—Mauve —Jael llamó suavemente y ella abrió los ojos para mirarlo.
Él parecía un poco aturdido y sus ojos estaban medio cerrados mientras la miraba fijamente. Ella pensó que él se veía menos pálido. ¿Sería porque había bebido algo de su sangre?
Aunque ella no se sentía diferente y podía decir que él no había bebido lo suficiente. Quizás estaba pensando demasiado en ello.
—Sí —respondió ella con voz pastosa, su lengua se sentía pesada.
—¿Estás bien? —él preguntó.
Él estaba acostado de lado con su codo en la cama. Su cabeza descansaba en la palma de su mano mientras la miraba fijamente.
—Sabes exactamente cómo me siento —respondió ella y giró su cabeza hacia el otro lado.
Él apartó mechas de cabello de su rostro y dijo:
—No diría que sé exactamente cómo te sientes pero estoy seguro de que puedo adivinarlo —él le sonrió con picardía.
—Por favor no lo hagas —ella cerró los ojos. Su cuerpo aún se sentía pesado y solo quería dormirse.
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