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TRES CORAZONES

Después de la pequeña plática de las dos chicas, a Rebecca no le quedó otra opción que llamar a su pretendiente para decirle que aceptaba ir de viaje con él, pero aclarando que su amiga y su novio los acompañarían. Sería un viaje para cuatro personas. Luciano no tuvo problemas, le dijo que sus amigos eran bienvenidos a unirse a sus planes. Rebecca y Marisa hicieron las maletas y unos días después estaban listas para irse de vacaciones.

Por su parte, Luciano se había preparado de una manera diferente. El rechinar de su cama se escuchaba por toda la habitación. El sonido se mezclaba con los gemidos de Velan quien una vez más, estaba disfrutando de los placeres que su jefe le brindaba. Sin embargo, tal cual como había ocurrido en la ocasión anterior. Luciano comenzó a nombrar a Rebecca cuando estaba a punto de acabar. Velan no podía creer lo que estaba pasando y para su desgracia, todo se puso peor.

– Me iré unos días de vacaciones –le indicó Luciano apenas terminó su tarea y se levantó de la cama.

– ¿A dónde irá señor? –preguntó confundida.

– Iré a la isla, me tomaré unos días libres. Te dejo a cargo. Sabes muy bien todo lo que tienes que hacer. –dijo mientras ingresaba al baño para tomar una ducha.

– Sí señor, sabe que puede confiar en mí. –afirmó con una sonrisa, pero esta se desvaneció en cuando la puerta del baño se cerró. Era claro que Luciano no quería compañía.

Velan estaba ansiosa y con los nervios de punta. Luciano nunca la había tratado de la mejor manera, pero siempre había respetado la intimidad entre ellos, algo que ahora se había acabado. Intentaba calmarse y borrar de su mente todos los pensamientos que le llegaban hasta que uno de ellos la llenó de furia.

– ¿Señor, Piensa ir a su viaje solo? –se atrevió a preguntar cuando Luciano salió del baño. Él la miró un segundo.

– No –respondió tajante. Ella tragó duro y la respiración se le entrecortó pensando en la pregunta que temía hacer.

– Puedo saber… ¿con quién irá? –los nervios la mataban en ese momento. Luciano la volvió a mirar por unos segundos antes de responder.

– Iré con Rebecca y sus amigos –confesó con calma para luego darse la vuelta y comenzar a vestirse.

La rabia dentro de Velan se hizo mayor, pero la aguantó como pudo. Sus ojos se volvieron vidriosos y sin embargo, nunca derramó ninguna lágrima. No se lo permitió. No ahí. Se mantuvo en silencio y sumida en sus pensamientos hasta que Luciano nuevamente le habló.

– Llama a la residencia de Hawaii y pide que tengan todo listo para mi llegada el día de mañana –ordenó. Velan no contestó– ¿me escuchaste? –se volteó a verla tras unos segundos de no recibir respuesta.

– Sí, señor. Tendré todo listo –le aseguró sin inmutarse. Su mirada permanecía perdida.

– Muy bien. Confío en que harás bien tu trabajo. Ahora, puedes retirarte –pidió tranquilamente. Velan asintió aguantando su dolor.

Se levantó de la cama sin decir nada, tomó su ropa del piso, se vistió lo más rápido que pudo y salió de la habitación intentando mantener lo que quedaba de su dignidad. Al salir de la habitación de Luciano, corrió hacia el armario del pasillo en donde se encerró para finalmente llorar. Soltó todas las penas que se escondían en su alma. Estuvo llorando durante alrededor de media hora hasta que pudo lograr calmarse y salir de ahí para continuar su trabajo aparentando que todo estaba bien. Lucía seria y decidida, pues en su cabeza solo pensaba en que esos días sin Luciano, los usaría para armar su plan contra Rebecca. Le permitiría a la chica disfrutar e esos días con él, porque serían los únicos que tendría.

Al día siguiente, todo estaba preparado para el viaje. Rebecca estaba emocionada y al mismo tiempo, nerviosa porque pasaría las vacaciones con Luciano, lo único que la mantenía algo calmada era que su mejor amiga iría con ella.

– ¿Estás lista? –preguntó Luciano cuando la llamó esa mañana.

– Sí, ya estamos listos. –aseguró con una sonrisa.

– Muy bien. Necesito que me esperen en la azotea.

– ¿En la azotea? ¿Por qué en la azotea? –preguntó confundida. Él rió.

– Ya lo sabrás. Solo espérame ahí. Ya voy en camino.

– Ok –aceptó aun sin entender nada.

Rebecca subió a la azotea junto a Marisa y Steve como Luciano le había pedido. Esperaron durante varios minutos sin saber por qué estaban ahí hasta que algo ocurrió. Sus ojos se abrieron de la impresión al ver un helicóptero aparecer de entre las nubes y estacionarse frente a ellos. Ese iba a ser su transporte del día.

Luciano bajó de aquel helicóptero de forma elegante. Estaba vestido completamente de blanco, llevaba lentes de sol oscuros y su cabello se agitaba con el viento. Rebecca sintió como su corazón se detenía al verlo. Nunca pensó que alguien le podría gustar tanto. Se mordió el labio inferior con deseo mientras lo veía acercarse. No le quitó los ojos de encima ni por un momento. Estaba totalmente hipnotizada con él.

– Hola –dijo el chico con voz seductora cuando estuvo frente a ella.

– Hola –respondió de forma tímida. Rebecca aún se mordía el labio inferior, pero esta vez era para contener su sonrisa y emoción– ¿A dónde iremos? –preguntó curiosa. Luciano sonrió.

– A Hawaii –explicó tranquilamente. Todos se emocionaron– Tengo una pequeña isla privada ahí, por lo que pasaremos nuestras vacaciones allá.

Luciano estaba tan embobado con Rebecca como ella con él, pero ambos intentaban no hacer muy obvia la situación. Así que aunque sus corazones latieran rápidamente y con fuerza, los dos intentaron lucir calmados. Luciano le indicó a Marisa y su novio que subieran al helicóptero con sus cosas, era hora de irse. Luego se dirigió a Rebecca y le tendió la mano para que esta la tomara. Así lo hizo. Caminaron juntos hasta la enorme ave de metal sin que él la soltara ni por un instante. Rebecca mantenía una enorme sonrisa en su rostro, aunque intentaba ocultarla, no podía, estaba feliz. Luciano la ayudó a acomodarse dentro del aparato para luego sentarse a su lado. Le indicó al piloto cuando estuvieron listos para irse y este despegó. El vuelo fue mucho más corto de lo que Rebecca esperaba, aun así, lo disfrutó. Nunca antes se había subido en un helicóptero y la sensación era formidable.

– ¿Qué quieren hacer primero? –preguntó Luciano a sus invitados en cuanto estuvieron instalados en su gran mansión– Todo este lugar es suyo –explicó abriendo los brazos para dramatizar sus palabras. Ambas chicas sonrieron y se miraron a la cara.

– ¡MOTOS DE AGUA! –gritaron al unísono en cuanto voltearon a ver nuevamente a Luciano. Este sonrió por la sorpresa, pero aceptó cumplirles su petición.

Los cuatro se divirtieron a lo grande con las motos de agua. Esa era una de las cosas que a Rebecca más le gustaba hacer, aunque hacía tiempo que no había tenido la oportunidad, por lo que se encontraba realmente feliz en ese momento. Reía alegremente con los juegos que hacían entre ellos y Luciano estaba encantado de escucharla reír, se sentía en el cielo. Estaba seguro que aquel viaje sería algo que ninguno de los dos podría olvidar.