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El Señor del Norte (Modificado)

En un mundo envuelto en sombras y despiadada lucha por el poder, surge Vraken, una figura colosal entre los miles de señores del Norte. En un reino desprovisto de reyes, donde la ambición y la crueldad reinan despiadadamente, Vraken se alza como uno de los más formidables. Su sed de dominio es insaciable, su crueldad tan temida como su astucia. En esta tierra desolada por la brutalidad y la falta de avance tecnológico y social, Vraken ve la oportunidad de forjar su propio destino. Sin leyes más que las impuestas por la fuerza de sus armas y el filo de su espada, se abre paso entre cientos de miles de nobles y reyes con sus vastos ejércitos. Con una ambición desmedida y un deseo insaciable de poder y lujuria, Vraken no conoce límites en su búsqueda de dominio. En un mundo donde la moralidad es una ilusión y la ley es la voluntad del más fuerte, él se eleva como un titán entre hombres, dispuesto a todo por alcanzar sus oscuros objetivos en este vasto y cruel escenario.. [Algunos de mis personajes hechos con una IA. https://pin.it/4WAvbgTjs].

Itlen_tc · Krieg
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Placer y descanso

Después de la cruenta batalla, Vraken y sus hombres, cubiertos de sangre y exhaustos por el combate, se retiraron hacia el campamento improvisado en las cercanías. Mientras algunos de los soldados saqueaban lo que podían de los despojos del conflicto, la mayoría regresaba, buscando alivio en el whisky que guardaban en sus cantimploras o asistiendo a los heridos, llevándolos hacia los druidas que habían viajado desde el norte con sus conocimientos de sanación. El campamento estaba envuelto en un aura de fatiga y desesperanza, pero también en una atmósfera de camaradería y resistencia. Las antorchas parpadeaban en la oscuridad, proyectando sombras danzantes sobre los rostros curtidos de los guerreros.

Vraken avanzaba a paso lento junto a Muerteblanca, el noble semental blanco también cubierto de sangre y sudor, dirigiéndose hacia el campamento donde los hombres se congregaban para descansar y recibir tratamiento para sus heridas. Cada paso que daba resonaba con el peso de la batalla, sus botas hundiéndose en el suelo húmedo y ensangrentado. Sus ojos recorrían el campamento, observando a sus soldados, algunos bebiendo para calmar los nervios, otros vendando sus heridas o ayudando a los compañeros caídos.

Sin embargo, antes de que pudiera llegar al campamento, una sorpresiva llegada interrumpió su camino. Una hueste de soldados maltrechos, portando el estandarte del oso plateado sobre fondo negro, el símbolo de la vieja bruja de Valindra Frovz, se aproximaba hacia ellos. Las figuras agotadas y ensangrentadas emergían de la penumbra, sus armaduras dañadas y sus rostros marcados por la dureza de la batalla reciente. El ambiente se tensó al instante, los soldados de Vraken alzando sus armas con precaución mientras murmuraban entre ellos, desconfiando de la inesperada aparición.

Vraken frunció el ceño, su mirada fija en los recién llegados. El anciano Cory, siempre atento a las posibles amenazas, avanzó un paso, su postura firme y desafiante. Su voz, cargada de autoridad y desconfianza, resonó en el silencio que se había formado.

—¿Qué quieren? —La tensión en el aire era palpable cuando Cory exigió saber sus intenciones, su voz cortante como una daga.

El líder de la hueste, un hombre alto y delgado con una barba entrecana y una cicatriz que le cruzaba el rostro, levantó una mano en señal de paz. Su rostro reflejaba agotamiento.

Vraken, con un gesto tranquilizador hacia Cory, se adelantó para enfrentar a los hombres de Valindra. Su mirada era una mezcla de desconfianza y autoridad, y su tono, serio y amenazante.

—¿Qué desea Valindra? Aún estamos en tregua —declaró Vraken, dejando clara la advertencia en sus palabras.

Uno de los jinetes de la hueste levantó la cabeza, su rostro marcado por la fatiga y el pesar.

—Nuestra señora ha muerto en batalla, lord Vraken —dijo, su voz temblando ligeramente—. Murió a manos de uno de los guardias de la general enemiga Ilsa.

Vraken escuchó atentamente, manteniendo su semblante imperturbable. La revelación de que Valindra había caído en combate no le generó ningún pesar. Desde hacía tiempo, deseaba la muerte de esa vieja bruja y no sentía respeto ni consideración por ella.

El último de los jinetes, que parecía tener más autoridad, dio un paso adelante.

—Solicitamos entrar a su servicio, lord Ironwind.

Vraken asintió con calma, como si hubiera esperado esa petición. En las tierras desgarradas por la guerra del norte, era común que, cuando un señor caía sin un heredero digno, sus hombres buscaran refugio bajo el estandarte del señor más cercano y poderoso. Era un ciclo de lealtad y supervivencia que Vraken conocía bien.

—¿Entrar a mi servicio? —repitió Vraken, con un tono ligeramente burlón. La idea de tener a los seguidores de Valindra bajo su mando era tentadora, además de poder reclamar sus tierras y aumentar su influencia en la región. Mientras consideraba sus opciones, los hombres de Valindra permanecían arrodillados, esperando su respuesta con una mezcla de expectación y nerviosismo.

Vraken se acercó un paso más, su mirada fija en el hombre que parecía tener autoridad entre ellos.

—Es una oferta interesante —comenzó Vraken, su voz resonando con autoridad— Pero antes de aceptar, necesito saber qué es lo que ustedes esperan de mí y qué están dispuestos a ofrecer a cambio de mi protección y favor.

Los hombres de Valindra intercambiaron miradas entre ellos, evidentemente sorprendidos por la respuesta de Vraken. Sin embargo, el líder mantuvo la compostura y respondió con firmeza.

—Estamos dispuestos a poner nuestras espadas y nuestra lealtad a tu servicio, lord Ironwind. A cambio, pedimos oro, refugio, protección y un lugar bajo tu estandarte para continuar nuestra única profesión.

Vraken asintió con satisfacción ante la respuesta. Más hombres nunca venían mal, especialmente en tiempos de guerra.

—Bien —dijo finalmente, extendiendo una mano en señal de acuerdo—. Que así sea. A partir de este momento, ustedes son parte de mis fuerzas. Envía un águila al norte y dile a las demás fuerzas de tu ex señora que ahora son mis hombres —instruyó Vraken con autoridad—. Quemen ese estandarte y esos colores. Desde ahora, pertenecen a Zokya. Ya no son de Covtrux. Ahora sirven al lobo rojo, no al oso plateado.

El líder de los hombres de Valindra asintió, aceptando el acuerdo con una mezcla de alivio y determinación. Los hombres comenzaron a levantarse, mostrando un nuevo aire de propósito mientras se preparaban para integrarse en las fuerzas de Vraken.

—Cory, asegúrate de que estos hombres sean bien atendidos —ordenó Vraken a su lugarteniente—. Que se les dé comida, bebida y un lugar para descansar.

Cory asintió y comenzó a organizar a los recién llegados, guiándolos hacia el campamento mientras Vraken se quedaba un momento observando. La absorción de las fuerzas de Valindra no solo le daba más hombres, sino también más poder y recursos.

Con la batalla aún fresca en sus mentes y el cansancio pesando en sus cuerpos, los soldados se dispersaron por el campamento. Algunos buscaban un rincón tranquilo donde descansar, mientras que otros se dirigían a los puestos de los druidas en busca de alivio para sus heridas. En medio de este caos, algunos soldados optaron por buscar consuelo e impulsados por la necesidad de sentirse vivos y reforzar su hombría tras la intensa batalla fueron a buscar ña distracción en los brazos de las prostitutas sureñas que rondaban el campamento, alejándose del gran campamento de los sureños y de Heartland, sus hombres .

Vraken no era ajeno a esta búsqueda de placer y desconexión. Una vez cumplidas sus responsabilidades como líder, dejó el cuidado de Muerteblanca a sus cuidadores exclusivos y se dirigió a su tienda. Allí, lo aguardaban sus concubinas, y Vraken se permitió un breve momento de indulgencia antes de sumergirse nuevamente en las complejidades de la guerra y el liderazgo. Mientras caminaba hacia su tienda, su mente viajaba hacia la imagen de sus mujeres, cada una un bálsamo para su atormentada alma.

Aeliana, con su largo y sedoso cabello que caía en suaves ondas alrededor de su rostro, tenía unos ojos profundos y expresivos que brillaban con una dulzura cautivadora. Su piel, suave como la seda, con un tono cálido y radiante, resaltaba su belleza natural. Su cuerpo curvilíneo y voluptuoso inspiraba suspiros de admiración allá donde iba, con cada curva perfectamente definida y cada movimiento grácil y elegante. Aeliana era la personificación de la feminidad y la sensualidad. La imaginaba con el camisón de seda y algunas joyas que le había regalado. Sumisa y amable por naturaleza, mostraba una actitud de servicio y devoción hacia él que era sincera y genuina. Siempre dispuesta a complacerlo en todas las formas posibles, buscaba su aprobación y cariño en cada gesto y palabra. Cariñosa y atenta, Aeliana era la personificación de la gentileza y la compasión, un bálsamo para la inexistente alma de Vraken, suavizando los bordes de su corazón endurecido y aportando un poco de luz a su mundo oscuro y solitario.

Lisandra, la otra concubina de Vraken, era un espectáculo de deslumbrante belleza que encendía la pasión y la lujuria en quienes tenían el privilegio de contemplarla. Su cabello dorado caía en cascadas como rayos de sol, brillando con destellos de fuego bajo la luz del día. Sus ojos verdes como esmeraldas irradiaban un magnetismo hipnótico, atrapando la atención de todos los que se cruzaban en su camino. Su cuerpo era una obra maestra de la feminidad, con curvas exquisitamente esculpidas que despertaban los deseos más profundos y oscuros de quienes la veían. Cada movimiento suyo estaba imbuido de gracia y seducción, provocando a aquellos que se atrevían a mirarla con un coqueteo irresistible. A diferencia de Aeliana, Lisandra era más audaz y atrevida en su comportamiento, mostrando una confianza y seguridad en sí misma que la destacaba entre la multitud. Juguetona y traviesa, disfrutaba del juego de atracción y seducción, buscando constantemente provocar a Vraken con sus encantos. Sin embargo, bajo su naturaleza coqueta, Lisandra también mostraba una actitud de devoción y servicio hacia Vraken, igualmente genuina y sincera. Estaba dispuesta a complacerlo en todos los sentidos, alimentando el amor que sentía hacia él con cada gesto y cada palabra. Amorosa y apasionada, Lisandra representaba el deseo y la tentación personificados. Su presencia en la vida de Vraken era como un fuego ardiente que lo consumía por completo, llevándolo a nuevos y emocionantes territorios de placer y éxtasis. Con ella, encontraba un escape de las sombras de su mundo, sumergiéndose en la pasión y el amor que solo ella podía ofrecerle.

