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Genshin Impact (novela web)

Los mellizos Sora y Hotaru viajaban de mundo en mundo hasta que un encuentro repentino acabó separándolos. Tras despertar, uno de ellos se da cuenta de que está en un sitio desconocido, completamente solo... Ilustración: https://www.pixiv.net/en/users/17166596

MarianneBaragasaki · Videospiele
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9 Chs

Prólogo

— Así que… ¿Lo que tratas de decir es que caíste aquí desde otro mundo?

¿Pero cuando trataste de abandonarlo e ir al siguiente mundo, tu camino había sido bloqueado por un dios desconocido?

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Los jóvenes de cabello dorado se hallaban frente a un grupo de pilares, blancos como la nieve, y puros como un templo. Desde la plataforma en el cielo, no se divisaba nada más allá del horizonte. Al mirar por el borde, un abismo infinito se extendía hacia abajo.

No había nada más que ellos mismos, el círculo sagrado en el que se hallaban, y las numerosas nubes que los rodeaban.

Hasta que ella apareció.

Una abertura negra apareció frente a ellos, de la nada. Una oscuridad caótica y abisal era visible en el interior de aquella grieta que rasgaba el espacio y el tiempo conocidos, rompiendo cada regla de la lógica y la razón.

— Forasteros, vuestro viaje finaliza aquí —dijo una voz femenina, grave pero decidida.

Saliendo de aquel negro abismo, una figura alta y esbelta los observaba. Sus vestimentas blancas, decoradas con negro y rojo, le daban un aire de majestuosa belleza. Sus cabellos, tan blancos como la plataforma celestial en que se hallaban los hermanos de cabello dorado, flotaban detrás de ella en una estela brillante y hermosa. Sus ojos anaranjados resaltaban ante el color pálido de su rostro, tensado por una determinación flagrante.

La mujer observó a los mellizos desde lo alto, donde flotaba en el mismo sitio, como un caminante celestial, completamente enajenado del mundo que ellos conocían.

— ¡¿Quién eres?! —exclamó la menor de los hermanos.

— La sustentadora de los principios celestiales —respondió la mujer, observándola fijamente mientras levantaba su mano derecha. Un resplandor dorado y negro se formó en ella—. La arrogancia de la humanidad acabará aquí.

Al finalizar su amenaza, el destello en su mano creció. Pese a su inocente forma cúbica, emitía un aura de mortal peligro.

Súbitamente, una sombra se formó debajo de los hermanos. Con reflejos veloces, casi sobrehumanos, saltaron a ambos lados, esquivando el abrupto levantamiento de la placa de piedra a sus pies.

Extendiendo sus alas, los mellizos se mantuvieron lejos del alcance de la diosa que los atacaba. Espadas relucientes se forjaron desde la nada en sus manos, centelleando como un resplandor dorado, como las seis alas que habían aparecido en sus espaldas. Como serafines guerreros rebelándose ante el Creador, se lanzaron sobre su oponente.

La mujer de cabello blanco extendió su brazo izquierdo hacia adelante, comandando más destellos anaranjados y negros. Deslizándose por el aire como si fuesen extensiones de sus propias extremidades, perseguían a los jóvenes alrededor del Paraíso en ruinas en que se hallaban. Los hermanos, como si compartieran una misma mente, esquivaban cada ataque con una gracia espectacular, como si danzasen en el aire.

Cada vez lograban acercarse más a la diosa. Extendiendo sus espadas, se prepararon para dar el golpe final.

No obstante, los golpes jamás impactaron.

Como si el tiempo se hubiera detenido, las tres figuras se mantuvieron flotando durante unos segundos que parecieron eternos.

Entonces, el mayor de los hermanos sintió un escalofrío. Dirigió su mirada hacia la desconocida atacante, sólo para horrorizarse al ver que los ojos de ésta estaban posados sobre él, amenazantes. Un intenso sentimiento de asesinato se reflejaba en ellos. Una sustancia carente de forma comenzó a extenderse por su espada, hasta rozar sus manos. Instintivamente, el chico se lanzó hacia atrás, alejándose de su agresora.

Empero, aquella sustancia sin forma ya había logrado cubrir a su hermana casi en su totalidad.

— ¡Hotaru! —gritó el joven.

Sin embargo, su hermana menor sólo pudo cruzar una breve mirada con él antes de ser cubierta totalmente por aquel extraño elemento. Para horror de su hermano, la materia desconocida se solidificó y comenzó a reducir su tamaño, hasta no ser más grande que la palma de una mano. Lentamente, la mujer desconocida atrajo el destello, ahora dorado, hacia sí, hasta que lo tuvo levitando suavemente sobre su mano.

