—¡Felissa! —Rosina saludó cuando se acercó a Felissa dentro de su habitación con sus sirvientas ordenando sus pertenencias.
—Ay Dios, Rosina. ¿Cómo fue la reunión? —Felissa susurró mientras se abrazaban. Ella se rió mientras disfrutaba de las pequeñas burlas hacia Rosina.
—Bueno, creo que bien —Rosina respondió y soltó una carcajada al ver la enorme sonrisa en el rostro de Felissa.
—Bueno, tú sabes a qué manada pertenecía. Puedes enviarme una carta en cualquier momento, y me aseguraré de responder a tiempo —Felissa afirmó alegremente mientras hacía un puchero—. Todavía quiero pasar tiempo contigo.
—Podemos. Todavía tenemos mucho tiempo —Rosina afirmó y miró el sol brillante afuera de la ventana.
—Ojalá, pero mis padres llegarán de un momento a otro —Felissa suspiró profundamente. Se sentía triste de tener que volver a casa antes de lo esperado.
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