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Capítulo 92 - Experto en Psicología

Redakteur: Nyoi-Bo Studio

—¿Histeria de masas?

Sir Deweyville, que había conocido a muchos psiquiatras recientemente, reflexionó sobre el término que había dicho Klein.

A pesar de su curiosidad, su mayordomo, guardaespaldas y sirvientes no hicieron un solo sonido ya que él no les había dado permiso.

En cuanto al Sargento Gate, lo miró dudoso, como si nunca hubiese oído hablar de ese concepto.

Klein controló su hábito de tocar el reposabrazos con la punta de los dedos y explicó con calma: —Los seres humanos pueden ser engañados fácilmente por sus órganos sensoriales. La histeria en masa es un tipo de enfermedad psicógena que es el resultado de nervios tensos y otros factores entre un grupo de individuos que se influencian entre sí.

La jerga que escupió confundió a Sir Deweyville, al Sargento Gate y al resto, lo que hizo que inconscientemente optasen por creerle.

—Permítanme darles un ejemplo simple de esto; este fue uno de los casos que traté anteriormente, un hombre organizó un banquete e invitó a 35. A medio banquete, de repente se sintió asqueado y vomitó. Después de eso, incluso tuvo diarrea severa. Después de un par de veces, comenzó a creer que se había intoxicado con los alimentos. Compartió su especulación con los otros huéspedes de camino al hospital.

—En las siguientes dos horas, hubo más de 30 personas que tuvieron diarrea entre las 35 personas, de las cuales 26 experimentaron náuseas. Inundaron toda la sala de emergencias del hospital.

—Los médicos realizaron un examen detallado y controles cruzados, y llegaron a la conclusión de que el primer hombre no tenía ninguna intoxicación alimentaria. En cambio, fue el resultado de la inflamación del estómago causada por el cambio de clima y el licor frío. El hecho más sorprendente fue que ninguno de los invitados que fueron al hospital sufrió intoxicación alimentaria. De hecho, ninguno de ellos estaba enfermo. Eso es histeria de masas.

Deweyville asintió levemente y se maravilló: —Ahora entiendo. Los humanos se mienten a sí mismos fácilmente. No es de extrañar que el Emperador Roselle dijera una vez que una mentira se haría verdad una vez que se repitiese cientos de veces.

—Oficial, ¿cómo puedo dirigirme a usted? Es usted el psiquiatra más profesional que he conocido.

—Inspector Moretti —señaló su charretera y dijo—: Señor, sus problemas se han resuelto temporalmente por ahora. Puede intentar dormir mientras determino si hay otros problemas. Si puede dormir bien, permítanos despedirnos antes de tiempo en lugar de esperar a que se despierte.

—Muy bien.

Deweyville se masajeó la frente, tomó su bastón y subió las escaleras hasta su habitación.

Media hora más tarde, un carruaje de la policía salió de la fuente en la puerta de la residencia de Deweyville.

Cuando el Sargento Gate se puso en camino y regresó a su estación de policía, el Inspector Tolle lo miró. Felicitándolo en broma: —Incluso yo creí que eras un verdadero experto en psicología...

Antes de terminar su oración, vio al joven con un uniforme a cuadros blanco y negro que lucía inexpresivo. Sus ojos eran profundos y serenos; forzó una sonrisa en su rostro y dijo: —Solo tuve algo de experiencia en el pasado.

El Inspector Tolle se quedó en silencio hasta que el carruaje llegó afuera de la Calle Zouteland 36.

—Gracias por tu ayuda permitiendo que Sir Deweyville finalmente se libere de sus problemas y pueda volver a dormir —extendió la mano y estrechó la de Klein—. Agradece a Dunn de mi parte.

Asintió levemente y dijo: —Está bien.

Subió las escaleras y regresó a la Compañía de Seguridad La Espina Negra. Llamó a la puerta y entró a la oficina del capitán.

—¿Listo?

Dunn estaba esperando su almuerzo.

—Listo —se masajeó la frente y mantuvo su respuesta breve y simple—: La raíz del problema provino de la fábrica de plomo y porcelana de Sir Deweyville. Desde el momento en que se establecieron hasta el día de hoy, muchas muertes han sido causadas por envenenamiento con plomo. Y cada accidente dejó a Sir Deweyville con un poco de espiritualidad resentida.

—En general, eso no traería un problema demasiado grande. Eso podría causar pesadillas, a lo sumo.

Dunn había experimentado casos similares con su gran experiencia.

Asintió levemente y dijo: —Sí, ese suele ser el caso. Pero, desafortunadamente, Sir Deweyville se encontró con una trabajadora que murió de envenenamiento con plomo en las calles. Se derrumbó al lado de la calle y por casualidad pudo vislumbrar el emblema familiar de Deweyville. Ella también albergaba intensa indignación, preocupación y deseos. Fue solo cuando Sir Deweyville le dio a sus padres, hermano y hermana una compensación de trescientas libras que sus emociones se disiparon.

—Ese es un problema social. No es raro en la Era del Vapor y la Maquinaria —Dunn sacó su pipa de fumar, olió el tabaco y suspiró—: Los trabajadores que hacen ropa en ambientes húmedos, generalmente son diagnosticados con bronquitis y enfermedades relacionadas con las articulaciones. En cuanto a las fábricas con serios problemas de polvo y arena, incluso si el polvo no es venenoso, aún puede acumularse en problemas pulmonares... *Suspiro...* No tenemos que hablar de eso ahora mismo. A medida que el reino se desarrolle, creo que esos problemas se resolverán. Klein, busquemos un restaurante esta noche para celebrar que te conviertes en miembro oficial, ¿de acuerdo?