Sylia, la última de las concubinas de Vraken, era una mujer de belleza serena y etérea, cuya presencia irradiaba calma y compasión incluso en medio del tumulto del mundo que la rodeaba. Su largo cabello violeta caía en suaves ondas alrededor de su rostro, enmarcando unos ojos profundos y compasivos que reflejaban la luz de las estrellas en una noche oscura. A diferencia de las otras concubinas, Sylia poseía un aura de serenidad y tranquilidad que la distinguía, una presencia que invitaba a la paz y la contemplación. Su cuerpo, aunque también curvilíneo y voluptuoso, parecía envuelto en un aura de suavidad y ternura, emanando una feminidad y delicadeza que resultaban reconfortantes y cautivadoras a la vez. Sylia era la concubina que más se preocupaba por él, mostrando una devoción y cuidado que trascendían lo esperado. Siempre estaba atenta a sus necesidades y deseos, anticipándose a sus inquietudes y ofreciéndole consuelo y apoyo en momentos de angustia y tribulación. Su amor por él era profundo y sincero, una llama ardiente que ardía en lo más profundo de su corazón. Dispuesta a sacrificarlo todo por él, incluida su propia felicidad y bienestar, Sylia se aseguraba de que estuviera seguro y protegido en todo momento. Amorosa y compasiva, su presencia era una fuente de calma en medio de la tormenta, y su amor por él era inquebrantable.

Vraken estaba ansioso. La batalla había sido dura y las preocupaciones por el resultado lo habían mantenido en vilo durante todo el enfrentamiento. Pero ahora, finalmente, estaba de regreso en su tienda, donde lo esperaban sus tres concubinas.

Aeliana, Lisandra y Sylia aguardaban con el corazón en un puño. Sus miradas se iluminaron al escuchar el familiar crujido de la solapa de la tienda. En un instante, las tres mujeres se pusieron de pie y corrieron hacia Vraken, extendiendo las manos para tocar su armadura manchada por los vestigios de la batalla. La preocupación se reflejaba en sus ojos, pero también una sensación de alivio al verlo sano y salvo.

—Mi amor, ¿estás bien? Escuchamos que la batalla fue feroz —comenzó Aeliana con un deje de preocupación en su voz.

—Sí, estábamos muy preocupadas. Por favor, dinos que estás ileso —agregó Lisandra, con un tono de urgencia.

—Tu regreso es una bendición, Vraken. Nuestros corazones estaban alborotados, sin conocer tu destino —concluyó Sylia, expresando el sentir de las tres mujeres.

Vraken entró en la tienda y, al encontrarse con las miradas de sus mujeres, el alivio se reflejó en la profundidad de sus ojos. Sus hombros cayeron al quitarse el casco, revelando un rostro marcado por el cansancio y, debajo, un hambre de liberación. Permitió que las tres mujeres lo revisaran, sus suaves manos rozaron su cuerpo y él dejó escapar un suspiro de satisfacción.

—Estoy bien, mis bellezas. Un poco cansado por los acontecimientos del día —afirmó, con un tono que denotaba tanto cansancio como deseo. Extendió la mano y sus grandes manos se posaron en la cintura de Aeliana y Lisandra, mientras Sylia permanecía cerca, con la mano apoyada en su pecho. Una sonrisa juguetona se dibujó en la comisura de su boca mientras las miraba, sus ojos se oscurecieron por el deseo.

—Pero creo que sería necesario un poco de liberación, ¿no les parece? —añadió con un tono sugerente, dejando en el aire la promesa de una noche de pasión y entrega.

Las tres mujeres intercambiaron miradas de complicidad, sus propios deseos agitándose al ver a su señor agotado y cansado. Aeliana y Lisandra se inclinaron ante su toque, sus cuerpos respondieron instintivamente, mientras Sylia asintió suavemente y sus ojos se encontraron con los de él, comprendiendo sus necesidades.

—Nuestros cuerpos y corazones están aquí para servirte, mi señor —declaró Aeliana con voz suave y sumisa.

—Solo necesitas mandarnos y haremos lo que quieras —añadió Lisandra, con una chispa traviesa en sus ojos.

—Permítenos aliviar tus cargas y atenderemos tus necesidades —concluyó Sylia, con una serenidad que inspiraba confianza. Con cada prenda que caía al suelo, la tensión en la tienda de campaña de Vraken aumentaba, impregnada de una anticipación palpable y un deseo ardiente. Lisandra, con sus ojos brillando con lujuria, admiraba el cuerpo velludo y musculoso y poderoso de su señor mientras liberaba su torso de la armadura. Sus manos hábiles trazaban suavemente los contornos de sus músculos, sintiendo el calor emanar de su piel. Mientras tanto, Sylia, con su toque gentil y reconfortante, se ocupaba de despojarlo de los guanteletes, sus dedos rozando la piel de Vraken con una suavidad que enviaba escalofríos por su espina dorsal. Cada contacto era una promesa de placer y satisfacción, alimentando el fuego que arde entre ellos. Aeliana, con una mirada de devoción y deseo en sus ojos, se concentró en liberar la virilidad de su señor de su prisión de cuero, revelando su miembro grande y poderoso. Orgulloso y imponentes, una polla gorda y larga con cuarenta y cinco de largo, el atributo de Vraken dejaba claro por qué era el líder indiscutible de su ejército, tanto en el campo de batalla como en la intimidad de su tienda.

Con sus acciones sincronizadas, las tres mujeres se prepararon para satisfacer a su señor, dispuestas a entregarse por completo a sus deseos y cumplir cada una de sus fantasías más profundas. La atmósfera estaba cargada de pasión y anhelo, listos para sumergirse juntos en un océano de placer y éxtasis. Vraken se dejó llevar por el calor del momento, entregándose al deseo que ardía dentro de él. Mientras continuaba besando a Aeliana con pasión, sus manos exploraban cada centímetro de su piel, sintiendo la suavidad y el calor que emanaba de ella. Con un gesto, indicó a Lisandra y Sylia que se acercaran, y pronto estaban a su lado, ansiosas por satisfacer cada uno de sus deseos. Las manos de Lisandra y Sylia eran expertas en el arte del placer, acariciando suavemente su cuerpo y provocando sensaciones deliciosas en cada fibra de su ser. Los dedos traviesos de Lysandra se deslizaban por su espalda, mientras que los labios tentadores de Sylia encontraban su camino hacia su cuello, dejando una estela de besos ardientes a su paso.

Vraken se sentía envuelto por la pasión mientras Aeliana se arrodillaba ante él, lista para satisfacer cada uno de sus deseos. Con un gesto, indicó a Lisandra y Sylia que se acercaran, y ambas mujeres obedecieron, sus ojos brillando con anticipación y deseo. Aeliana, con una mirada llena de entrega, se inclinó hacia adelante, sus labios rozando la piel sensible de su miembro. Un gemido escapó de los labios de Vraken cuando sintió su cálida boca envolviéndolo, un torbellino de placer recorriendo cada fibra de su ser. Mientras tanto, Lisandra y Sylia acariciaban suavemente su cuerpo, sus manos expertas explorando cada centímetro de su piel con devoción y pasión. El aire estaba cargado de electricidad, cada susurro, cada gemido, cada roce alimentaba el fuego del deseo que ardía entre ellos. Vraken se dejó llevar por la deliciosa sensación, entregándose por completo al placer que le ofrecían sus concubinas, mientras su mirada ardiente se encontraba con la de ellas, quienes esperaban ansiosamente sus órdenes, dispuestas a cumplir cada uno de sus deseos más profundos.

Vraken tarareó satisfecho ante la atención, su mano todavía en el cabello de Aeliana, guiando sus movimientos mientras ella comenzaba a provocar y lamer su eje hinchado. Miró a Lisandra y Sylia, sus ojos se oscurecieron por el hambre.

—Sylia, ponte a horcajadas sobre mi cara y déjame probar tu dulzura. Lisandra, monta mi polla y hazme olvidar mi nombre—, ordenó con voz ronca y llena de deseo.

Una sonrisa malvada se dibujó en sus labios, la anticipación de lo que vendría era casi tan embriagadora como el acto en sí. Las tres mujeres se movieron con gracia y sumisión para obedecer sus órdenes, ansiosas por complacer a su señor y llevarlo al límite del placer. Los gemidos de placer resonaban en la tienda, mezclándose con el susurro del viento que soplaba afuera. Vraken se abandonó al éxtasis del momento, entregándose por completo al placer que le proporcionaban sus concubinas. El tiempo parecía detenerse mientras se perdía en un mundo de sensaciones intensas y pura pasión. Las tres mujeres trabajaban en perfecta armonía para satisfacer cada uno de sus deseos, llevándolo al límite del placer una y otra vez. En ese momento, nada más importaba que el placer compartido y la conexión íntima que compartían.

Las manos de Vraken recorrieron las caderas de Sylia, agarrándolas con fuerza mientras su gran lengua exploraba sus pliegues, golpeando su clítoris con un ritmo que provocó escalofríos por todo su cuerpo. Los movimientos de Lisandra, lentos al principio, se volvieron más audaces y fervientes a medida que lo montaba, sus gritos de placer se mezclaban con los de Sylia. Aeliana continuó con sus cuidados, su boca lamiendo mis enormes y peludos huevos mientras sus manos agarraban sus muslos. La intensidad de sus acciones creció, la habitación se llenó de olor a sudor, sexo y deseo. Las manos de Vraken se movieron desde las caderas de Sylia hasta su trasero, apretándola y tirando de ella hacia su rostro, enterrando su lengua profundamente dentro de ella. El placer era abrumador, una vorágine de sensaciones que amenazaba con arrastrarlos a todos hacia un abismo de éxtasis. Los gemidos y suspiros llenaban la tienda, formando una sinfonía de placer compartido mientras Vraken y sus concubinas se entregaban por completo al frenesí del momento.

