Diez minutos después estábamos sentados en la mesa cuando entró una joven. Empujaba un carrito lleno de comida. Olía y se veía lo suficientemente bien, pero no era la cocina de Abigail. Extrañaba su comida ya. Reece tenía razón cuando dijo que sería el almuerzo lo que nos traerían. Ya pasaba del mediodía, así que definitivamente ya no era tiempo de desayuno. A cada uno nos sirvieron platos enormes. No era un almuerzo muy complicado. Obviamente habían priorizado la velocidad aquí.
El almuerzo consistía en grandes bocadillos de champiñones, bistec y queso, llenos de carne, queso, lechuga, champiñones, cebolla y bañados en aderezo italiano. Había sido tostado, así que el pan estaba crujiente y el queso se había derretido perfectamente. El sándwich era más grande que mi cabeza, pero mi estómago rugió tan fuerte cuando lo olí que me puse a comer en cuanto la criada dejó la habitación. Agarré el desordenado bocadillo y hundí mis dientes en él.
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