Gastone se fue a su habitación y podía escuchar los gemidos de dolor de Lucía, pero no quería interferir con sus necesidades. Le disgustaba un poco que Lucía lo dijera en voz alta.
Pero por alguna razón, los gemidos de Lucía le parecían una canción de cuna que lo hacían dormirse.
Por otro lado, Lucía sufrió durante horas sin ayuda.
El día se volvió noche, y Gastone estaba actualmente en la cocina buscando algo para comer. Frunció el ceño al ver la mesa vacía y sin Lucía a la vista para cocinarle.
—¿Todavía está en el baño a esta hora? —murmuró Gastone y miró hacia arriba. Quería hablar con ella, pero tenía miedo de poder oler su popó. Su nariz captó un olor fantástico del exterior, y cuando miró por la ventana, vio a Navin y Jorge cocinando su propia comida más allá de su casa.
Su cabaña estaba construida a unos metros de la de Gastone para tener una manera cómoda de vivir mientras cumplían con sus propios deberes.
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