Cuando Matías regresó a casa era pasada la medianoche y estaba exausto; pálido y muy deprimido.
Se fue a su cuarto sin decir nada. Sus hermanos estaban con su madre en el comedor pero él no se detuvo ni a saludarlos.
Quería estar solo y perderse en la seguridad de su habitación sin más, no toleraba la cercanía de ninguna persona sin excepción.
Le dolía su cuerpo al completo, estaba destruido tanto en cuerpo como en su misma alma.
Al encerrarse en su habitación quiso gritar de furia y desesperación hasta no tener más voz, pero se mordió los labios. No lo haría ya que no podía hacerlo, no podía contárselo a nadie nunca jamás
¡Jamás! Por dios…tenía que aguantar….debía ser fuerte….por su familia misma…Las lágrimas humedecieron su rostro, se dejó caer en la cama esperando que la oscuridad lo consumiera al completo. Su celular sonó, vio brillar la pantalla.
Eran mensajes de sus amigos empezaban a llover. No tenía energía ni ganas de leerlos mucho menos contestarlos. Agarró el libro y continuo con la lectura desde donde se hubo quedado, al menos eso aún seguía resultándole atractivo.
Carlos estaba tan complacido con Matías que pagaba las deudas de su hermano muerto sin inconveniente alguno.
Su cuñada y demás sobrinos no sabrían jamás el motivo real de su "generosidad" al menos hasta que llegara el momento adecuado. En eso tenía a Matías muy bien entrenado, era de los tres el mejor y el más hermoso físicamente hablando.
Además de ser el más inteligente y aquello jugaba muchísimo a su favor, lo había elegido muy bien.
Sonrió siniestramente.
Esa tarde la pasó fenomenal por lo tanto debía repetirse. Meditaba aquello mientras reposaba en el sillón del living a medio vestir fumando un carísimo cigarrillo.
La camisa desprendida y sus pantalones a medio prender, su respiración era lenta y cansina.
Las imágenes de los sucesos de la tarde junto a su sobrino favorito se agolpaban en su mente.
Otra maliciosa sonrisa se dibujó en su rostro, tenía a Matías justo donde quería y pensaba conservarlo así por una larga temporada. Muy larga por cierto.
Al fin podría vengarse de su hermano muerto como era debido, destrozar a su hijo pequeño mientras sentía infinito placer era todo un deleite para él.
Su hermano siempre fue el preferido de la familia, de hecho era el favorito inclusive en el colegio mientras que él solo era la oveja negra.
Jamás llegaría a ningún lado, todos tenían ese pensamiento sobre su persona. Hasta se hubo casado con la única mujer que él amó, su cuñada prefirió a su hermano y no a él.
Ahora había llegado al fin su oportunidad para vengarse de todos, ella sabría la verdad cuando sea demasiado tarde y optaría saldar su deuda entregándole definitivamente a Matías a él.
Aunque con eso morirá definitivamente como persona, allí se vengaría de ella también, matándole el alma misma.
El control que la corona ejercía sobre su persona empezaba a debilitarse ya que al menos en aquellos momentos podía conservar la conciencia, hecho que hasta hacía poco no hubo ocurrido.
Sin embargo eso solo incrementaba más aún su tortura porque debía contemplar cómo padecían aquellos que él quería sin poder hacer nada al respecto.
Su cuerpo obedeció la orden recibida y tras cerrar la puerta de la habitación se quitó la ropa protocolar para vestirse con las ropas de habitación. Luego se sentó en uno de los sillones que adornaban la habitación y allí permaneció inmóvil. La corona seguía sujeta en su cabeza y brillaba con intensidad.
Escuchaba el ir y venir de los pasos de aquellos que habitaban el Castillo, aquellos que aún poseían libertad de acción.
Cuánto ansiaba recuperarla, anhelaba poder moverse a voluntad, tomar sus decisiones y poder vivir su vida sin presiones ni encierros...
Matías volvió a interrumpir la lectura en este punto, las lágrimas humedecían su rostro ¿cómo lograr recuperar la libertad perdida?
El también deseaba poder moverse a voluntad, anhelaba tomar sus propias decisiones y vivir la vida sin presiones. ¡Vivir! ¡Quería vivir! Porque lo que llevaba no era vida, hacía tiempo que había dejado de serlo.
Dejó el libro sobre la cama y se incorporó para dirigirse a la ventana desde donde respiró el fresco aire de la noche. Golpeó la pared y el marco de la ventana con ambos puños ¿por qué le pasaba eso a él? ¿qué hizo para merecer eso?
Su negra cabellera brillaba con intensidad en contraste con su blanca y lozana piel. Sus celestes ojos se volvieron oscuros y sombríos cuando había logrado reprimir las emociones y contener las lágrimas.
Respiró bocanadas de aire fresco, luego salió de la habitación y se dirigió al baño donde se lavó la cara. Instantes luego su rostro volvía a estar como antes….sin rastros de haber llorado o padecido dolores morales.
Cuando salía del baño su madre lo llamó para cenar; sin responder obedeció y como un autómata se sentó en la mesa familiar.
Nuevamente tuvo que contener la sensación de asco y comerse todo lo que le hubo servido su madre; escuchaba la conversación entre sus hermanos mayores y su madre como si fuera un extraño. Veía la felicidad en ellos sin comprender cómo podían reír y ser felices.
Como de costumbre sus hermanos hicieron comentarios ácidos sobre su persona y una vez más su madre lo censuró por su "hosco comportamiento". Nuevamente él se limitó a ignorar aquellos comentarios sin decir nada.
Pero cuando la conversación se desvió hacia el tío Carlos ya no pudo fingir más, simplemente la garganta se le cerró y tuvo que dejar de comer o empezaría a vomitar. Su madre y hermanos no paraban de alabar a esa basura continuamente, quedaba poco de la deuda por pagar y todo "gracias a la bondad de Carlos"
— No sé cómo podremos pagarle esto — decía su madre —Fue tan bueno con nosotros.
Por dios ¿estaba hablando en serio? Su madre era una ingenua que nada sabía ¿generosidad? ¿bondad? Carlos distaba mucho de tener esas cualidades y él lo sabía mejor que nadie. Había perdido el apetito
— No tengo hambre — dijo Matías
— No puedes retirarte — contestó su madre — Termina de comer, al menos no desperdicies la comida que tan cara es. Haz algo útil — ¿hacer algo útil? Quería reír por ironía del destino.
Respiró hondo intentando calmarse y permaneció allí pero dejó de prestar atención a lo que hablaban en la mesa, solo así pudo continuar comiendo.
Era conciente de las miradas hostiles que su familia le lanzaba pero aquello había dejado de importarle hacia tiempo ya.
Cuando la cena hubo acabado recién pudo levantarse, sin decir nada se fue a su habitación donde, tras cerrar la puerta con llave, retomó la lectura de la novela. Aquella fascinante historia cuyo protagonista se parecía tanto a él.