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Ajuste de Cuentas

Entre las puntas de la estrella, una red intricada de cables relucientes y tubos serpenteantes se entrelazaba en un patrón de conexión que parecía seguir una lógica divina. Estos conductos, alimentados por una fuente desconocida de energía, convergían en el centro de la máquina, donde un núcleo de poder pulsante yacía oculto a los ojos profanos. A su alrededor, las sombras se agitaban inquietas, como si la misma máquina absorbiera la luz que se atrevía a acercarse.A lo largo de las paredes, siete figuras imponentes se alzaban en guardia, cada una cubierta de pies a cabeza por una armadura de aspecto moderno, negra como la noche y adornada con luces azules de neón que destellaban con cada movimiento. Estos soldados, fieles servidores del emperador, permanecían inmóviles como estatuas, vigilando en silencio la majestuosidad de la Nexus Chronotrum.El suelo de la sala estaba pavimentado con losetas de un material oscuro y pulido, que reflejaban débilmente la luz titilante de las consolas y paneles de control dispersos por toda la estancia. A lo largo de las paredes, pantallas holográficas proyectaban datos y diagramas complejos, mientras que cables y tubos serpentean por el suelo y el techo, alimentando la red de energía que sustentaba la máquina.En un rincón sombrío y apenas iluminado por el parpadeo intermitente de una pantalla de visualización de alta tecnología, se encontraba un pedestal de diseño futurista. Fabricado con materiales metálicos y pulidos, el pedestal sostenía artefactos y reliquias enigmáticas, cada uno irradiando un aura de poder y misterio que resonaba con la ambición del emperador.— ¿Quién te crees que eres? ¿Cómo se atreve un simple humano a entrar en la presencia del emperador? Deja esa caja en el suelo y márchate —ordenó una de las figuras, su voz resonando con autoridad y desprecio.De repente, las luces de la sala se encendieron, iluminando el espacio con una intensa luz blanca. Los siete Erradicadores, vestidos con armaduras de última generación que brillaban con destellos azules de neón, rodearon al soldado intruso con una presencia imponente.Con determinación, uno de los Erradicadores tomó la caja, desactivando los escudos de energía con un gesto experto. Con paso seguro, se dirigió hacia la máquina, llevando consigo el cáliz como si fuera un tesoro invaluable.El primer cáliz reposaba en la punta superior de la Nexus Chronotrum, bañado por la luz brillante que emanaba de las consolas y dispositivos a su alrededor. Con precisión milimétrica, el Erradicador desactivó los escudos de energía que protegían el cáliz, extrayéndolo con cuidado antes de colocarlo en el reactor vacío. Un destello deslumbrante llenó la sala, cegando momentáneamente a todos los presentes con su resplandor.Cuando Luca Graziani finalmente abrió los ojos, se encontraba en una habitación desconocida, donde la penumbra reinaba en un silencio inquietante. Tumbado en una camilla, una sensación de vacío lo invadió mientras una neblina etérea parecía oscurecer su mente. Un hombre encapuchado, apenas visible entre las sombras, se acercó a él con paso silencioso, ofreciéndole una mano para ayudarlo a incorporarse.!— ¿Dónde estoy? —preguntó Graziani, confundido, mientras sus ojos buscaban desesperadamente comprender su entorno.— En Gowbell —respondió el erradicador con una voz grave y tenebrosa, que resonaba en la estancia médica, cargada de un aura ominosa. – Yo te traje a esta sala médica. Tus retinas se quemaron, pero ya te han implantado una prótesis.Mientras el hombre hablaba, Luca se sentía nervioso, una incomodidad que se extendía como una sombra en su interior. Algo en la forma en que el erradicador se expresaba... su postura, su tono, lo inquietaba profundamente. Había algo familiar en él, algo perturbador que desafiaba toda lógica.De repente, el hombre se quitó el casco de la armadura, revelando el rostro que yacía oculto tras la oscura protección. Luca se sorprendió al reconocer a su hermano Matteo de pie frente a él. Pero era una versión distorsionada, sus ojos inyectados en sangre y su piel tan pálida como la nieve, lo hacían parecer un espectro de su verdadero ser.— ¡Matteo! ¿Eres tú? ¿Cómo es posible? ¡Estás vivo! —exclamó Luca emocionado, aferrándose a la esperanza de reencontrarse con su hermano perdido.Sin embargo, Matteo no respondió con la alegría esperada. En cambio, su voz resonó con un tono frío y lleno de rencor, envolviendo la habitación en un aura de tensión y conflicto.— No esperaba que reaccionaras así al verme después de tanto tiempo. ¿Acaso has perdido la memoria? —dijo Matteo, su tono cargado de amargura y resentimiento.Un silencio pesado se cernió entre los dos hermanos, mientras Luca luchaba por comprender la transformación que había sufrido Matteo.— Como veo que no lo recuerdas, te lo haré recordar —continuó Matteo, su voz resonando con un eco sombrío que envolvía la sala.Y así, comenzó a narrar una historia que Luca deseaba fervientemente no escuchar jamás.— Aquella noche, en el frente de batalla, hace cinco años. ¿No lo recuerdas?El corazón de Luca dio un vuelco, presagiando la angustia que se avecinaba mientras Matteo continuaba con su relato.— En ese momento no teníamos nada más que dos pistolas y una radio. No había comida ni agua. Después de perder a todo nuestro batallón, estábamos tú y yo, hermanos de sangre.Luca, abrumado por la realidad que se desplegaba frente a él, intentó protestar, intentó detener el flujo de palabras que desgarraban su alma. Pero Matteo persistió, su voz resonando con una intensidad que cortaba como un filo de navaja.— La nieve nos hacía difícil el camino y el frío... Recuerdo cómo mis dedos ardían.En un estallido de ira y dolor, Matteo quebró el brazo de su hermano, mientras Luca gritaba de agonía, su voz resonando en la habitación cargada de tensiones del pasado y el presente entrelazados.— ¿Por qué? ¡¿Por qué te fuiste, dejándome tirado bajo la nieve?! —exclamó Matteo, su voz llena de una rabia que amenazaba con desgarrar la frágil calma que aún quedaba en la sala.Luca sintió cómo el pánico lo invadía, como una sombra implacable que se apoderaba de su ser, mientras Matteo se acercaba lentamente a él con una mirada siniestra en sus ojos.Desesperado, Luca intentó escapar, pero sus piernas estaban atadas a la cama, como cadenas invisibles que lo sujetaban con firmeza. Matteo lo observaba con un rostro endurecido por el odio y la sed de venganza, su presencia llenando la habitación con una oscuridad palpable.

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