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Aquella Noche

No fue una buena idea.

No lo fue, en absoluto.

—¿Qué carajos hice? —Allyson, pelirroja, de piel clara y pecosa, se preguntó en horror al notarse sin una sola prenda de ropa encima.

Y peor aún: al voltear a un costado de la cama, y percatarse que Sarah, su mejor amiga, su compañera de cuarto en la universidad, se encontraba justo igual.

Por suerte, aún dormía. Con una sonrisa de lado a lado.

Y la sensación sólo empeoraría al ir recordando lo ocurrido la noche anterior.

—¿Realmente pasó? —Allyson inquirió, deseando que todo se tratase de un mal sueño, y que todo tuviese su explicación lógica.

Pero conforme la memoria se iba aclarando, era evidente que no fue así.

—Necesito, necesito...vestirme, eso necesito antes que nada —la pelirroja pensó.

Se levantó de la cama, colorada en cada rincón de su piel: apenas podía con la vergüenza. No había tiempo siquiera de ponerse a elegir, tomó su ropa interior, tirada a un costado de la cama y se la colocó. Abrió entonces el armario de su cuarto, y eligió un pants para dormir y una blusa gruesa. Tenía el impulso de ponerse cuanta ropa pudiera.

Pero esa sensación: la desnudez, física, pero más importante aún, la emocional, es una que no podía dejar se sentir, cuál si su alma y corazón estuvieran completamente expuestas.

Sin embargo, no fue como si hubiese sido forzada de todo para ello.

Desde que había ingresado a la universidad, tenía que poner en balanza lo bueno y lo malo: ¿Lo bueno? El reto intelectual, el saberse que tenía un futuro, las enormes posibilidades al compartir clases con algunas de las mentes más brillantes de la ciudad.

¿Lo malo? La lejanía respecto a Jake.

—Dios, ¿qué le diré? —pensó —. ¡Nada! ¡Eso diré!

Jake había sido su novio desde la preparatoria, y ambos acabaron en escuelas diferentes: Allyson siempre fue mejor en lo académico, y eso la llevó a una escuela de mayor nivel, mientras que Jake se conformó con inferior, en otra ciudad. No era una ciudad particularmente lejana, apenas era un viaje en autobús de una hora, así que siempre podían re-encontrarse en los fines de semana.

¿Pero eso es realmente suficiente? Cuándo estás acostumbrada a que él siempre esté a tu lado, por tantos años, el recortar el tiempo juntos sigue dejando un hueco enorme que no podía ser llenado con facilidad.

Sarah le había dicho que fueran a esa fiesta, en un apartamento a las afueras del campus, con varios estudiantes de la universidad, en un intento por animarla.

—¡Vamos Ally! —insistió, en la puerta del cuarto, lista para salir—. ¡Será divertido!

Se veía increíble: en un minivestido negro que resaltaba cada curva de su cuerpo. Siempre, desde que nos conocimos, sentí una enorme envidia de su apariencia: sus largas piernas, su rostro angelical, los labios gruesos, su piel color caramelo, su largo cabello ondulado como un tsunami de sensualidad.

¿Era sorpresa para alguien que ella siempre parecía tener a todo hombre que quisiera? Me había acostumbrado incluso a, en ocasiones, estudiar en la biblioteca o ir al centro a quizá ver una película y pasear en las tiendas, sabiendo a la perfección que por algunas horas, el cuarto estaría muy ocupado con ella y con el galán en turno.

Y aunque Allyson no se consideraba una dama de muchos amores, de vez en cuando le gustaba imaginar como sería si fuese un poco más como ella.

—Espero la llamada de Jake —respondió.

—Ya es tarde, te dijo que llamaría hace tres horas.

—Puede que esté ocupado.

—Estoy segura que sí, pero eso no significa que no puedes ir a divertirte un poco.

Allyson pensó que tenía razón. ¿Sería un crimen si es que, iba a esa aventura?

No.

—De acuerdo —la pelirroja suspiró—. Vamos.

Allyson se arregló, con unos jeans ajustados, una blusa sin mangas, y se maquilló; no era esa diosa que Sarah sí, ¿pero quién lo era? ¿Y quién decía que tenía que imitarle el estilo? Ella, al fin y al cabo, era un individuo.

El ruido era total. La música sonaba a todo volumen, y los pequeños espacios no ocupados por aquel hipnotizante ritmo de una melodía trance lo eran por las conversaciones de los invitados

Desde ése momento, supo que fue un error haber puesto pie ahí.

Casi toda la duración de la fiesta, la pelirroja lo pasó en un rincón, sosteniendo uno de innumerables vasos de cerveza que sostendría casi toda la noche.

Mientras tanto, Sarah era la que cumplía el papel a la perfección: ella era sociable, ella era popular. Todos sonreían al verla.