Sylia se retorcía de placer bajo las expertas caricias de Vraken, sus manos agarrándose a las sábanas con fuerza mientras su cuerpo se arqueaba en respuesta a sus movimientos. Lisandra, por su parte, cabalgaba sobre él con una pasión desenfrenada, sus gemidos de placer resonando en la habitación y mezclándose con los de Sylia. Mientras tanto, Aeliana continuaba con sus atenciones, su boca experta envolviendo el miembro de Vraken con una destreza que amenazaba con llevarlo al borde del abismo. El éxtasis se apoderaba de ellos, cada momento más intenso que el anterior, hasta que finalmente llegaron al clímax en una explosión de placer compartido que los dejó sin aliento y temblando de satisfacción. En ese momento, en medio de la oscuridad y el calor de la tienda, se sintieron más unidos que nunca, unidos por el lazo profundo del placer y la pasión compartida.

Los gemidos de Lisandra se hicieron más fuertes mientras cabalgaba, clavándose las uñas en su pecho. Sintiendo su inminente clímax, Vraken dejó escapar un gemido gutural, sus caderas se alzaron para encontrarse con ella, sus cuerpos se movían en perfecta armonía. El cuerpo de Sylia se arqueó, su orgasmo la atravesó mientras la lengua de Vraken continuaba haciendo su magia. Los sonidos de su placer llenaron la tienda cuando alcanzaron su punto máximo, sus cuerpos temblaban de liberación. Encerradas en su apasionado cuadro, las tres concubinas de Vraken lo llevaron al borde, y sus esfuerzos combinados lo llevaron al límite. Su polla latía, chorreando semen caliente en lo profundo de Lisandra, y con un empujón final y desesperado, la llevó al límite una vez más. Agotados, se desplomaron en el suelo enredados y sudorosos, y su respiración entrecortada fue el único sonido después de su apasionado encuentro. Vraken, con sus deseos saciados por ahora, yacía allí, con los brazos alrededor de sus concubinas, sus cuerpos ofreciéndole el consuelo que tan desesperadamente necesitaba.

En el silencio que siguió a su apasionado encuentro, los latidos acelerados de sus corazones resonaban en la intimidad de la tienda, como el eco de una sinfonía de placer que aún reverberaba en el aire. Vraken, rodeado por el cálido abrazo de sus concubinas, se sentía en paz por primera vez en mucho tiempo, como si todas las tensiones y preocupaciones del mundo se hubieran disipado por un breve momento. Las tres mujeres yacían a su lado, sus cuerpos desnudos entrelazados en un abrazo íntimo, mientras el cansancio y la satisfacción los envolvían como una manta reconfortante. El aroma del sexo y el sudor llenaba la estancia, impregnando el aire con la dulce fragancia de su pasión compartida. En ese momento de calma después de la tormenta, Vraken se permitió cerrar los ojos y dejarse llevar por la sensación de bienestar que lo envolvía. A su lado, sus concubinas respiraban suavemente, por un instante, el tiempo parecía detenerse, y Vraken se permitió saborear la tranquilidad de ese momento. Pero se puso de pie con la ayuda de sus concubinas, sintiendo el peso del cansancio en cada músculo de su cuerpo. Su mente aún zumbaba con la intensidad del placer compartido, pero la realidad de su olor y suciedad lo regresaron a la realidad.

— Vayan y preparen un baño, quiero limpiarme la sangre —ordenó, su voz resonando con autoridad a pesar del tono fatigado—. Y traigan algo para comer, deseo llenar mi estómago.

— Como desees, mi señor. Te prepararemos el baño y te traeremos algo de comer —respondió Aeliana con su habitual tono de devoción, sus ojos brillando con preocupación por el bienestar de Vraken.

— Nos aseguraremos de que estés bien atendido —añadió Lisandra, su voz resonando con una mezcla de afecto y lealtad hacia su señor.

— Cualquier cosa por tu comodidad y bienestar, Vraken —concluyó Sylia, su expresión serena pero determinada mientras se preparaba para cumplir con la tarea encomendada.

Con una última mirada de agradecimiento, Vraken observó cómo sus concubinas se apresuraban a cumplir con sus órdenes, comprendiendo la importancia de su tarea. Aeliana, Lisandra y Sylia se miraron entre sí, intercambiando un gesto de determinación antes de dirigirse hacia la parte trasera de la tienda para cumplir con las órdenes de su señor. Mientras tanto, él se preparaba para sumergirse en el baño caliente que pronto estaría listo, permitiéndose un breve momento de descanso antes de enfrentar las adversidades que seguramente esperaban más allá de las paredes de su tienda. Las tres mujeres, aún entrelazadas con él, llevaron a Vraken a la zona de baño dentro de la tienda. Aeliana comenzó a llenar la tina de madera con agua tibia, mientras Lisandra y Sylia se movían con diligencia para juntar comida y bebida, ansiosas por saciar el hambre de su señor. Trabajaron en silencio, con movimientos coordinados que reflejaban su devoción y amor por Vraken.

Una vez que el baño estuvo listo, Aeliana lo ayudó a desvestirse con cuidado, sus manos suaves deslizándose con ternura sobre su piel fatigada. Con gestos delicados, lo ayudaron a bajar suavemente al agua reconfortante, donde el calor abrazador empezó a aliviar la tensión de sus músculos cansados. Mientras tanto, Sylia y Lisandra continuaron con sus labores, preparando la comida con movimientos rápidos y eficientes. Los aromas tentadores de los manjares recién cocinados llenaron la tienda, prometiendo un festín reconfortante después de la agotadora batalla. Con cada plato dispuesto con esmero, las mujeres presentaron el banquete ante Vraken, sus ojos llenos de preocupación y afecto mientras esperaban su reacción.

Lisandra extendió el plato de comida hacia Vraken con una sonrisa amorosa. — Por favor, come y recupera fuerzas, mi amor—dijo Lisandra con dulzura, su voz llena de preocupación genuina por el bienestar de su señor. —Sí, estamos aquí para ayudarte en todo lo que necesites, Vraken—agregó Sylia con una mirada comprensiva, sus ojos reflejando una devoción inquebrantable hacia él.

Vraken aceptó el plato con gratitud, agradecido por la atención y el cuidado de sus concubinas. Mientras saboreaba la comida reconfortante, se le ocurrió una idea repentina que provocó una chispa traviesa en sus ojos.

—Perfecto— dijo con una sonrisa pícara. —Ahora, únanse a mí en la bañera y atiendan a su señor—. Las concubinas de Vraken intercambiaron miradas, una mezcla de anticipación y adoración brillando en sus ojos.

Sabían exactamente lo que él quería de ellas, y estaban más que dispuestas a complacerlo en cada deseo. Sin demora, Aeliana, Lisandra y Sylia se desnudaron con gracia, revelando sus cuerpos esculpidos por la lujuria y la devoción, y se unieron a Vraken en el cálido abrazo del agua, sus formas resbaladizas fusionándose en un éxtasis compartido.

—Como ordenes, mi señor —Aeliana respondió con voz suave pero firme, demostrando su disposición para cumplir con cualquier petición que Vraken pudiera tener. Lisandra se acercó con una expresión de devoción en sus ojos.

—Estamos a tus órdenes, Vraken —dijo con sinceridad, sus palabras cargadas de lealtad y afecto hacia su señor. Sylia sonrió con dulzura, sus ojos brillando con una intensidad apasionada.

—Tus deseos son un placer para nosotros —murmuró con reverencia, mostrando su disposición para satisfacer cada capricho de Vraken con amor y dedicación.

Mientras tanto, Aeliana comenzó a lavarle el pecho y los brazos con manos suaves, haciendo espuma con el jabón y deslizándolo sobre su piel con cuidado y ternura. Lysandra se ocupó de su espalda, sus dedos expertos acariciando cada centímetro de su piel, eliminando los rastros de la batalla con movimientos delicados pero efectivos. Mientras tanto, Sylia se ocupó de sus piernas y pies, su tacto tierno y amoroso transmitía una sensación de confort y bienestar a Vraken. Trabajaron en armonía, cada una desempeñando su papel con gracia y dedicación, sus acciones formando una danza de cuidado y deseo que envolvía a Vraken en un abrazo reconfortante y sensual.

El cuerpo de Vraken se relajó bajo el cuidado de sus concubinas, y la tensión de los acontecimientos del día comenzó a desvanecerse lentamente. Ellas eran el antídoto perfecto contra su estrés, el bálsamo calmante para su alma cansada y agotada por la batalla. Cuando terminaron de lavarlo con esmero, se movieron con gracia y diligencia para servirle la comida, sin apartar la mirada de él mientras llevaban bocados de comida a sus labios con delicadeza.

Vraken miró a Aeliana con un brillo travieso en los ojos.

—Aeliana, ven a mí —ordenó con voz ronca, su deseo palpable en cada palabra.

—Las demás, continúen alimentándome —añadió, su tono lleno de autoridad mientras indicaba que quería ser atendido de una manera particular por Aeliana, mientras las otras dos concubinas seguían cuidando de él de otra forma.

Con cada bocado, Vraken se sentía cada vez más complacido, su cuerpo respondiendo al toque sensual que recibía. Aeliana balanceaba sus caderas con suavidad, su calor húmedo deslizándose sobre su eje, mientras sus pechos se balanceaban tentadoramente cerca de sus labios. Mientras tanto, Lysandra y Sylia se turnaban para alimentarlo, manteniendo sus ojos fijos en él, sus propios deseos latiendo con intensidad justo debajo de la superficie. La intimidad de la escena era embriagadora, el aire impregnado de promesas no expresadas y placer compartido. Las manos de Vraken recorrían las caderas de Aeliana, Lisandra y Sylia, acercándolas, sus cuerpos entrelazados en una danza erótica. El sonido de sus suaves gemidos y los golpes húmedos de su piel entre sí llenaban el baño, una sinfonía de deseo y satisfacción. En ese momento, Vraken se sintió invencible, el estrés de la batalla olvidado mientras se sumergía en la calidez y el amor de sus concubinas. Ellas eran su mundo, su consuelo y su fuente de placer, y él disfrutaba cada momento de su devoción.

