Elisa tropezó al salir de la visión. Sus ojos estaban abiertos de par en par y una sensación de náuseas revolvía su estómago. No solo estaban aquí los hechiceros oscuros, ¡sino también las Reliquias!
Más que lo que dijo Warren, no eran gatos los que los rodeaban sino leones hambrientos. Sus manos se cerraron en puño, haciendo que el pañuelo que sostenía se convirtiera en cenizas sin que nadie lo notara.
Cuatro horas pasaron como el viento, se encontraron más cuerpos y, según lo que había avistado el grupo, alrededor de treinta y seis cuerpos habían sido hallados. Elisa no sabía cómo los hechiceros oscuros habían matado a estas personas sin hacer ruido y trató de encontrar la brecha excepto que las personas eran muy limpias en lo que hacían.
—Están jugando con nosotros. Podrían habernos matado ya y sin embargo no lo hicieron —dijo Ernesto cuya mandíbula se tensó de ira—. ¿A dónde irás, Lady Elise?
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