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INESPERADO AMOR

Al día siguiente de su cita a ciegas, Rebecca se sorprendió a ver llegar a su puerta, un trabajador de un exclusivo taller mecánico, este le explicó que estaba ahí para recoger su auto para llevarlo a reparar.

– El señor Ángelo Di Rossi ha pedido una restauración completa y ha pagado por adelantado el servicio –declaró el hombre mostrándole las facturas.

Rebecca no podía creer aquello, pero aceptó el servicio, después de todo, Ángelo había prometido pagar por todas las reparaciones y solo estaba cumpliendo con su promesa. Continuó con su día como siempre, pero este resultó ser bastante agitado, tanto las clases en la universidad como su trabajo en la empresa bajo la vigilancia de Vetter, fueron terriblemente estresantes. Llegó en la noche a su apartamento sintiéndose completamente agotada y queriendo tomar una ducha caliente para luego meterse en la cama, pero antes de entrar, se encontró con una sorpresa. En su puerta había un ramo de rosas rojas con una tarjeta. Sonrió al verlas y se apresuró para tomarlas.

– Me ha encantado conocerte y espero con ansias nuestra próxima cita. Ángelo –leyó el mensaje y terminó gritando de emoción.

Estaba feliz. Aquel pequeño detalle le había hecho olvidar por completo todo su agobiante día. Ese hombre la traía loca. Entró a su apartamento y tras colocar las rosas en un bonito jarrón con agua, corrió a llamar a Marisa para contarle todo. Estuvieron hablando alrededor de media hora hasta que su amiga le dijo algo que la puso pensativa.

– Le escribiste para darle las gracias ¿verdad? –preguntó Marisa como si era algo obvio. Rebecca abrió los ojos por la sorpresa, definitivamente no lo había hecho.

– No –dijo avergonzada.

No tenía mucha experiencia en esas cosas de pareja, así que no era sorpresa para su amiga que no hiciera ni siquiera las cosas más obvias para avanzar con su relación. Marisa le dijo que colgara y corriera a escribirle a Ángelo, que le diera las gracias por las rosas y la reparación del carro, pero sobre todo, que se asegurara de poner fecha y hora para su próxima cita. Tenían que volverse a ver si quería que su relación caminara.

– Ok. Ok –respondió Rebecca al escuchar todos los consejos que Marisa le dio y tras colgar la llamda, comenzó a escribir un mensaje de texto para Ángelo.

Del otro lado de la ciudad, Luciano sonrió al ver el mensaje que llegó a su teléfono. Esa mujer lo traía loco. Un simple mensaje hacía que su corazón latiera a toda prisa. Se apresuró a responder y tras varios minutos de una amena conversación entre ellos, acordaron que él llevaría a Rebecca a cenar el siguiente sábado por la noche. Luciano suspiró como adolescente enamorado tras terminar la conversación con su chica. Estaba pensando en como esa rubia le había robado el corazón cuando un golpe en la puerta lo trajo de vuelta a la realidad.

– Señor –llamó su jefe de seguridad desde la entrada de su habitación.

– ¿Qué ocurre? –respondió de mala gana desde la cama.

– Sabemos que los últimos días han sido algo difíciles para usted, por eso los chicos y yo le hemos traído un pequeño regalo –el hombre se separó de la puerta para dejar pasar a la invitada– Ella es Marina.

Luciano sonrió al ver a la muchacha frente a él. Esta no parecía tener más de 20 años. Su rostro lucía joven e inocente. Era delgada aunque no esbelta. Llevaba un conjunto corto de blusa y falda que mostraba gran parte de su piel. Iba maquillada con los labios rojos y sombras oscuras. El cabello liso y negro lo llevaba suelto por debajo de la cintura. Cargaba unos tacones altos que escondía lo bajita que era. Luciano pudo notar lo nerviosa que la chica se encontraba. Se levantó de la cama y caminó hacia ella con una sonrisa. No le quitó ni por un momento los ojos de encima. La joven lo miró de forma tímida y asustada.

– Conseguimos a esta virgen en el burdel –anunció el jefe de seguridad– pensamos que le gustaría el regalo… ya sabe… para liberar el estrés –el hombre soltó una pequeña risa. Luciano hizo lo mismo.