A medida que la lujuria de Vraken crecía, agarró con fuerza las caderas de Aeliana, su deseo de reclamarla una vez más consumiéndolo. La atrajo hacia él con intensidad, hundiéndose dentro de su calor húmedo, y comenzó a empujarla con renovado vigor. Aeliana se enfrentó a sus movimientos con entrega, arqueando su cuerpo para recibir cada embestida, sus gemidos de placer mezclándose con los de él en una sinfonía de deseo compartido.

Mientras tanto, Lisandra y Sylia continuaron alimentándolo con sumisión, pero sus manos también bajaron, acariciándolo y provocándolo, su propia excitación palpable en el aire cargado de pasión. Las caderas oscilantes de Aeliana, la sensación de estar completamente llena por Vraken, la enviaron en espiral hacia el clímax. Sus uñas se clavaron en sus hombros, sus gritos de éxtasis llenaron la tienda mientras su cuerpo se estremecía con el placer abrumador de su orgasmo.

Las embestidas de Vraken se hicieron más urgentes a medida que sentía su propio clímax acercarse, la visión del placer de Aeliana llevándolo al límite. Su cuerpo se tensó con fuerza y llenó a Aeliana con su semilla, sus gemidos de éxtasis resonando en la tienda. Juntos, experimentaron un momento de éxtasis compartido, sus cuerpos temblando en la ola de placer que los envolvía, mientras el agua del baño se agitaba con la intensidad de su apasionada unión.

El hambre de Vraken por la satisfacción que le ofrecían sus concubinas aún no se había saciado. Mientras se separaba de Aeliana, su mirada ardiente se posó en Lisandra y Sylia, el deseo palpable en sus ojos, una clara invitación a continuar el festín de placer.

—Colóquense y déjenme saborear la dulzura entre sus piernas —ordenó Vraken con una voz ronca y llena de deseo. Lisandra y Sylia intercambiaron una mirada cargada de anticipación y entusiasmo, entendiendo perfectamente lo que su señor deseaba. Se movieron con gracia para sentarse a horcajadas sobre la cara de Vraken, sus pliegues húmedos y tentadores al alcance de su lengua ansiosa. Sin perder un segundo, Vraken se sumergió en la suavidad de los muslos de Lysandra, su lengua explorando cada pliegue con avidez, mientras sus dedos expertos se deslizaban dentro de Sylia, provocando gemidos de placer en ambas mujeres. Las caderas de Lisandra comenzaron a balancearse, sus gemidos llenaron la tienda mientras la lengua de Vraken hacía su magia en ella. Cada movimiento de sus caderas parecía llevarla más cerca del abismo del placer, mientras sus manos se aferraban a los cabellos de Vraken, instándolo a continuar. Sylia, sintiendo los dedos de Vraken dentro de ella, no pudo contener su deseo y se presionó más contra él, sus gemidos se fusionaron con los de Lisandra en una melodía de éxtasis. La tensión en la habitación era palpable, el aire estaba cargado con la promesa de una liberación inminente.

Las manos de Vraken recorrieron las caderas de Sylia con dedicación, sus dedos se hundieron en su piel con ansia mientras su lengua seguía explorando los pliegues de Lisandra con fervor. Cada movimiento estaba sincronizado, cada acción calculada para aumentar el placer compartido. La intensidad creció con cada instante que pasaba, sus cuerpos se movían en perfecta armonía, impulsados por la necesidad primordial de encontrar la liberación. La habitación estaba impregnada de los olores a sudor, sexo y deseo, mientras se empujaban mutuamente hacia el precipicio del orgasmo, ansiosos por dejarse llevar por la ola de placer que los esperaba al otro lado.

Los gritos de Sylia y Lisandra llenaron la tienda mientras alcanzaban su clímax, sus cuerpos vibraban con la intensidad del placer liberado. La lengua y los dedos de Vraken habían desatado una tormenta de sensaciones que las llevaron al límite, y juntos se sumergieron en las profundidades del éxtasis. Cuando la ola de placer se desvaneció, las tres concubinas se dejaron caer exhaustas sobre él, sus cuerpos temblando con la liberación y el agotamiento. La respiración entrecortada llenó el espacio, el silencio solo interrumpido por el latido de sus corazones acelerados. Vraken yacía allí, rodeado de sus mujeres, cuyos cuerpos ofrecían el consuelo que anhelaba después de la batalla. En ese momento, el mundo exterior desapareció, reemplazado por la calidez del amor y la devoción compartida en la intimidad de su refugio. Por ahora, el mundo podía esperar; en ese momento, estaban disfrutando de unas hermosas mujeres.

Con una sonrisa animal que revelaba su apetito insaciable, Vraken se levantó de la bañera y se acercó a sus concubinas, cuyos cuerpos fruncían todavía bajo el efecto del placer que acababa de experimentar. Tomando a Aeliana, Lysandra y Sylia en sus grandes brazos, los llevó al lecho de pieles de su tienda, el fuego de su lujuria encendido como nunca.

—Recuéstate para mí, mis mujeres —ordeno Vraken y ellas obedeciendo a su amo sin reparos, las mujeres se colocaron en el lecho con timidez y ansiedad, mientras Vraken se deslizaba entre ellas, sus ojos negros llenos de pasión. Iniciando el juego de placeres, su virilidad, todavía firme, penetró primero en Aeliana. Su cuerpo se arqueaba y temblaba, los gemidos de placer de la joven reforzaban la afirmación de poder de su amo. Luego, Vraken se acercó a Lisandra, sus dedos y boca trabajando a un ritmo frenético, provocando en ella una sensación de pavoroso gozo. La sede de dominación de Vraken no parecía tener límites, y al ver cómo cada una de sus concubinas se dejaba llevar por las olas de placer,

La sed de dominación de Vraken no parecía tener límites, y al ver cómo cada una de sus concubinas se dejaba llevar por las olas de placer, su deseo se intensificaba aún más. Sus movimientos eran precisos, calculados para llevarlas al borde del éxtasis una y otra vez, sin dejar resquicio alguno para la contención. Con Aeliana, su amante sumisa, disfrutaba de la entrega total, de la sensación de control absoluto que le otorgaba su sumisión. Cada gemido, cada suspiro, era una afirmación de su poder sobre ella, y Vraken se deleitaba en ello, alimentando su propia lujuria con la devoción de su bella concubina. Con Lisandra, la más audaz y traviesa de sus mujeres, el juego era diferente. Se entregaba a él con una pasión desenfrenada, desafiante incluso en su sumisión. Pero Vraken conocía bien cómo domarla, cómo llevarla al límite y más allá, hasta que sus protestas se convertían en gemidos de puro placer, y su resistencia se deshacía bajo el dominio de su amo. Y luego estaba Sylia, la más dulce y compasiva de todas. Su ternura y cuidado eran un bálsamo para su alma atormentada, pero también despertaban en él un deseo feroz de posesión. Con ella, Vraken se entregaba a la pasión más profundamente, permitiéndose perderse en el éxtasis de su deseo compartido, una unión que trascendía las simples limitaciones del placer físico.

El placer que emanaba de sus concubinas alimentaba el propio deseo de Vraken, envolviéndolo en una espiral de éxtasis y pasión. Con cada embestida, su propia satisfacción crecía, su virilidad respondiendo al estímulo de los gemidos y suspiros que llenaban la habitación. Era un ritual de entrega y posesión, un baile frenético de deseos entrelazados que los llevaba a todos a nuevas alturas de placer. El aroma del sexo impregnaba el aire mientras Vraken se entregaba por completo al momento, sus sentidos saturados por la sensación del calor y la humedad de sus concubinas. Cada una de ellas era única en su forma de responder a su toque, en la manera en que sus cuerpos se contorsionaban y arqueaban bajo sus caricias expertas.

Aeliana, sumisa y entregada, recibía sus embestidas con devoción, su cuerpo envuelto en una mezcla de placer y sumisión que encendía aún más la pasión de Vraken. Lysandra, audaz y traviesa, respondía con igual fervor, desafiando cada límite mientras se entregaba por completo a su amo. Y Sylia, dulce y compasiva, lo recibía con amor y ternura, su conexión emocional elevando la experiencia a nuevas alturas de éxtasis compartido. Juntos, en un frenesí de movimiento y deseo, alcanzaron el clímax una vez más, sus cuerpos convulsionando en un éxtasis compartido que los dejó sin aliento. El clímax llegó como una ola furiosa, arrastrándolos a todos en un torbellino de éxtasis y pasión desenfrenada. Los cuerpos de Vraken y sus concubinas temblaban en un frenesí de placer, cada músculo tensándose con la fuerza del orgasmo. El tiempo parecía detenerse en ese instante, como si el universo entero se redujera a la explosión de sensaciones que los consumía. Los gritos de placer llenaban la habitación, mezclándose en una sinfonía de deleite carnal. Los gemidos de Vraken se entrelazaban con los de Aeliana, Lisandra y Sylia, creando una melodía de pasión y lujuria que resonaba en las paredes de la tienda. Era un momento de total entrega, de abandono completo al placer que los envolvía. Cuando la marea del éxtasis finalmente retrocedió, dejó a Vraken y sus concubinas jadeando y temblando en la estela de su pasión compartida. Los cuerpos sudorosos y saciados se hundieron en el lecho, sus respiraciones entrecortadas llenando el aire mientras se recuperaban del torbellino de sensaciones que habían experimentado. Por un breve momento, todo estaba en paz, envueltos en el éxtasis de su unión. Pero sabían que esta calma sería efímera, que el mundo exterior pronto reclamaría su atención. Sin embargo, por ahora, se permitieron perderse en el éxtasis del momento, saboreando la dicha de su conexión íntima y la pasión que los unía.

