Talia abrió sus ojos y miró alrededor de la habitación desconocida que tenía paredes de un verde pastel y la ventana permitía que la luz del exterior se filtrara, pero estaba algo atenuada, y Talia supuso que o estaba nublado o quizás estaba oscureciendo.
Sus movimientos eran algo lentos pero aparte de eso se sentía bien.
¿Cómo se encontró aquí?
—¿Talia? —una voz femenina vino del costado y Talia parpadeó para enfocar la expresión acogedora de Meg.
La presencia de Meg confirmaba que Talia había llegado a su destino, la manada de Guardianes de la Medianoche. Bueno, al menos fue recibida por un rostro familiar.
—¿Meg? ¿Dónde estoy? —articuló Talia mientras se empujaba hacia arriba con los codos. Estaba tumbada en la cama.
—Tranquila... —dijo Meg mientras ayudaba a Talia a sentarse—. Toma esto. —Le pasó un vaso con líquido transparente y Talia le dio un olfato.
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