El estoico y pervertido emperador llama a la puerta. Una vez dentro, la joven de ojos redondos lo observa con intensidad.
El hombre encuentra esta situación injusta. Lleva más de una década combatiendo a las personas "pervertidas". Un pequeño malentendido ha destrozado su imagen correcta.
La mujer se ve obligada a recostarse a pesar de haberse puesto una bata, Pierina la envuelve con firmeza usando un par de colchas.
No queda ni un centímetro de piel expuesto.
La adolescente permanece consternada. Si no se hubiera quedado, ¿qué le habría hecho a su señora?
Examinando al emperador de arriba a abajo, su rostro delata su enojo. «¡Ese hombre siempre tuvo intenciones retorcidas!», piensa para sí misma. Gracias al Dios Elysiam, la joven reúne coraje y se aferra a la cama de la santa. «¡Pobre de mi señora!, ¡hubiera sufrido a manos de ese hombre lujurioso!»
A pesar de que el hombre es acribillado con ojos furiosos, su tono de voz es tranquilo y sereno al decir:
—Necesito hablar en privado con usted.
La joven extiende los brazos como un escudo humano.
—Disculpe, pero es imprudente. Mi señora siempre debe estar acompañada.
En realidad, no es necesario. Pero, ¿quién se atrevería a cuestionar a la pequeña mujer?
Milennia, cuyo movimiento se asemeja a una lombriz intentando salir de las mantas, logra extender un brazo.
—No te preocupes, Pierina —dice con la voz agitada.
La adolescente se voltea para argumentar, intentando persuadirla de que es peligroso. Sin embargo, la santa ya ha extendido sus cinco dedos.
Utilizando algo de maná, concentra una esfera, que luego se transforma en un objeto largo de veinte centímetros. La pieza es de color violáceo y de cada medio dedo surge una bolilla a lo largo del tallo de la herramienta.
Ella comprende que, en realidad, este artefacto es desconocido en este mundo. Por lo tanto, solo deja que su imaginación vuele, lo que hace que su amenaza sea un poco más morbosa. Su rostro destila picardía.
—Tranquila, si el emperador comete una falta, será cruelmente castigado.
Darius siente un calambre en alguna parte oculta de su cuerpo, y un nudo se forma en su garganta. Rechina los dientes, «¡esta mujer está loca!», quiere gritarlo, pero no puede.
La doncella se retira tranquila, al ver que su señora ha recuperado la mayoría de su poder. Con ese objeto extraño, ese hombre no se atreverá a hacerle nada.
Milennia juega con el artefacto, deslizando sus finos dedos entre las esferas.
El rostro de Darius se pone verde:
—Por favor, ¿podría guardar eso?
—¿Por qué?, ¿sabe lo que es?
«¡Obvio que no lo sabe!», piensa ella, mientras esboza una risa burlona.
—Créame, esto es sumamente peligroso; la mayoría de las personas nunca vuelven a ser las mismas después de conocerlo.
El hombre se muerde el labio inferior y contiene su ira. Trata de mantener la entereza.
—Si quiere jugar con eso, juegue. Pero le advierto que sé lo que es.
La expresión burlesca se desmorona. La piel del rostro de la mujer muestra pequeñas arrugas de asombro alrededor de los ojos y la frente.
Ante el silencio de la santa, las cejas del emperador se juntan formando una línea horizontal de disgusto.
—Así que, por favor, podría comportarse como un adulto por un momento —solicita molesto.
¿Cómo es posible que este personaje de la novela tenga conocimiento de un objeto inexistente en este mundo?
La mirada de ella se clava en el hombre que la reprende. La diversión ha desaparecido por completo. Con un simple chasquido de los dedos, hizo desaparecer el artefacto.
—De acuerdo, ¿qué es lo que tiene que decir?
Darius mantiene una distancia prudencial, no quiere correr más riesgos por el momento.
—¿Quién eres?
—¿Disculpe?
—Ya me escuchó. Le pregunté quién es usted.
La falsa Milennia siente el terror atravesar su médula ósea. Su mente entra en pánico, «¡COMO QUE QUIEN SOY!».
Él alza una ceja al observar a la mujer que se desmorona.
—La santa del Templo del Norte, la mujer...
—¡Detente!
No quiere volver a escuchar esas palabras, nunca más. Odiaba esas líneas, lo que al principio era algo entretenido y una bendición para llenar caracteres, se convirtió en una tarea tediosa.
Un párrafo repetido una y otra vez cada dos o tres capítulos. En su defecto, en cada encuentro de un nuevo personaje con la protagonista.
«La santa del Templo del Norte, la mujer bendecida por Elysiam, personifica la pureza. Su cabellera, larga y etérea, un espejo de su esencia, tan pura como la nieve. Sus ojos, claros como cristales, reflejan auroras boreales. Es magnífica en su singularidad, una deidad encarnada, un instrumento divino para vencer la oscuridad... bla, bla, bla...»
En realidad, ella creía que el halo de los transmigrados la protegía, ¿no deberían todos dar por sentado quién es?
Son personajes de fantasía, ¿acaso no atraviesan por un rayo amnésico? Si Pierina, que lleva años a su lado, no duda, ¿cómo se atreve el protagonista masculino a poner en duda su rol?
Es cierto que no es blanca como la nieve y su maná por algún motivo es púrpura. También, no hay que descartar que su cabello es castaño y sus ojos son marrón claro. Pero aun así, esto no debería suceder.
El emperador aguarda la respuesta, sin intención alguna de retirarse. Ella se esfuerza por recomponerse lo más rápido posible; cambia de actitud y simula estar ofendida. Lo bueno de las mentes creativas es su capacidad para concebir realidades.
—Considero que esto es una falta de respeto. Como bien sabe, nuestro rol es fundamental. Usted puede ser el emperador, pero eso no implica que nuestro templo deba revelar el secreto detrás de cada santa.
Incrédulo, Darius le sigue la corriente:
—Especifique.
Milennia aprieta los dientes; sabe que este hombre no se conformará con vaguedades:
—Si tiene alguna duda, con gusto me retiro. ¿Cree que puede enfrentar el caos por sí solo? ¿Piensa que los oráculos se comunicarán si regreso? No debe subestimarme; ¡soy la santa, y punto!
Esto es cierto. Si Milennia regresa, el sumo sacerdote cortará la relación y todo su Imperio se arruinará. La información de los oráculos es necesaria, y la santa es la herramienta para superar las batallas.
Al final, esas mujeres que aparecen cada cierto tiempo son solo recipientes.
La necesita.
—¡Bien!, entonces ¿por qué intentó matarse hace unos días?
—Oh, es que sentí el llamado a la ascensión.
Esta mujer le resulta exasperante; Darius está completamente hastiado. ¡Ella solo se ha estado burlando de él todo este tiempo! Antes de perder la cabeza y cometer un error, prefiere darle la razón.
—Comprendo.
Está a punto de retirarse cuando recuerda que tiene que notificar algo. Al llegar a la puerta, se gira con una sonrisa maliciosa.
—Antes de que se me olvide, la señorita que la acompaña debe regresar.
—¡Esto es inaceptable!
—Usted decide, es eso o el encarcelamiento. Personalmente, considero que sería una lástima, pero la elección está en sus manos. —Toma la perilla de la puerta—. Por cierto, a partir de ahora será escoltado por uno de mis hombres de confianza.
«Este hijo de...»
Antes de que Milennia tuviera la oportunidad de saltar a clavarle las uñas, Darius se retira triunfante.
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