El deseo ardía en los ojos de Vraken mientras se entregaba al frenesí de su pasión desenfrenada. Sus movimientos eran impulsados por una fuerza primal, una necesidad incontenible de poseer a sus concubinas con una intensidad sin límites. Cada golpe, cada roce, era una manifestación de su dominio y su deseo insaciable. Aeliana, Lisandra y Sylia gemían y se retorcían bajo su feroz entrega, sus cuerpos respondiendo al torrente de sensaciones que los envolvía. Para ellas, el dolor se entrelazaba con el placer, una danza tumultuosa de pasión y sumisión que las consumía por completo. Cada marca dejada por las manos de Vraken era un recordatorio de su poder y su deseo voraz. En medio de la vorágine de sensaciones, Lisandra y Sylia encontraron consuelo en el abrazo del otro, buscando refugio en su unión mientras enfrentaban juntas la tormenta de placer y dolor. Su conexión les daba fuerzas para soportar la arremetida de Vraken, cada gemido compartido un testimonio de su complicidad y su devoción mutua.

El peso de Vraken sobre Aeliana era abrumador, pero ella se aferraba a las sábanas con fuerza, su cuerpo temblando con la expectativa del siguiente embate. Cada golpe era como un martillo que la llevaba más cerca del abismo del placer, su alma resonando con el eco de su posesión por parte de su amo. Sylia, entregada por completo a los estruendos de la carne, se dejaba llevar por la tormenta de sensaciones que la envolvía, cada embestida una afirmación de su sumisión a Vraken. Mientras tanto, Lysandra, con los ojos cerrados, se abandonaba al éxtasis de ser tomada por él, cada mordisco en su cuello desatando una cascada de gemidos y susurros en honor a su amo. Vraken no mostraba clemencia, su deseo y crueldad se entrelazaban en una danza oscura y embriagadora. Su atención devoradora, cada una de sus concubinas era un tesoro que él disfrutaba conquistando. Con cada embestida, su corazón latía más rápido, sus ojos brillaban con una lujuria feroz, un hombre del que nadie podía escapar, ni quería hacerlo. Los gemidos y los gritos llenaban el aire, mezclándose con el olor de la pasión desenfrenada. El ambiente estaba cargado con la electricidad de la entrega absoluta, las mujeres sometiéndose sin reservas a la voluntad de su amo, agradecidas por el placer exquisito que solo él podía brindarles.

La luz plateada de la luna se filtraba a través de las telas de la tienda, pintando el interior con un resplandor irreal que iluminaba el espectáculo de poder y deseo que Vraken encarnaba. Su virilidad se movía con una rapidez implacable, cada embestida una afirmación de su dominio sobre las mujeres que yacían a su merced. El clímax se acercaba rápidamente, el éxtasis al borde de desbordarse en una marea de placer y satisfacción. Vraken, al sentir el pulso de la pasión alcanzando su punto máximo, se dejó llevar por la tormenta de sensaciones, liberando su semen en un torrente salvaje de placer sobre sus concubinas. Las mujeres, marcadas por el amor violento y apasionado de su amo, se dejaron llevar por la oleada de satisfacción que los envolvía, sus cuerpos temblando con la intensidad del éxtasis compartido. Las marcas rojas dejadas por Vraken en sus cuerpos eran la prueba tangible de su amor ardiente y destructor, un testimonio de la pasión desenfrenada que los unía en ese momento de éxtasis.

Con una expresión de posesión, Vraken se sentó en el borde de la cama, su mirada recorriendo con deleite los cuerpos exquisitamente marcados de Aeliana, Lisandra y Sylia. Cada curva, cada marca de su pasión, era un testimonio tangible de su dominio y de la entrega absoluta de sus concubinas. El ambiente estaba impregnado de una atmósfera de paz y satisfacción, las tres mujeres sumidas en un sueño tranquilo después del frenesí de deseo y placer que habían compartido con su amo. Vraken, con su virilidad aún rígida, se regocijaba en el espectáculo de su conquista, saboreando el poder y la autoridad que ejercía sobre ellas. Era el amo absoluto de su mundo privado, un gobernante cuyos deseos eran ley y cuya voluntad era incontestable.

Vraken estaba desnudo y sudoroso, su enorme polla erecta y cubierta por los fluidos de sus concubinas, acababa de follar a tres de sus hermosas concubinas hasta que se desmayaron, pero Vraken quería más, su polla estaba dura y con ganas de follar un coño. Pero antes de perderse en sus deseos y salir a buscar una prostituta del campamento, la tela de su tienda se movió y la princesa Elice entró. —Mi-mi señor Vraken, quería agradecerle por ayudar a mi padre a ganar la batalla y... —dijo Elice mientras entraba con un tono de voz tímido, pero al ver la enorme figura y la enorme, gorda y dura polla de Vraken su rostro se volvió de un carmesí profundo. El corazón de Vraken latía con fuerza por la intensidad del encuentro reciente, su cuerpo aún zumbando con la energía del deseo insatisfecho. Cuando la tela de la tienda se movió y Elice entró, su presencia trajo consigo una pausa momentánea en la atmósfera cargada de lujuria. Vraken, desnudo y sudoroso, se volvió hacia ella, su mirada oscurecida por la excitación, pero también teñida de una sorprendente ternura al verla allí parada, tan tímida y vulnerable.

—Elise —murmuró Vraken, su voz resonando en la tienda con una calma que apenas reflejaba la tormenta de pasión que lo envolvía—. El rostro de Elise se sonrojó cuando vio la figura desnuda de Vraken y su enorme, gorda y erecta polla. Inmediatamente se cubrió el rostro con las manos, avergonzada, y quiso irse, pero antes de que pudiera hacerlo, la voz de Vraken la detuvo. Elise se congeló, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda. —No te vayas, Elise, déjame mostrarte mi gratitud por expresar tu gratitud —dijo Vraken, con la voz ronca por el deseo. Dio un paso adelante, su polla rebotando con cada paso, hasta que estuvo justo frente a ella. La intensidad de su mirada la taladró, dejándola sin aliento. Su corazón latía con fuerza en su pecho, su cuerpo temblaba bajo su escrutinio. Dudó, sin saber qué hacer, pero el atractivo de su prometido era demasiado para resistirse. Su cuerpo dolía por él, sus pezones se endurecieron y su coño se humedeció ante la idea de estar con él, sus rodillas débiles por la anticipación.

—No tengas miedo, Elise —Vraken extendió la mano, su gran mano agarró su barbilla, obligándola a mirarlo a los ojos, con su intención clara. —No tienes nada que temer de mí —susurró Vraken, su voz era un gruñido ronco, mezclado con deseo. Su otra mano, grande y áspera, alcanzó la parte de atrás de su vestido y lo bajó, dejando al descubierto sus deliciosos, enormes, firmes y llenos senos, que complementaban perfectamente su diminuta cintura, sus anchas caderas y su enorme y redondo trasero. Sus pezones, tímidos y sensibles, se endurecieron al ver a su prometido. Su vestido blanco cayó suavemente al suelo, exponiéndola por completo. Elise, sintiéndose dominada y utilizada, tembló de anticipación y miedo, pero un fuego de deseo ardía en su vientre, haciéndola querer sentir la dura y gruesa polla de Vraken dentro de su apretado y goteante coño. Sus ojos se encontraron con los de Vraken, suplicándole que la tomara y que cumpliera sus deseos.

—Tu gratitud... se puede expresar mejor de otras maneras —con eso, se inclinó, su cálido aliento rozó su oreja, mientras susurraba: —A menos que quieras irte, claro —sus dedos recorrieron su brazo, provocando un temblor a través de ella, quería que se sintiera expuesta y vulnerable. La atmósfera en la tienda se cargó con una tensión palpable cuando Vraken se acercó a Elise, su presencia imponente ,Vraken dejó escapar un gruñido de aprobación al ver su suculento cuerpo, expuesto y temblando ante él. Su deseo por ella era abrumador, su polla se movía con entusiasmo. Con manos hábiles, él ahuecó sus pechos, sus grandes pulgares rodaron sobre sus sensibles pezones, provocando un suave gemido de ella. Elise, con su timidez a flor de piel, sintió su corazón latir con fuerza ante la proximidad del hombre que estaba destinado a ser su marido, pero cuyo poder y presencia la abrumaban.

Los ojos azules de Vraken, intensos y penetrantes, la atraparon en un torbellino de emociones encontradas. Por un lado, estaba el miedo a lo desconocido, a lo que estaba a punto de suceder entre ellos. Por otro lado, había una chispa de excitación, una curiosidad por descubrir qué se escondía detrás de la máscara del guerrero feroz. El roce de sus dedos en los de ella envió un escalofrío por su espalda, haciendo que se estremeciera ante la electricidad que parecía pasar entre ellos. ¿Podría confiar en él? ¿Podría confiar en sus propios deseos y permitirse entregarse a la pasión que crecía dentro de ella?

Las palabras de Vraken resonaron en su mente, invitándola a explorar las profundidades de su gratitud de una manera más íntima. ¿Quería irse, o quería quedarse y descubrir lo que el destino tenía reservado para ellos? Con cada prenda que caía al suelo, una sensación de liberación y anticipación se apoderaba de ella, preparándola para el siguiente capítulo de su vida junto a este hombre cuyo poder y pasión eran tan irresistibles como aterradores.

El contacto de los dedos de Vraken sobre la piel de Elise desató una tormenta de sensaciones en su interior. Su timidez y sumisión se mezclaban con la curiosidad y el deseo que ardían dentro de ella. Nunca antes había estado tan cerca de un hombre, y mucho menos había experimentado la desnudez y la intimidad de esa manera. Criada en la protección de su castillo y hogar, las historias sobre la brutalidad de los norteños habían sembrado semillas de temor en su mente, pero también despertaron una fascinación por el hombre que tenía delante. Los pezones de Elise se endurecieron y su entrepierna se humedeció, revelando el conflicto interno que la consumía. Sabía que Vraken podía percibir su virginidad, una fragilidad que la llenaba de un miedo aún mayor. —Yo... no sé cómo complacerlo, mi señor... —murmuró con voz temblorosa, luchando por encontrar las palabras adecuadas mientras lo miraba con ojos amatista llenos de una mezcla turbulenta de emociones. A pesar del temor que la embargaba, el toque de Vraken la reconfortaba de alguna manera, como si la atrajera hacia un abismo de pasión y placer desconocido. El latido acelerado de su corazón resonaba en su pecho, marcando el ritmo de una experiencia que cambiaría su vida para siempre.