No podía culparlos: ella siempre fue una mujer atractiva, pero esa noche, con aquel revelador vestido y esos altísimos tacones...

Caramba, hasta ella misma se sonrojó en pensar en aquel cuerpo inigualable.

La noche había acabado, y era momento de regresar a casa. Allyson no habló con absolutamente nadie, y tenía algunos tragos encima, lo que la hizo tambalear en lugar de caminar.

Pero Sarah estaba peor; apenas consciente, y la pelirroja tuvo que básicamente cargarla de vuelta a su cuarto en el campus.

—¡No te mueves tanto, que ando mareada! —Sarah exclamó al ser colocada en la cama que ambas compartían.

—Ya, que nadie te obligo a beberte el quinceabo mojito cubano.

Allyson se sentó a lado de su amiga.

—¿Divertido, no? —la morena preguntó sonriente.

—Sí...

De inmediato, notó que su nivel de convicción era nulo.

—¿Qué pasa? —se levantó y se colocó a su lado.

—Nada en especial —Ally contestó—. Creo que había mucho ruido, la cabeza me duele un poco y...

—¿Es eso, en realidad, Allyson?

No. Una pequeña parte sí, pero estaba lejos de ser el factor definitorio.

—En parte —respondió —. Pero...

—¿Sí?

—Tuviste toda la atención. De nuevo.

—Ni me fije en realidad, pero creo que no estaba de humor de llevarme a alguien hoy de la fiesta.

—Pero podrías si quisieras.

—Bueno, ¿por qué no?

Sarah se mordió el labio.

—Lo creas o no —comentó—, envidio lo que tú y Jake tienen.

—Vaya cosa... el muy payaso no me habló...

—Algo debe estar haciendo, dale paciencia —Sarah se acercó al al punto que ambas sentían el cuerpo de la otra.

Eso fue tan poco, y al mismo tiempo demasiado.

—¿Qué pasa? —la morena preguntó, tras ver como Allyson parecía evitar un poco el contacto con ella.

—Oh, nada en particular —la pelirroja contestó—. Pero es que de pronto...

No quería decir lo que en primer lugar iba a decir: que sintió algo extraño, una energía débil pero notoria que recorrió rápidamente lo largo y ancho de su cuerpo. Apenas duró un segundo, puede que menos aún, pero no le pasó por alto. No podía serlo.

Y volteó, y la bella piel morena de su amiga, esa capa oscura que cubría todo centímetro de su ser, tan cerca, tan cálida, tan perfecta, le pareció algo más que sólo un aspecto sobresaliente.

Le era absolutamente imposible de ignorar.

—¿Por qué no tomas una foto? —Sarah sugirió —. Así durá más.

—¿Eh?

—Sé que te quejas de que siempre luzco mucho escote, pero pareciera que ésta vez no te molesta tanto —bromeó cruzando sus piernas.

—Ja, claro que no —Ally dijo, riendo por una brevedad—. Pero, hey, ¿qué acaso una chica no puede reconocer cuando otra chica se ve atractiva?

—Gracias.

—De nada.

Y callaron por unos segundos. Sin duda, había bebido demasiado, pensó Allyson. ¿Qué era lo que estaba ocurriendo después de todo? Ella no era así: no es como si de pronto el admitir la belleza de una compañera de género la volviese una lesbiana, ¿y es que acaso no sería una mentira si no lo reconociera? Sarah, desde siempre, le pareció una chica sin igual.

Pero ése momento, no era como los otros: no bastaba el deleitar su vista con esa divina criatura, sino que algo más estaba surgiendo, a una velocidad mucho mayor de lo que ella estaba dispuesta a reconocer.

—Y... Sarah —murmuró, nerviosa, con el rostro en un inalcanzable carmesí—. ¿Nunca te has preguntado...

Las palabras sobraban para la morena: ella tomó cartas en el asunto, y dio un salto a la acción, y buscó de manera repentina los labios de la pelirroja con los suyos y los unió en un beso lleno de lujuria.

Y de un deseo que se había estado fraguando desde hace tanto tiempo.

—¿Qué caraj--? —Allyson pensó, pero hasta sus ideas y pensamientos estaban incompletos: sabía que estaba mal, ¿o lo era en realidad? Ni a cuestionarse alcanzó: su cabeza dio lugar al instinto, y éste decía que no sólo estaba permitido, sino que debía responder con la misma intensidad.

Allyson sólo podía preguntarse, en un primer instante, "¿Cómo podía decir no a esos carnosos y dulces labios?". Era lo más delicioso que ella había tenido el privilegio de probar. Jake nunca le pareció un mal besador, ¿pero Sarah? Sin duda ella se encontraba en una categoría propia, completamente diferente, y superior a lo que el novio de la pelirroja podría otorgar. No quería separarse de ella nunca, quería que ambas se fundieran desde la boca, y por el calor que la sensualidad de su amiga le provocaba, por un momento, tal bizarra y loca idea pareció una alternativa viable y real dentro de lo irreal.

