Anne parpadeó, sorprendida. —¿Naciste en Alaska? —repitió la pregunta, casi con incredulidad—. Pero pensé que te habías criado con la manada aquí.
Damien rió suavemente ante su sorpresa, sus ojos ámbar brillando con diversión. —Técnicamente, me crié en la manada, pero nací en la naturaleza. Mis padres se quedaron en Alaska hasta después de que nací. Pensaron que la soledad les ayudaría, les daría un nuevo comienzo, lejos de la política y las expectativas del nombre Montefort. Allí encontraron paz, al menos por un tiempo.
Anne lo miró fijamente, tratando de imaginarse a los padres de Damien, el Rey Alfa y la Reina, en la agreste naturaleza de Alaska. Era una imagen extraña: una familia real viviendo lejos de los lujos y el poder que comandaban. —Así que... naciste lejos de la manada, ¿en algún lugar remoto?
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