Vraken sonrió, apreciando la vista que tenía ante él. Extendió la mano, la agarró por la cintura y la levantó sobre el lecho de pieles, el mismo donde sus concubinas acababan de entregarse al placer. Elise, con el cuerpo temblando, se tumbó sobre las pieles, con las piernas ligeramente separadas, dejando al descubierto su coño afeitado, apretado y goteante. Vraken, con los ojos llameantes, se subió a la cama y se sentó a horcajadas sobre ella. Su enorme, gruesa y dura polla se frotó contra su muslo, haciéndola gemir suavemente. Él agarró sus manos y las sujetó por encima de su cabeza con una mano, mientras que la otra comenzó a acariciar sus grandes pechos, jugando con sus sensibles pezones, haciéndola gemir más fuerte. Elise, siendo dominada y utilizada por Vraken, su prometido, y sintió un fuego de lujuria encenderse dentro de ella, haciéndola querer ser tomada por él, sentir su gruesa y dura polla profundamente dentro de su apretado y húmedo coño. Ella lo anhelaba, su cuerpo temblaba, lista para someterse a su voluntad.

—No hay necesidad de preocuparse, Elise —susurró, con una calma que contrastaba con la pasión que ardía en su interior—. Déjate llevar y te mostraré los placeres de la carne —añadió, su mirada intensa clavada en la suya mientras separaba sus piernas, revelando el tesoro virginal entre ellas. Vraken se lamió los labios, su mirada recorrió su cuerpo, memorizando cada curva, cada centímetro de su belleza. Podía sentir su polla palpitar de necesidad, exigiendo liberación. Él apretó su boca contra la de ella, su beso hambriento y posesivo, dominándola por completo. Rompió el beso, su hermoso y afeitado coño brillaba de excitación. Los ojos de Vraken se oscurecieron aún más, su excitación era palpable. —Abre bien esas piernas, mi princesita —ordenó con voz pedregosa. Elise no necesitó que se lo dijeran dos veces, ella obedeció de inmediato, sin apartar sus ojos de los de él. Sabía, en el fondo, que eso era lo que quería, lo que ansiaba, y se sentía impotente ante el embriagador atractivo de su prometido.

Una sonrisa juguetona cruzó el rostro de Vraken incapaz de resistir más la tentación, soltó las manos de Elise y las reemplazó con sus dedos, empujándolos dentro de su húmedo y apretado coño. Mientras su mano se posaba sobre el montículo de Elise, acariciando suavemente su clítoris con movimientos circulares. Vraken, Comenzó a tocarla, estirándola, preparándola para la invasión de su enorme polla

Sus caderas se sacudieron ante su toque, su necesidad por él empujándola al borde de la locura. Sus suaves gemidos llenaron la tienda, una mezcla de placer y deseo, su cuerpo desesperado por la satisfacción que sólo su prometido podía brindarle. Mientras los dedos de Vraken entraban y salían de ella, su cuerpo temblaba y el lecho de pieles debajo de ella se movía con sus movimientos. Sus ojos se encontraron con los de Vraken, su mirada suplicante rogándole que la tomara, que la reclamara como suya, su cuerpo arqueándose con el placer que recorría cada fibra de su ser. Con maestría, Vraken continuó su exploración, deslizando sus dedos expertos dentro de ella, preparándola para el momento en que la reclamaría por completo. El éxtasis estaba al alcance, pero justo en el momento cumbre, él se apartó, dejando a Elise temblando al borde del abismo, con los ojos llenos de hambre y promesas sin cumplir. El temblor en el cuerpo de Elise era palpable mientras luchaba con las nuevas sensaciones que despertaba el toque de Vraken.

Vraken quien sacó sus dedos del húmedo y resbaladizo coño de Elise y los reemplazó con su lengua grande y áspera. Comenzó a lamer y besar la parte interna de sus muslos, haciéndola retorcerse de anticipación antes de llegar a su clítoris hinchado y sensible. Él comenzó a mover su lengua contra él, haciéndola gemir y arquear la espalda, su cuerpo temblando ante la sensación. Elise, completamente a merced de Vraken, sintió que su orgasmo crecía dentro de ella, el placer era intenso y abrumador. Sus caderas se sacudieron contra su cara, queriendo más, necesitando más. Mientras Vraken continuaba burlándose y atormentándola, supo que no podría contenerse por mucho más tiempo. Su cuerpo se tensó, la euforia de su inminente clímax la invadió y su aliento se quedó atrapado en su garganta. Sus palabras, apenas audibles entre gemidos entrecortados, revelaban su deseo urgente de más.

—Por favor, mi señor, quiero más —gimió, su voz temblorosa resonando en la tienda, impregnada de anhelo y necesidad. El placer que había experimentado la había dejado hambrienta de liberación, y ansiaba que Vraken la llevara al éxtasis una vez más. La sonrisa de Vraken se amplió ante su súplica, sus ojos brillaban con una intensidad irresistible mientras se colocaba entre las piernas de Elise.

—Dime, Elise. Ruega por mi polla —exigió, su voz llena de dominio y deseo.

Los ojos de Elise se abrieron con sorpresa ante su orden, su respiración entrecortada revelaba la lucha interna que estaba librando. La audacia de la solicitud de Vraken la dejó momentáneamente sin aliento, pero su necesidad ardiente y su anhelo de satisfacción finalmente vencieron a su inocencia.

—P-por favor, mi señor... Quiero tu polla dentro de mí... Lléname —tartamudeó, el rubor tiñendo sus mejillas mientras admitía su deseo más profundo con una vulnerabilidad conmovedora. Sus palabras resonaron en la tienda, cargadas de entrega y pasión, mientras imploraba por la unión que la consumiría por completo.

Vraken observó con una intensidad feroz mientras Elise seguía sus órdenes, su mirada penetrante abarcando cada movimiento de la joven con una mezcla de deseo y dominación. La visión de ella, arrodillada y sumisa, le provocaba una excitación palpable, y su polla palpitaba con ansias de más. —Ponte en cuatro ante mí, quiero probar lo obediente que eres —ordenó Vraken, su voz resonando en la tienda con una autoridad que dejaba poco espacio para la resistencia—. Usa esa linda boquita y dame placer, no importa si no sabes cómo, solo chupa y lame.

La orden de Vraken dejó a Elise momentáneamente confundida, pero su necesidad de complacerlo superó sus dudas. Reuniendo todo su valor, se quitó las pieles y se puso sobre manos y rodillas, con las mejillas sonrojadas y los ojos bajos. Con un corazón latiendo desbocado en su pecho, comenzó a arrastrarse hacia él, cada movimiento impulsado por el deseo de satisfacer a su señor. Al llegar a su lado, una breve vacilación cruzó su mente, sus ojos se desviaron hacia las concubinas que yacían desmayadas sobre las pieles, pero la orden de Vraken la impulsó a continuar. Bajando la cabeza obedientemente, sacó la rosada lengua y probó el líquido preseminal que goteaba de la hinchada polla de Vraken. El sabor y la sensación le resultaron desconocidos pero excitantes, y sus mejillas se colorearon aún más ante la experiencia. Con una timidez palpable, Elise intentó seguir las instrucciones tácitas de Vraken, lamiendo y chupando su gran eje con una torpeza que denotaba su inexperiencia, pero su deseo ardiente por complacerlo era evidente en cada gesto. Los suaves gemidos que escapaban de sus labios mientras trabajaba en su tarea revelaban la mezcla de excitación y nerviosismo que la embargaba, pero su determinación por satisfacer a su señor era indomable.

Vraken la observó con intensidad mientras ella se esforzaba por seguir sus instrucciones, su mano acariciando su cabello dorado con una firmeza gentil, guiando sus movimientos con confianza.

—Buena chica —la elogió con un tono profundo que hizo estremecer a Elice de excitación y nerviosismo—. Así, sigue adelante.

Él la miró con deseo mientras ella ansiosamente buscaba complacerlo, sus rasgos delicados enrojecidos por la anticipación, su cuerpo listo para ser poseído, lo que provocó una oleada de lujuria a través de él.

—Ahora, abre esa boquita y trata de meter mi polla en tu linda boca —ordenó Vraken, sus ojos brillando con deseo mientras la miraba. La mano de Vraken envolvió su polla, guiándola hacia su cara, permitiéndole respirar su almizcle, oler su dominio. Los labios de Elise todavía envolvían la enorme cabeza de su polla cuando escuchó la orden, y sus ojos se abrieron de par en par mientras lo miraba, sus labios se separaron lentamente mientras lo soltaba. Llenos de aprensión, se preparó para obedecer, abriendo mucho la boca y sacando nuevamente su lengua rosada para humedecer sus labios en preparación. Con un movimiento cauteloso pero determinado, ella bajó la cabeza, sintiendo cómo su polla se deslizaba entre sus labios entreabiertos, la cabeza desapareciendo más allá de sus dientes en un gesto de sumisión y entrega. Sus ojos nunca dejaron los de ella y la demanda tácita era clara. Los ojos de Elise se abrieron, pero no dudó, abrió la boca y tomó la cabeza de su enorme y gruesa polla dentro. Su lengua pasó por la punta sensible, provocándolo. Él gimió y apretó su agarre sobre su cabello. Lentamente la alimentó con más polla, observándola luchar por acomodarse al grosor. Sus labios se estiraron alrededor de su circunferencia, sus mejillas se hundieron mientras lo tomaba más profundamente. Vraken disfrutó de la vista, de su afán por complacerlo, de ser dominada, de ser utilizada. Sacó su polla de sus labios, dándole un momento para recuperar el aliento.

Elise sintió cómo su cuerpo respondía a la abrumadora sensación de tener la enorme polla de Vraken en su boca. Las arcadas la sacudieron, sus ojos se llenaron de lágrimas, pero aún así, persistió, decidida a satisfacer a su amo. Con la mano de Vraken guiándola, comenzó a mover la cabeza, llevándolo más profundamente con cada embestida, sus ojos fijos en los suyos. El rubor en sus mejillas intensificó, revelando su inexperiencia, pero su determinación de complacerlo no menguó. Cada succión, cada movimiento, estaba impulsado por su deseo de satisfacerlo. El sabor y la sensación de su polla en su boca enviaban oleadas de placer a través de ella, mientras su propio coño se humedecía aún más.