– Agradezco el gesto –respondió aun con los ojos clavados en la joven– puedes retirarte –ordenó al hombre.

– Que linda eres –le dijo Luciano a la chica mientras la tomaba de la barbilla para que lo mirara a los ojos. La joven sonrió de manera tímida al tiempo que se sonrojaba. Mantenía ambas manos cruzadas frente a su cuerpo de forma nerviosa– ven conmigo –le indicó guiándola hasta la cama donde la hizo sentarse.

Él se ubicó junto a ella y de manera lenta comenzó a besarla mientras la recostaba sobre la cama. La joven nerviosa le siguió el juego, después de todo ella sabía muy bien cuál era su trabajo. Luciano comenzó a besar con pasión a la chica mientras con destreza recorría su cuerpo con las manos y la despojaba de la ropa que llevaba, pero en ese instante algo ocurrió. Un rostro se cruzó por su cabeza. Una chica rubia ocupó aquellos pensamientos. Luciano intentó seguir con su labor, pero la mujer había invadido por completo su mente. Se detuvo en ese momento. Abrió los ojos y observó a la inocente criatura que se encontraba debajo de él. Maldijo para sí mismo.

– Vete –le ordenó a la prostituta mientras se ponía de pie. La muchacha dudó por un momento sin saber que hacer– ¡VETE! –gritó de golpe. La chica asustada se levantó rápidamente para luego salir corriendo de aquella habitación.

Luciano le atinó un puñetazo a la pared de la rabia que sentía. No podía ser. Su salvadora volvía a adueñarse de sus pensamientos y había arruinado por completo aquel momento de diversión. Definitivamente esa mujer había aparecido para cambiarlo todo. Ahora ni siquiera podía disfrutar tranquilo de su vida de soltero. Maldijo una vez más. Se tiró sobre la cama boca arriba soltando un quejido. Colocó sus manos sobre el rostro como intentando soportar la rabia que le invadía. Rebecca llegó para adueñarse de su mente, pero sobre todo… de su corazón.

Los días pasaron rápidamente y pronto llegó el sábado en la noche. Rebecca se arregló con un bonito vestido de flores y tirantes. Era ajustado arriba y suelto abajo, aunque algo corto, pues le encanta mostrar sus piernas y pensó que esa era una de esas ocasiones que era obligatorio hacerlo. Iba dispuesta a conquistar a ese hombre.

– Estás hermosa –le dijo Luciano tras un suspiro en cuanto la vio. Ella no pudo evitar sonrojarse.

– Gracias –respondió tímidamente mientras volteaba su rostro para ocultar el rubor de sus mejillas. Luciano sonrió. Le encanta esa inocencia en ella.

– ¿Estás listas para irnos? –preguntó ofreciéndole su brazo. Rebecca asintió tomándolo y saliendo con él rumbo a su cita.

La cena fue formidable. Conversaron amenamente como lo habían hecho durante la ocasión anterior. Las horas pasaron volando y pronto estaban de regreso en el edificio donde Rebecca vivía. Apenas estuvieron de pie afuera del apartamento de ella, Luciano no perdió tiempo para besarla. Se había estado aguantando toda la noche y no podía más. Ella aceptó sus besos y se dejó llevar por ellos hasta que sitió la mano de él escurrirse por debajo de la falda de su vestido. Ella lo detuvo y se separó de él un poco nerviosa.

– ¿Estás bien? –preguntó el confundido.

– Sí –susurró ella sin saber cómo explicar su incomodidad. Él regresó a besarla y ella aceptó, pero luego él murmuró algo en su oído.

– ¿No me invitas a pasar? –su tono era pícaro y juguetón, dejándole en claro qué era lo que quería. Ella tragó duro y se separó de él. Luciano la observó a los ojos y en ese momento pudo notar lo nerviosa que estaba.

– ¿Estás bien? –volvió a preguntar, esta vez algo preocupado.

– Ehm… –ella no supo responder. Las palabras no salían de su boca.

– ¿Quieres que me vaya? –quiso saber al notar la incomodidad de ella.

