volvió hacia ella.
—¿Qué sucedió? —preguntó él con el ceño fruncido.
—Oh, no es nada. Estaré bien en un minuto —dijo ella con una sonrisa tranquilizadora. Pero en lugar de dejarla sola, ella frunció el ceño cuando él se inclinó frente a ella, de espaldas a ella como si la esperara. —¿Qué estás haciendo?
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