—Morava estaba gritando su nombre mientras se movía entre sus piernas. Inclinó su cabeza en el hueco de su cuello, mordisqueando su piel, rozándola con sus colmillos. Pronto se quedó quieto y luego, con un gruñido brutal contra su piel, terminó dentro de ella. Mizvah se desplomó sobre su cuerpo desnudo y ella enrolló sus brazos alrededor de su torso, habiéndolo extrañado mucho. Lo besó en su hombro mientras pasaba sus manos por su cabello.
—Tengo asuntos abajo en las mazmorras. Quédate en mi habitación —susurró ella—. Su ánimo había mejorado considerablemente. Iba a disfrutar torturando a esa esclava —Volveré pronto y entonces quiero que estés conmigo todo el día y la noche.
—¿Tan codiciosa, eh? —rió él—. Se levantó apoyándose en sus codos y colocó un beso en sus labios —No iré a ningún sitio princesa. Te deseo. Has estado ausente muchos días.
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