—Creo que he ganado mucho peso —murmuré, mientras me miraba en el espejo de cuerpo entero en el baño.
—Su Alteza ha entrado en la vigésima segunda semana ahora. Así que, es muy natural —dijo María, una de las criadas.
—No, quiero decir, mi cara también... Ya no parece un esqueleto —dije, todavía observándome en el espejo—. Parezco bastante saludable.
—¿No es eso algo maravilloso, Su Alteza? —dijo María—. Solo significa que el bebé está creciendo perfectamente y que Su Alteza también está en la mejor condición.
—Es verdad... —murmuré.
Aunque mi vida era como siempre y nada me afectaba, la guerra ya había comenzado. Empezó hace trece días. Dem no tuvo que ir, al menos, no todavía. Pero comenzó a pasar más y más tiempo en el palacio, aunque volvía cada noche sin falta.
Me sentía un poco inútil ya que tenía el poder, pero no podía usarlo.
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