Una ira descomunal llenó el corazón el chico, quien se lanzó hacia su oponente, preparado para cortarla en dos. Colocándose detrás de ella, levantó su espada, ahora cargada de energía, y la blandió hacia la diosa.

Nuevamente, su ataque nunca impactó. Una explosión descomunal se produjo, rodeándolo de humo negro y rojizo. Para cuando se hubo disipado, sólo pudo observar cómo su cuerpo ya no le respondía. Su mano libre trataba inútilmente de alcanzar aquel pequeño destello dorado en el cual se había convertido su hermana.

Impasible, la mujer comenzó a cubrirlo con la misma sustancia desconocida, observándolo sin interés ni misericordia.

— ¡Alto! ¡No te vayas! —gritó el chico—. ¡Devuélveme a mi hermana!

Entonces todo se volvió negro.

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— Y así, el dios se llevó a mi hermana. Algún tipo de sello fue lanzado sobre mí, y perdí mi poder.

Así que mientras solíamos viajar a través de varios mundos, ahora estamos atrapados aquí.

El chico, sentado sobre una roca, observaba con nostalgia y preocupación el trazo que había hecho en la playa, ilustrando de forma simple lo ocurrido.

— ¿Hace cuántos años fue ya? No lo sé… Pero tengo la intención de averiguarlo. Cuando desperté, estaba completamente solo—hasta que te conocí hace dos meses…

El chico miró levemente a su interlocutora, quien lo escuchaba con atención.

— Sí, de verdad te debo una. De no ser por ti, me habría ahogado aquella vez… ¡Así que haré lo mejor para ser una buena guía! —respondió la pequeña figura, recordando cómo aquel viajero la había salvado de ahogarse tiempo atrás—aunque de forma poco convencional.

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Lo que había ocurrido en aquella ocasión fue que, hambriento, el viajero se hallaba pescando en un estanque. Cuando sintió algo tirando de la cuerda de la caña de pescar, el chico usó todas sus fuerzas por sacar su almuerzo. Sin embargo, en lugar de algún pez o un pulpo, al final del anzuelo se hallaba una pequeña criatura. De ropajes y cabello blanco, la pequeña chica agradeció profundamente la ayuda.

— ¡Gracias por salvarme! De no ser por tu ayuda, me habría ahogado en ese sitio—había dicho la pequeña criatura, flotando alrededor del viajero mientras dejaba una estela de oro a su paso, la chica parecía ser bastante amable. ¿Era un hada, quizás? ¿O un ángel, debido a que llevaba una especie de aureola dorada flotando sobre su cabeza?

— No ha sido nada —respondió el chico—. Pero, ¿por qué estabas ahí?

— Ah… Estaba muriéndome de hambre, así que quise buscar un cangrejo y tratar de freírlo yo misma. Pero, cuando estuve cerca del agua, un pez intentó comerme. El susto fue tal que acabé cayéndome… —respondió la chica, rascándose la cabeza, avergonzada.

—… Tú vuelas —señaló el joven viajero, riéndose—. ¿Cómo es que no saliste por tu cuenta? No veo que uses alas para volar.

— Mi ropa mojada aumentó mi peso, por lo que no podía volar…

El joven dio una asentida de entendimiento, y observó a la pequeña chica un momento más. No le importaba mucho lo que fuera aquella pequeña chica. Al fin y al cabo, era su primer encuentro con otro ser inteligente desde que había llegado a ese mundo.

— ¿Tienes un nombre? —inquirió el viajero.

— ¿Hmm? ¡Ah, sí! ¡Mi nombre! —la chica hizo una leve reverencia en el aire—. Me llamo Paimon.

— Un placer. Mi nombre es Sora —dijo el chico finalmente.

— ¿So…ra? —inquirió Paimon—. Es un nombre peculiar. Y esa indumentaria… ¿Eres un forastero?

Sora se levantó de la roca desde la cual estaba pescando, y se dirigió hacia otro estanque cercano, esperando encontrar suerte en su próxima pesca.

"Lo sabía… Este es otro mundo", pensó.

— ¿Sora? —insistió Paimon.

— Esa es una historia para otra ocasión, ¿te parece? —propuso el chico—. De momento sólo diré que en efecto, soy un forastero.

— ¡Ah! ¡Entendido! Entonces, en agradecimiento, te acompañaré en tu travesía. Después de todo, ¿quién mejor que Paimon, la experta en gastronomía, para indicarte qué se puede comer y qué es venenoso?

Sora la observó un momento.

— Claro. ¡Gracias! —respondió, con una sonrisa.

Finalmente ya no estaría solo en aquel desconocido mundo.

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Sonriendo al recordar aquellos dos meses viajando, el chico se levantó de su sitio.

— Deberíamos partir. ¡Vámonos! —dijo Paimon, entusiasmada.