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24. Preparándonos

—¿Ya casi sales de allí, Max? —. Sentado en el borde de una de las dos camas de la habitación, Steve esperaba a que Max saliera del baño para así tomar una ducha. —¡Tardas mucho! —exclamó. Mientras esperaba, quitaba sus zapatos cuidadosamente.

Después de un minuto, Max se preparó para salir. Se había secado y ya traía puesta su ropa, aunque esta vez prefirió ocupar su saco como una capa, amarrándolo a su cuello. 

Pero, antes de que Max saliera, cuanto aún se bañaba, Steve decidió salir por unos breves momento. —¿Tú también te vas a bañar? —le preguntó al alegre William. Fue el primero que se encontró al salir.

—¡Claro que sííí! Ya traía mi toallita, las encontramos en la recepción, ¡toma una! —se la lanzó y Steve la cachó.

—¡Gracias! ¿Y la recepcionista no les dijo nada sobre agarrar las toallas? —realizó Steve la pregunta.

—Ño, no está allí, ji, ji. Houston dijo que quizás se fue porque terminó su turno—respondió William.

—Es verdad, aunque sigue siento extraño que no haya nadie—comentó Steve extrañado.

Ambos, por unos treinta segundos, se quedaron viendo, esperando que uno de los dos dijese algo. No pasó nada. Sin embargo, dos voces reconocidas se escucharon detrás del amigable William. 

—¡Me toca bañarme luego de William! —gritó Juxs a lo lejos.

—Y luego a mí—dijo Casey a un lado de Juxs. Ambos traían sus toallas en sus hombros.

Entonces, sin previo aviso, Max abrió la habitación abruptamente. Anunció a todos que acababa de terminar de bañarse. —¡Listo! —dijo. 

Steve se adentró al cuarto para bañarse, sabiendo que era su turno. —Iré a bañarme—cerró la puerta. 

Ahora las cabezas que quedaban solo eran cuatro: William, Max, Juxs y Casey.

—Sigo sin creer que en todas las habitaciones que compramos no haya ningún baño, ¡que loco! Bueno, a excepción de la de Max y Steve, ji—comentó William haciendo poses raras y chistosas.

—Oye, ¿y John no se ha despertado? —preguntó Casey con preocupación.

—¡Sipi! Ya anda despierto—respondió.

—¿Y por qué no sale? —preguntó Juxs.

—No tiene mucho que despertó, ¡seguro se anda estirando un poco! —respondió—Debería ir a verlo. Y eso haré—anunció. Con alegría se despidió de sus amigos, yendo a la habitación—Chau, amiguis. ¡Recuerden que soy el siguiente en bañarme! —gritó a pesar de que estuvieran a un metro.

Los sobrantes eran Juxs, Max y Casey. Pero no tardaría en irse uno más.

—¿Han visto a mi hombre lobo alfa fuertotototote? —preguntó Max. Su mirada se veía tranquila.

—Anda allá afuera, le preguntamos que si se bañaría; nos dijo que no—dijo Juxs señalando la salida.

—Ha estado raro—añadió Casey.

—Se esperaba. Mi hombre siempre ha sido así—dijo Max. Después se dirigió a la salida del hotel.

Dos nombres, dos personas, lo restantes eran Juxs y Casey.

—¿Quieres que nos bañemos juntos? —insinuó Juxs a Casey, frotando su cuerpo contra el de Casey.

—No lo sé, aparte nadie sabe nada y no quiero que nos miren raro aún—soltó una pequeña risita.

—Es verdad, en otro momento. Mejor hay que regresar a la habitación—dijo Juxs. Tomó de la mano a Casey se lo llevó a su habitación.

Al parecer, la banda se dividió en tres grupos: William y John, Casey y Juxs, Max y Houston. Y pues Steve estaba en el baño.

La mañana esta vez no despertó siendo tan cálida, al contrario, yacía un frío reconfortante. Algo curioso, ya que un día antes había bastante calor; era como si los cielos sufrieran de bipolaridad. Durante la mañana, Houston observaba el cielo nublado con gratitud y tranquilidad, pensando.

Entonces llegó Max.

—¿Qué quieres? No tengo ganar de soportarte hoy—dijo Houston.

—Nada. Quería ver el cielo contigo—respondió Max.

—Bien, mientras no molestes está bien

Aunque pareciera extraño, ambos miraron el delicado cielo. Las nubes comenzaron a llorar sin pasar a lluvia. Un chubasco se ubicó sobre ellos. 

Los ojos de Houston solo se veían agotados. Y sus ojeras se notaban más que ayer.

—¿Dormiste bien? —preguntó Max.

—No mucho, ¿tú?

