A pesar de que las pérdidas para la Secta Santa en aquella ocasión eran considerables, aun así fueron mucho mejores que las de la Secta Jiuxiao. El estado de la secta Jiuxiao era similar a la destrucción total de toda la secta.
¿El Gran Maestro? Muerto.
¿Los Ancianos Sénior? Muertos.
Todos sus portentos más fuertes estaban todos muertos. La carga sobre los hombros de Xin Feng sería muy pesada a partir de ese momento.
Como hermanos, tenían que ayudar tanto como pudieran. Y aunque no pudiesen, aun así tenían que encontrar una forma de ayudarlos de sus propias pérdidas.
Actualmente en la montaña del Gran Maestro, algunos de los Ancianos sénior de la Secta Santa estaban reunidos con miradas sombrías en sus rostros. Se suponía que eran seres en un estado en el que nada podría afectar su estado de ánimo. Pero los acontecimientos de aquella ocasión habían destrozado incluso esos corazones de acero suyos.
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