—Ara, Ara —Wen Gui se limpió la mano, un brillo oscuro en sus fríos ojos mientras miraba el desorden en el suelo. Con sus largos y delicados dedos, agarró un pañuelo blanco y se limpió las manos, una pequeña sonrisa adornaba sus labios mientras pensaba fríamente—. Pensar que tienen ideas sobre mis hijas, y tan peligrosas además, será muy malo si no juego con ellos.
Con una suave carcajada, Wen Gui chasqueó los dedos e invocó la bola de perturbación de vuelta en su anillo espacial antes de dejar el lugar donde cometió un crimen muy pequeño.
En sus manos tenía un bolso esponjoso dentro del cual estaba sentado un lindo osito. Pero si uno miraba con atención, vería una pequeña boquilla de pistola sobresaliendo de la boca del oso de peluche que brillaba agudamente bajo las luces de la calle.
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