—Tonterías de macho Alfa con la cabeza dura —gruñó Aymora mientras desbloqueaba la jaula y se apresuraba a entrar—. Siempre tan seguros de ustedes mismos hasta que fallan, luego es apresúrate, apresúrate, apresúrate, mujer y arréglame esto.
Ignorando el murmullo de la mujer que amenazaba con alterar su temperamento, Reth inclinó la cabeza y Behryn se movió para bloquear la puerta abierta, manteniendo a los demás apartados.
Aymora se arrodilló frente a él y vertió un chorrito del jarabe de olor desagradable en una cuchara, echándoselo en la boca a Reth como cuando él era un cachorro. Luego, con un gesto de disgusto, vertió una segunda dosis y se la dio también.
Reth se atragantó —el sabor del brebaje era horrible— pero se obligó a tragarlo. Mientras todavía sacudía la cabeza y ponía caras, Aymora se movió hacia la herida en su costado, emitiendo un chasquido de la lengua y gruñendo cuando él apartó su mano al tocarle un punto sensible.
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