—Buena chica —la elogió Vraken una vez más, sus ojos centelleando con un hambre y una lujuria oscura que la hicieron estremecerse. El pecho de Elise se agitaba mientras luchaba por recuperar el aliento, pero de repente, sintió cómo Vraken tomaba su cabeza, instándola a tomar más de él. Sus ojos se abrieron ampliamente cuando sintió la longitud de su polla empujando más profundamente en su garganta, su rostro ahora enterrado a casi la mitad de su miembro. La sensación era abrumadora, la circunferencia y el grosor la estiraban hasta límites insoportables. A pesar de las arcadas y las lágrimas, su determinación permanecía firme. La piel áspera de su polla rozaba sus suaves labios, su garganta virgen siendo usada bruscamente estaban enviando escalofríos por todo su cuerpo. Aunque tosió y su cuerpo convulsionó involuntariamente, continuó, obedeciendo su orden con valentía. Sus luchas solo parecían avivar el deseo de Vraken, sus manos aferrándose a su cabello con fuerza mientras la veía someterse a él con deleite.

La polla de Vraken latía en su garganta, su vena palpitando contra la parte posterior de su boca, y él dejó escapar un gemido ronco, sintiendo cómo su lujuria crecía. La mantuvo en su lugar, su sumisión y disposición volviéndolo loco de deseo. Sin embargo, Vraken resistió el impulso de correrse por ahora; ansiaba sentir su apretado y virginal coño envolviéndolo. Con un último empujón, la apartó, su polla brillando con su saliva.

—Suficiente por ahora —gruñó, su voz llena de anhelo. La levantó y la colocó boca arriba, con las piernas bien abiertas. La miró fijamente, contemplando su forma húmeda, sonrojada y vulnerable.

—¿Estás lista para que te la lleven, mi hermosa e inocente flor? — gruñó, enviando escalofríos por su espalda. Ella asintió, temblando de anticipación, con los ojos fijos en los de él. Sin previo aviso, Vraken empujó profundamente dentro de ella, llenándola completamente con su enorme longitud.

Elise gritó, la sensación la abrumaba. Vraken comenzó a moverse, sus embestidas eran ásperas y dominantes, tomándola como la virgen que era. Su cuerpo se balanceaba con cada impacto, su coño con finas lineas de sangre de su desfloración se apretaba alrededor de él, sus pezones dolían por atención, sus gemidos de placer se hacían más fuertes con cada momento que pasaba. Vraken no pudo contenerse más y el placer llegó a un punto álgido. Envolviendo su mano alrededor de su garganta, lo suficiente para controlarla, reclamó su boca en un beso abrasador, mientras su otra mano tiraba de sus sensibles pezones. La combinación de dolor y placer llevó al límite a Elise, su orgasmo la invadió, su coño palpitaba alrededor de su polla. 

La cruda intensidad de las embestidas de Vraken enviaba sacudidas de sensaciones que recorrían el cuerpo de Elise. Cada golpe la llevaba más profundamente al reino del placer, su mente se nublaba mientras se perdía en el ritmo. Sus palabras, una mezcla de elogios y degradación, solo parecían avivar las llamas, alimentando su deseo. Sus pezones se endurecían bajo su manejo brusco, sus gemidos se hacían más fuertes, resonando dentro de los límites de la tienda. Sus besos y mordiscos en su cuello dejaban un rastro de marcas rojas, su cuerpo se arqueaba ante su toque. La sensación de estar llena, de ser utilizada y reclamada por él, era embriagadora. Mientras él continuaba asolándola, su cuerpo se tensaba, las primeras oleadas de un orgasmo crecían dentro de ella. Sus ojos se abrieron, su respiración se entrecortó y un grito bajo escapó de sus labios. El ritmo implacable de Vraken la empujaba cada vez más cerca del límite, su cuerpo temblaba cuando alcanzó la cima del éxtasis, su orgasmo la atravesó como un maremoto. Sus jugos cubrieron su polla, su coño lo apretó con fuerza mientras se corría, su cuerpo temblaba.

La visión del orgasmo de Elise, su cuerpo retorciéndose debajo de él, fue el detonante final de Vraken. Sus caderas se sacudieron, su polla se hinchó dentro de ella y un gruñido gutural escapó de su garganta. Su semilla brotó de él, llenándola por completo, mucho más de lo que su coño no probado estaba preparado para lo que estaba preparado. Ola tras ola de su semen caliente la inundó, derramándose de su coño demasiado lleno, pintando sus muslos con su esencia. Continuó empujando, penetrando profundamente en ella, su cuerpo temblando cuando lo último de su liberación se derramó dentro de ella. Se desplomó sobre ella, su pecho palpitaba mientras recuperaba el aliento, su polla rígida todavía dentro de ella. La habitación se llenó con el aroma de sus fluidos mezclados, un testimonio de la pasión cruda y primaria que acababa de desarrollarse. Los ojos de Vraken se encontraron con los de Elise, su expresión era una mezcla de satisfacción y posesión.

—Ahora eres mía —murmuró, con la voz llena de deseo. —Y te tendré cuando quiera —Las palabras flotaron en el aire, una promesa y una amenaza, cuando él comenzó a retirarse, su polla la dejó estirada y llena con su semilla, sin su virginidad. Los besos dominantes de Vraken siguieron a sus palabras, sus labios chocaron contra los de ella con un fervor salvaje, reclamándola tan a fondo con su boca como lo había hecho con su cuerpo.

Elise yacía allí en sus brazos, todavía disfrutando del resplandor de su primera e intensa experiencia, con el cuerpo resbaladizo por los fluidos combinados. Se sentía pequeña en el abrazo de Vraken, su delicada figura de uno cincuenta y cinco, eclipsada por su gran tamaño de dos con cuarenta, pero el contraste sólo parecía mejorar su conexión. Cuando sus labios se separaron, ella lo miró, sus ojos se llenaron con una mezcla de deseo, vulnerabilidad y una nueva comprensión de su lugar como su prometida, y ahora, su conquista. Mientras yacían allí, enredados en los brazos del otro, el dominio de Vraken había quedado muy claro. Elise, por su parte, se sintió a la vez asustada y eufórica por el nuevo y emocionante mundo que él le había presentado. El poder que ejercía sobre ella, tanto física como emocionalmente, era un vicio seductor, y ella sabía que, como él había dicho, ahora era irrevocablemente suya.

Vraken salió de ella y su polla volvió a la vida, palpitando con un deseo renovado. Él le dio la vuelta, le presentó su trasero redondo y maduro, y la vista provocó una oleada de lujuria a través de él. Su mano aterrizó en su trasero, su mano abierta golpeando sus maduras mejilla dejando una marca roja con la forma de su mano. Se acomodo detrás de ella, su polla presionando contra sus pliegues húmedos. La lujuria en sus ojos coincidía con el hambre en su alma, la necesidad animal de poseerla lo consumía. Él agarró sus caderas, su empuje contundente mientras la penetraba por detrás, su ritmo era áspero y agresivo. Los sonidos húmedos y vulgares de su unión llenaron la tienda, cada embestida resonando en el aire caliente y cargado de deseo. Los deliciosos y lascivos gemidos de Elise se mezclaban con los gruñidos de Vraken, creando una sinfonía de pasión cruda y salvaje.

Elise jadeó, su cuerpo reaccionó inmediatamente al nuevo asalto. Sus gemidos llenaron la tienda, sus caderas se sacudieron para encontrarse con las de él cada vez que él la penetraba. La naturaleza primitiva de su acoplamiento, su vulnerabilidad a la vista, intensificó su conexión, las líneas entre el placer y el dolor se desdibujaron cuando Vraken la reclamó mas duramente. Los sonidos de sus cuerpos chocando, la mezcla de dolor y éxtasis grabada en el rostro de Elise y la visión de su cuerpo arqueándose para aceptarlo, llevaron la lujuria de Vraken a nuevas alturas. La habitación se llenó con el embriagador aroma de su relación amorosa, mientras el poderoso señor continuaba tomando sin piedad lo que consideraba su legítima posesión. Cada embestida era un recordatorio de su dominio, de su poder sobre ella, y Elise se entregaba a él con cada fibra de su ser, encontrando una extraña liberación en su sumisión a su amante dominante.

Las poderosas embestidas de Vraken dejaron su marca en el trasero de Elice, sus contundentes caderas dejaron un patrón de huellas rojas en su suave carne. Sus gritos se hicieron más fuertes, su cuerpo se movía en perfecta sincronización con el de él. Sus nudillos estaban blancos mientras agarraba las pieles, su placer se acercaba a su punto máximo. La mezcla de dolor y placer era embriagadora, llevándola hacia otro clímax, su cuerpo tenso y temblando bajo el de él. La propia liberación de Vraken se avecinaba, la visión de su hermoso y maltratado cuerpo empujándolo al límite. Con cada embestida, sentía su propia liberación acercarse, la tensión acumulada en sus músculos se liberaba con cada movimiento. El éxtasis estaba al alcance, una tormenta de sensaciones que se avecinaba. Elise estaba a punto de caer en el abismo del placer, sus gritos de éxtasis se mezclaban con los gruñido de él, mientras sus cuerpos se fundían en una danza ardiente de deseo y pasión desenfrenada.

Sintió la cálida ráfaga de su semilla una vez más, su orgasmo se estrelló sobre él. Él rugió, su liberación llenándola una vez más, los espasmos de su polla llevándola al límite. Su orgasmo la invadió, su cuerpo convulsionó, sus gritos de éxtasis se mezclaron con sus gruñidos de posesión. A medida que las olas retrocedieron, Vraken se desplomó sobre su espalda, con el pecho agitado mientras recuperaba el aliento. Él yació allí por un momento, su polla todavía dentro de ella, el aire espeso con el aroma de su pasión.

Elise yacía allí en sus manos, el conocimiento de las nuevas profundidades de placer y sumisión que había descubierto carcomiendo su mente. Entre jadeos, Vraken deslizó una mano por la espalda de Elixe, acariciándola suavemente, como si quisiera calmarla después de la tormenta. Sus respiraciones se sincronizaron lentamente mientras el mundo a su alrededor se desvanecía, dejándolos solos en su burbuja de intimidad y lujuria. El tiempo parecía detenerse mientras se perdían en el éxtasis posterior, sus cuerpos aún entrelazados en un abrazo íntimo. Para Elise, cada latido de su corazón parecía resonar con la realidad del nuevo mundo que había entrado, un mundo donde el deseo y la sumisión se entrelazaban en una danza eterna de placer y posesión.