—Sí, ¡dormí genial!

—Ah, bien por ti.

Hubo otro pequeño silencio. Platicaban sin dejar de ver el grisáceo cielo; casi tan triste como Houston.

—Hoy iremos a ver a los compañeros de Steve a su antigua granja donde solían practicar.

—¡Increíble, muero por ya conocerlos! Espero nos llevemos bien—dijo Max.

Volvieron a quedarse callados, hasta que Houston rompió el silencio.

—Por primera vez eres alguien agradable—comentó Houston.

—Es temprano, así que más tarde te volveré a molestar

—¿Qué hora son?

—Como las ocho

—Bien—miró a Max—cuando nos vayamos iremos a alguna cafetería cercana. Avísale a los demás sobre eso, por favor—pidió Houston.

—Parece ser que hoy alguien amaneció siendo una buena persona—rio Max.

—Sí... buena persona.

—¡Pero no creo, malvado! Ja, ja. Uno no cambia de un día a otro, a menos que suceda algo trágico. Y aún con eso, no se garantiza haber cambiado

—No lo sé, yo no tengo idea sobre eso

—La tendrás en algún punto. La vida es trágica cada día, así que en cualquier momento será tu turno

—O quizás ya lo fue—dijo Houston mientras volvía al hotel, dejando a Max sólo. La conversación murió allí. Por otro lado, Max no le tomó importancia y siguió viendo el cielo con una amplia sonrisa. —La vida siempre ha sido cruel, Houston—dijo Max. Pero Houston ya se había ido.

Para ese entonces, Steve apenas había comenzado a bañarse. 

Mientras tanto, Juxs y Casey tenían un encuentro sentimental. Todo comenzó por un chiste de Juxs sobre Casey, relacionado a su reacción al eyacular, pues lloró.

—Estuvo mal, lo que hicimos estuvo mal—dijo Casey sentado en la cama con Juxs a un lado.

—¿Por qué dices eso? —preguntó Juxs preocupado por su amigo; no pensó en las consecuencias de su chiste.

—Es que yo...

—¿Sí?

—Yo te quiero más allá de lo sexual. No quiero que nuestra relación sea solo eso

—¿Relación? No te estoy entendiendo

—Juxs, yo te quiero muchísisisismo 

—Pero...

—Quiero que me quieras, no que me uses. Ayer solo sentí eso, me sentí sucio y usado

—Oh, yo... lo siento, Cas

—¿Tú me quieres, Juxs?—preguntó Casey con un nudo en la garganta

—Es que...

Casey miró con tristeza a Juxs.

—Es que no lo sé—completo su respuesta.

—¿Qué no sabes? —preguntó Casey casi llorando.

—No lo sé. Estoy confundido

—¿Entonces por qué hicimos todo eso ayer? ¿Acaso no lo ves como algo especial? Pensé que me querías

—Sí, yo sí lo veo como algo especial, pero dejemos que las cosas fluyan, ¿sí? ¿Me esperarías?

—Te esperaré hasta que mis huesos se extingan—dijo Casey

—Aparte... comienzo a sentir algo por ti—comentó Juxs, dándole un fuerte abrazo a Casey, quien lloró en sus brazos. Por otro lado, Juxs se sentía extraño, pero sentía paz.

Mientras eso sucedía, recordemos que William había ido a ver a John.

—¡Achuu!—William imitó el sonido de estornudar.

—Si el que está enfermo soy yo, ¡me dejaste toda la noche con el frío y sin cubrirme con algo! —exclamó John. En sus manos se encontraba el libro que William le había regalado. —Ahora déjame leer mi libro—dijo John.

—Me alegra mucho, muuucho que leas el libro que te regalé—comentó William sonriendo y acercándose a John. —¿Y está interesante? —preguntó.

—Sí, es sobre como dos muchachos se casarán

—¡Qué bueno que te esté gustando! Cuando termine todo lo de Aedus, iremos a comprar libros

—¿De verdad? —los ojos de John le sonrieron a William, pues su cara era la misma de siempre.

—Sipi

Ambos se recostaron para ver el contenido del libro. Pero no tardaron mucho.

—¡Terminé! —ese fue el grito de Steve desde fuera anunciando que salió de bañarse.

—Debo irme, Johnsito, ¡iré a bañarme! 

—Claro

William caminó a la puerta.

—Oye, William—dijo John antes de que saliera.

—¿Sí?

—Gracias— le sonrió.

—Aww, ¡no es nada! —le devolvió la sonrisa. Y salió de la habitación.

John volvió a sentirse extraño, pero feliz. —Muchas gracias, William—volvió a decir, aunque ya se había ido.