Talia tomó una profunda respiración que llenó su sistema con el adictivo olor del bosque y chocolate oscuro. Damon. Estaba a su lado, sus sólidos brazos estaban alrededor de ella y deseaba que los últimos días hubieran sido solo una mala pesadilla, pero el arrepentimiento y el dolor que le llegaban a través del vínculo de pareja le decían que no era su imaginación, y sabía que él estaba despierto y ahogándose en la tristeza de lo que había ocurrido en los últimos días.
Talia levantó la vista para encontrarse con los ojos azul hielo de Damon llenos de emociones dirigidas hacia ella.
—¿Cómo te sientes? —preguntó ella.
—Lo siento mucho, gatita —dijo él con un nudo en la garganta, su voz quebrándose.
Ella se entristeció al verlo así, pero también se sintió aliviada porque sabía que había vuelto. Su Damon había vuelto.
—No es tu culpa.
Él negó con la cabeza. —¿Y de quién fue la culpa?
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