Vraken, aún palpitando con el deseo, extendió la mano y agarró la cabeza de Elise, atrayéndola hacia él. Empujó su polla contra sus labios, indicándole que lo chupara y usara su boca para ayudarlo a recuperar sus fuerzas. Elise, todavía en una neblina post-orgásmica, siguió su orden, su boca se envolvió alrededor de su eje una vez más, su lengua se movía sobre la cabeza mientras trabajaba para limpiar y mojar su polla aún dura. La sensación de su boca caliente y húmeda alrededor de él provocó un gemido de placer de Vraken. Sus manos se aferraron a los mechones de cabello de Elise, guiándola con suavidad pero con firmeza mientras disfrutaba de la deliciosa sensación de su boca trabajando en su erección. Con cada succión y lamido, sentía cómo su energía vital regresaba, cada vez más vigoroso y listo para continuar.

Elise, por su parte, se dejaba llevar por la tarea, su mente aún nublada por las intensas sensaciones que habían compartido. Aunque una parte de ella estaba agotada por el reciente frenesí de pasión, otra parte se sentía encendida por el deseo de satisfacer a su amante en todo momento. Con cada movimiento de su lengua y cada succión cuidadosa, buscaba retribuirle el placer que él le había dado, sumergiéndose en el papel de complacerlo en cada forma que él deseara.

La mano de Vraken apretó su cabello, el control y la sumisión que los unía a ambos ahora eran tan claros como el día. Su lujuria por ella solo había aumentado con su encuentro, el sabor de su placer en su lengua y la vista de su cuerpo extendido debajo de él, un testimonio de su nueva conexión. Mientras ella lo atendía, él la observaba con una intensidad que no dejaba dudas sobre sus intenciones; su deseo por ella era una llama que ardía más con cada momento que pasaba. Ella, sumergida en la tarea de complacerlo, se entregaba por completo a su voluntad. Cada succión, cada lamido, era una expresión de su entrega total a él. Sus movimientos eran precisos, su boca trabajando en armonía con sus manos mientras lo llevaba al éxtasis una vez más. A pesar de la intensidad de su experiencia juntos, sabía que su deber era satisfacerlo en todo momento, y lo hacía con devoción y entrega.

La tensión en la tienda era palpable, cargada de deseo y anticipación. Consumido por la lujuria, Vraken empujó su polla nuevamente en la garganta de Elise, su reflejo nauseoso fue un mero inconveniente para él. Él la mantuvo en su lugar, la vista de ella tomándolo profundamente, sus ojos muy abiertos en una mezcla de miedo y deseo, volviéndolo loco. Finalmente, él se retiró, dejándola sin aliento. Él la giró una vez más, su polla en su puerta una vez más, pero esta vez apuntó a su culo intacto. La mirada en sus ojos mostraba una mezcla de inquietud y curiosidad, su inocencia y sumisión la dejaban vulnerable a sus deseos. Para Vraken, cada nuevo territorio de su cuerpo era una conquista, una oportunidad de afirmar su dominio sobre ella y llevarla a nuevas alturas de placer y sumisión.

Se posicionó, la cabeza de su polla presionando contra su apretada y virgen entrada. Gruñó, su voz llena de lujuria. Con un movimiento lento y deliberado, empujó dentro de ella, la tensión de su trasero era una sensación completamente nueva. Su cuerpo se tensó, un grito de dolor y placer escapó de sus labios. Vraken sujetó sus caderas con firmeza, acercándose lentamente, su cuerpo se estiró como nunca antes. Cuando comenzó a moverse, la sensación de su culo agarrando su polla le provocó sacudidas de placer. La folló con un ritmo implacable, la novedad de la experiencia los llevó a ambos a las profundidades de sus deseos. Para Vraken, cada embestida era una afirmación de su dominio, cada gemido de Elise, una melodía que alimentaba su hambre insaciable.

El cuerpo de Elise tembló debajo de él, el placer y el dolor de su trasero siendo reclamado por él empujándola hacia el borde. La propia liberación de Vraken se avecinaba, los sonidos de sus cuerpos chocando llenaban la tienda, un testimonio de la lujuria cruda y animal que los consumía. Para Vraken, reclamarla de esta manera, esta conquista final, solidificó su control sobre Elise, su nuevo juguete, su nueva posesión, su nueva mujer. Cada embestida era un recordatorio de su poder, cada gemido de ella una prueba de su sumisión. Con ese pensamiento en mente, Vraken sonrió, sus ojos se llenaron de un oscuro y carnal júbilo. Levantó a Elise, acercándola y la rodeó con sus brazos por detrás, apretando sus suaves pechos con firmeza. Empujó más profundamente en su culo, su polla llenándola por completo, su rostro una máscara de placer primitivo y bestial. Él mordisqueó su cuello, sus dientes mordieron suavemente su piel mientras la follaba. Los sonidos de sus cuerpos chocando se hicieron más fuertes con cada embestida, el fervor de su acoplamiento alcanzó un punto álgido. La intensidad del momento era embriagadora, sus cuerpos se fusionaban en una danza de éxtasis prohibido. En ese instante, en medio del tumulto de sus pasiones desenfrenadas, el mundo exterior se desvaneció, dejándolos a ambos atrapados en un universo de pura lujuria y deseo.

Su conexión, la mezcla de dominio y sumisión, los dejó a ambos al borde de otro clímax. El agarre de Vraken se hizo más fuerte sobre ella, sus embestidas más fuertes, su cuerpo temblando, mientras su orgasmo se acercaba. La liberación final entre ellos marcaría su vínculo, uno que nunca sería olvidado ni igualado. Cuando su frenético acoplamiento alcanzó su punto máximo, sus cuerpos, entrelazados, llegarían al clímax juntos, la culminación de sus deseos carnales y salvajes, un testimonio de las profundidades de la lujuria que ahora los unía. En ese momento, Vraken, el poderoso Señor, y Elice, su bella y dispuesta prometida, eran uno, unidos en un ritual de pasión cruda y desenfrenada. La habitación resonaba con sus gemidos y los sonidos de su unión, mientras su éxtasis se fundía en un éxtasis compartido, consumando su vínculo en un momento de completa entrega y satisfacción.

Con una sonrisa bestial, Vraken soltó a Elise, permitiendo que su cuerpo se desplomara sobre las pieles de la cama, agotado y destrozado, tanto física como emocionalmente. Él había reclamado su cuerpo, pero su mente, su espíritu, que todavía era un trabajo en progreso, se fue para otro día.

Él continuaría follándola hasta que ella sucumbiera al agotamiento, su posesividad sobre ella consumiéndolo. Con ese pensamiento, abrió su coño, guiando su polla dentro de ella. Reanudó su implacable ataque, sumergiéndose dentro y fuera de ella una y otra vez, su semilla todavía llenándola, mezclándose con sus jugos, una danza sin fin de deseo y posesión que los consumía por completo.

Elise yacía allí, sin aliento, su cuerpo temblando bajo la fuerza de su continuo asalto, su mente perdida en la bruma del placer y la sumisión. El aroma de su relación amorosa flotaba en el aire, un testimonio de la intensidad de su acoplamiento. La búsqueda de Vraken del cuerpo y la mente de Elice era implacable, su necesidad de poseerla, de romperla, de poseerla en todos los sentidos, lo impulsaba hacia adelante. En esta tienda, en este momento, él era la encarnación viva de su título, Lord Ironwind, inquebrantable e imparable, una fuerza de la naturaleza a la que no se podía resistir. 

Vraken continuó devastando a Elise durante horas, su polla era una fuerza implacable mientras usaba su cuerpo como mejor le parecía. Él llenó su coño, su culo, su boca; su semilla era una presencia constante dentro de ella, un testimonio de su unión carnal. Dejó sus marcas en su cuerpo, sus dientes mordieron y su boca succionó su carne, reclamándola de todas las formas posibles. Su cuerpo, resbaladizo por el sudor, sus gemidos y suplicas llenando la tienda, era suyo para hacer con él lo que quisiera. Con cada embestida, cada mordisco, cada marca que él dejaba en ella, la mente de Elice comenzó a desdibujarse, las líneas entre placer y dolor, dominio y sumisión, se derritieron. Ella era suya, total y absolutamente, su cuerpo y alma unidos a él de una manera que nunca creyó posible. La posesión y degradación que Vraken le infligió, lejos de repelerla, solo sirvieron para entrelazarla aún más en su red, la humillación y el placer que experimentó se convirtieron en una sinfonía retorcida que armonizaba con su recién encontrada sumisión. En ella, el tumulto de emociones y sensaciones fusionadas, encontró un nuevo sentido de identidad, un propósito renovado en la entrega total a su amo, Lord Ironwind.

A medida que las horas pasaban y los cuerpos se entrelazaban en una danza frenética de lujuria y sumisión, Elise se sumergía cada vez más en el abismo oscuro de su nueva realidad. Cada embestida de Vraken, cada marca que dejaba en su piel, cada palabra áspera y dominante que caía de sus labios, solo servía para reforzar su sujeción a él. El placer y el dolor se entrelazaban en una amalgama indistinguible, cada sensación agudizando su deseo y su devoción por él. En su rendición total a Vraken, encontró una libertad que nunca había conocido, una liberación en la entrega absoluta de su cuerpo y alma a su señor. Mientras el sudor empapaba sus cuerpos y los gemidos llenaban el aire cargado de la tienda, Elise se sumergió en un trance de éxtasis y sumisión. Sus límites se desvanecieron, su identidad se desvaneció en la vorágine de la pasión desenfrenada, y en su lugar surgió una nueva verdad: ella era suya, en cuerpo, mente y espíritu.

Para Elise, entregarse a Vraken era más que un acto de sumisión; era una revelación, una rendición a una fuerza más grande que ella misma, una rendición a la lujuria primitiva y salvaje que ardió entre ellos. En ese momento, en el santuario de su unión carnal, Elise encontró su lugar, como la mujer de Lord Ironwind, su señor y amo, su conquistador.