Pronto se pusieron frente a frente, con las manos en los hombros de la otra, y con sus pechos rosandoce. Allyson sintió un poco de pena al pensar que ella se estaba llevando la mejor parte: los senos de Sarah resaltaban como dos montañas mientras que los de ella, ja, suerte tendrían si se les reconocía como colinas, pero no importaba: por ese momento, todo ese ser tan sensual y sexual no pertenecía de hombre alguno, sino de ella: lo que tantos envidiaban y aspiraran a conquistar estaba a su merced.

¿O sería justo al revés?

Se separaron para agarrar aire: no podían continuar de otro modo, y Allyson se dejo caer de espaldas por sobre la cama. Sarah hizo un movimiento con sus hombros y su vestido ya de por si revelador cayó para revelar todavía más de esa ardiente tierra suya que ocultaba la ropa, y dejó a la vista un juego de brasier y pantaleta negras con encaje. Sin duda, ella sabía que tendría acción, pero no sabía si sospechaba que la que le llegaría era esa.

Y Sarah se posó por encima del cuerpo de su amiga, y le ayudó a deshacerse de su blusa.

Sus labios volvieron a unirse en lo que la pelirroja, sin poder más, empezó a desabrochar el sujetador de Sarah.

Sí, los besos ya no serían suficientes: el genio había salido de la botella, y no se detendría hasta obtener lo que quiere.

Poco a poco Allyson bajó, con los movimientos de sus caderas, bajó sus pantalones hasta que quedaron en sus pies. Sarah le ayudaría a quitárselos de manera definitiva, y se volvieron a encontrar en un beso tras quedar en su mayor parte, apenas en ropa intima.

—Oh, Sarah —gemió la pelirroja, tras un pequeño espacio de respiración entre intercambio de labios al sentir que la mano de su amiga estaba bajando.

Ingresó en su pantaleta, y comenzó a estimular los alrededores de su vagina, por encima de su clítoris y por el monte de Venus. Cada contacto era electrizante, y llevaban a Allyson a un punto entre la total locura y la inconsciencia.

El cuerpo de Ally comenzó a lubricar. Sarah por un momento se detuvo, y lamió sus dedos salpicados por aquellos jugos. Allyson apenas podía mantenerse en sí, estaba cuál si viviera en un sueño, sin poder reconocer si lo que estaba viendo, sintiendo y oyendo eran experiencias reales.

Sarah, con todo placer, estaba dispuesta a confirmarselo.

Allyson sintió las embestidas de las caderas de la morena por encima de las suyas. Sarah bajaba un poco el ritmo para que su lengua lamiera por ese espacio prohibido entre los senos de la pelirroja, la cuál sólo podía responder jadiando y gimiendo con mayor fuerza.

Sarah retrocedió un poco, y tomo las pantis de su amiga, y las comenzó a bajarlas hasta que también quedaron en sus pies, y expuesta dejó listas para que se pudiera hacer de las suyas con plena libertad.

El movimiento de la lengua sólo intensificaba esa energía. Allyson nunca había sentido tal sensación de placer y frenesí rebasando todo lo que creía era humanamente posible.

Finalmente, Allyson llegó al clímax, y gritó a todo pulmón por la sensación.

Apenas podía respirar: su cuerpo estaba empapado en sudor, y no sabía si deseaba reír, llorar, gritar, o todas a la vez, pero sin duda, le había gustado como pocas cosas en la vida.

Y cayeron dormidas.

—Buenos días, amiga —Allyson escuchó en voz de Sarah: ella ya se había levantado.

—Eh. Hola.

—Estuviste... nada mal, querida —Sarah dijo, levantándose cubriendo su cuerpo con la cobija de la cama.

—¿Lo recuerdas? —preguntó avergonzada.

—¿Cómo olvidarlo?

Ni siquiera quería verla cara a cara.

—Sarah eso... fue un error. Uno grande, enorme, gigantesco error, ¿sí? Tengo un novio lindo, estamos en una relación ya muy larga y...

Allyson se detuvo al sentir la boca de su amiga por un costado de sus hombros. De pronto, recordó muy bien porque cayó en la trampa la noche anterior.

Entonces, el celular de la pelirroja comenzó a sonar: Allyson vio que se trataba del número de Jake.

—Finalmente —pensó.

Pero a pesar que en un comienzo deseaba ir a contestarlo, al ver a esa hermosa mujer mostrando su afecto, el contestar no parecía la mejor opción de pronto.

—Al carajo —dijo.

Y después, fue ella en turno la que se lanzó hacía los candentes labios de Sarah; el sonido del teléfono siguió, pero pronto se quedó rezagado: había algo más importante que Allyson debía atender.