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Durante los siguientes días, Rosina notó que la 13.ª manada estaba más ocupada de lo habitual. No sabía si había alguna ocasión que estuvieran preparando, pero no tenía interés en saberlo.
—¡Necesito una p0lla! —susurró Rosina mientras sostenía su c0ñ0 antes de desplomarse en el suelo de su oficina. No había liberado su lujuria, y eso la estaba volviendo loca.
—Estoy en mi límite —murmuró mientras sus ojos pasaban de verde brillante a negro. Su poder quería adueñarse de su cuerpo, pero ella estaba haciendo todo lo posible para someterlo.
Pepe no la había visitado y la última vez que se vieron fue después de aquel beso. Él trató de ignorar la presencia de Rosina y se concentró en su objetivo mientras la mantenía dentro del castillo.
A Rosina le gustaba que Pepe la dejara hacer lo que quisiera sin forzarla a ser su pareja. Eso la llevó a concluir que Pepe finalmente aceptó el hecho de que ella pertenecía a alguien más.
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