– No. No… lo siento –dijo suspirando– es solo… siento que es muy pronto –confesó finalmente. Luciano asintió.

– Entiendo –respondió serio. Definitivamente no era lo que esperaba para esa noche.

– Me encanta salir contigo –se apresuró a decir nerviosa– y me encanta besarte –afirmó para luego cerrar los ojos por la vergüenza que sintió tras sus palabras, no quería revelar eso. Luciano soltó una pequeña risa ante la reacción de ella– es solo… creo que deberíamos llevar las cosas con calma –le pidió mordiéndose el labio inferior un poco preocupada por lo que él le diría.

– Está bien. No hay problema. Iremos con calma –aseguró con una sonrisa aunque por dentro se estaba muriendo de la rabia. No podía creerlo. Nunca antes había tenido que esperar por alguna chica. Esto no le gustaba nada.

– Gracias –dijo ella con una sonrisa. Él le dio un beso en la mejilla y se despidió.

En cuanto salió del edificio y se subió al auto que lo estaba esperando, Luciano soltó un grito de frustración. Estaba increíblemente molesto. No podía creer que Rebecca lo quisiera hacer esperar y lo que más le molestaba era que él había aceptado aquello. De verdad que esa mujer lo tenía mal, porque de haber sido cualquier otra, simplemente la habría mandado a volar y se conseguía un remplazo, en cambio, ahora estaba dispuesto a esperar el tiempo que Rebecca le impusiera para poder tocarla.

– Espero que valgas la pena –exclamó frustrado recostándose en el asiento.

Al llegar a su residencia se fue a tomar una ducha con agua fría, se estaba volviendo loco. Mientras se bañaba, una inesperada invitada apareció. Velan se metió en la regadera junto a él, estaba completamente desnuda y le sonreía con picardía. Luciano había estado evitándola desde el día en que conoció a Rebecca, para él ya no había ninguna otra mujer que quisiera tener y lo que había pasado con la prostituta, se lo había confirmado.

– ¿Quieres un poco de compañía? –preguntó Velan en un tono sensual.

Luciano quería decirle que no, pero la verdad era que tenía muchas ganas. No de hacerlo con Velan, simplemente de hacerlo. Ya había pasado más de una semana desde la última vez que había tenido sexo y se estaba muriendo. Nunca antes había pasado tanto tiempo sin tener a una mujer, así que suspiró y se acercó a Velan para besarla. Esta de inmediato le correspondió.

La imagen de Rebecca apareció en la mente de Luciano, pero esta vez, no se detuvo. Sentía un ardor en su interior que lo estaba matando, así que en vez de alejar a Velan como había hecho con aquella chica, prefirió imaginar que era Rebecca quien ahora tenía entre sus brazos. Luciano sujetó a Velan por su trasero y la elevó para colocarla contra la pared e introducirse entre sus piernas. El agua de la regadera caía sobre ellos mientras ambos comenzaban sus movimientos armoniosos. Velan empezó a gemir con placer disfrutando de cada caricia que le regalaba el hombre que amaba, le encanta que le hiciera el amor y estaba concentrada en el momento hasta que en el instante en que estaba a punto de llegar al clímax, escuchó a Luciano decir lo peor que se podría haber imaginado.

– ¡Rebecca! –repitió una y otra vez Luciano entre gemidos.

Todo el placer que Velan estaba sintiendo, desapareció como por arte de magia. Respiró profundo y se quedó quieta observando a Luciano quien seguía entrando y saliendo de ella mientras mantenía los ojos cerrados y gritaba el nombre de aquella otra mujer. Era más que claro para Velan que Rebecca era quien ahora producía el goce que Luciano estaba sintiendo mientras aún se encontraba entre sus piernas. Los celos y la rabia fueron creciendo en su interior. Cuando Luciano finalmente acabó y abrió los ojos, ella pudo notar la decepción en su mirada. Él la bajo despacio y sin decir nada, salió de la regadera. Velan estaba furiosa y ahora más que nunca estaba decidida a hacer algo para acabar con Rebecca y recuperar el amor de Luciano, no iba a permitir que se lo quitaran.