Lucía se estremeció por lo profundo y áspero que era la voz de Gastone cuando la advirtió. Le gustaba cómo la amenazaba, aunque no hubiera amenaza.
—Debería seguir lavándote ahora —declaró Lucía, ignorando las palabras de Gastone—. Pero este trapo parece ineficaz —agregó antes de dejar caer el trapo al suelo.
—¿¡Qué estás haciendo!? —exclamó Gastone sorprendido cuando Lucía se paró frente a él. Cerró los ojos al ver sus piernas.
—Te estoy lavando —respondió Lucía, sentándose en el otro taburete. Le resultó gracioso cómo Gastone evitaba mirarla a toda costa. Aunque eso le afectaba un poco su autoestima.
—¡Lucía... basta de esto! —gritó Gastone y se levantó, manteniendo los ojos cerrados. Se dio la vuelta, pero Lucía lo detuvo tirando de él.
—Gastone... por favor... quédate —murmuró Lucía, agarrando su brazo fuertemente. No quería desperdiciar la oportunidad siendo emocionalmente débil en comparación con él.
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