Pensó por un momento antes de decir: —¿Qué tal mañana...? Capitán, he usado la Visión Espiritual por un período prolongado de tiempo hoy y también usé la adivinación de sueños para interactuar directamente con esos resentimientos. Me siento especialmente agotado. Quiero volver a casa por la tarde para descansar un poco. ¿Estaría bien eso? Ah, luego me dirigiré al Club de Adivinación a las cuatro o cinco de la tarde para ver cómo reaccionan los miembros ante las noticias de la repentina muerte de Hanass Vincent.

—No hay problema, eso claramente es necesario —Dunn se rio entre dientes—. Mañana por la noche entonces. Hagámoslo en el restaurante Viejo Wills de al lado. Haré que Rozanne haga una reservación.

Se quitó el sombrero de policía y se levantó para saludarlo.

—Gracias, Capitán. Hasta mañana.

Dunn levantó la mano y dijo: —Espera, ¿mencionaste que Sir Deweyville le dio a los padres de la trabajadora una compensación de trescientas libras?

—Sí—asintió y comprendió de inmediato la razón por la que el capitán lo había mencionado—. ¿Le preocupa que se metan en problemas debido a su riqueza?

Dunn suspiró.

—He visto muchas situaciones similares en el pasado. Pásame su dirección, le pediré a Kenley que haga arreglos para que se vayan de Tingen a otra ciudad, para comenzar una nueva vida.

—Está bien —respondió con voz profunda.

Con todo eso hecho, dejó la oficina de Dunn y entró en la sala de descanso en diagonal opuesta. Se puso su traje original y dejó el uniforme de policía en su casillero.

Tomó el carruaje público de vuelta a la Calle Daffodil en silencio. Se quitó el abrigo y el sombrero de copa. Luego calentó las sobras de la noche anterior y las comió con el último trozo de pan de trigo para llenar su estómago.

Luego, se dirigió al segundo piso, colgó su ropa y se dejó caer en la cama.

Cuando se despertó, el reloj de bolsillo mostró que ya eran las dos y diez de la tarde. El sol colgaba en lo alto del cielo y su luz brillaba entre las nubes.

Debajo del esplendor dorado, se paró junto a su escritorio y miró por la ventana. Observó a los peatones con ropa vieja y desgarrada mientras entraban o salían de la Calle Cruz de Hierro.

—¡Uff¡

Dejó escapar un suspiro lentamente, finalmente superando a su desanimo.

Cada viaje tenía que tomarse paso a paso. Del mismo modo, su Secuencia necesitaba avanzar un nivel a la vez. Todo funcionaba así.

Sacudió la cabeza y se sentó. Comenzó a concluir y reorganizar su encuentro durante la última semana, a fin de reforzar los puntos importantes en su mente para evitar olvidarse de ellos.

Cinco minutos antes de las tres de la tarde.

Sobre una niebla gris, silenciosa, sin límites, de color blanco grisáceo, silenciosa, había un palacio elevado. Una antigua mesa de bronce moteada estaba allí tranquilamente.

En el asiento de honor, junto a la larga mesa, había un hombre envuelto por la espesa niebla gris.

Se apoyó en el respaldo de la silla y contempló la niebla gris. De repente, extendió su mano y tocó las estrellas carmesís, la cuales representaban a Justicia y a El Colgado.

Backlund, Emperatriz Borough.

Audrey levantó su vestido mientras caminaba rápidamente hacia su dormitorio.

De repente, sintió algo y miró de reojo a la sombra sentada en el balcón. Como era de esperar, vio a su golden retriever, Susie, que estaba sentada allí en silencio, observándola como siempre.

Suspiró y dibujó una luna carmesí en su pecho. Luego se acercó y miró a su golden retriever desde una posición de mando.

—Susie, eso no está bien. Estás espiando. Un Espectador tiene que observar de manera abierta.

El golden retriever levantó la cabeza para mirar a su dueño y sacudió la cola.

Después de fastidiar a su perro, no se demoró más y continuó caminando hacia su habitación otra vez.

En los pocos segundos de abrir y cerrar la puerta, de repente tuvo una idea extraña.

—Me pregunto si Sir. Loco permitiría que Susie entre en ese espacio misterioso. ¡Entonces, habría cuatro miembros del Club de Tarot! ¡Y todos ellos serían Beyonders!

—De ninguna manera, Susie no puede hablar. Si le permitiesen expresar su opinión y compartir sus pensamientos, ¿qué haría? ¿*Woof Woof Woof*? *Aullido* Eww, ¿por qué estoy imitando el ladrido de un perro aquí...?

—De solo imaginar una escena así se siente realmente extraño. Una reunión misteriosa y solemne con el repentino ladrido de un perro... Sir. Loco definitivamente nos echaría de la Asamblea del Tarot directamente...

Cerró la puerta con llave y se sentó a un lado de su cama. Luego sacó un pedazo de papel viejo de color marrón amarillento de debajo de la almohada.

Lo leyó repetidamente y entró en su estado de Espectador.

En una zona particular del Mar de Sonia, un viejo velero que perseguía al Oyente ya había abandonado el Archipiélago de Rorsted.

Al Navegante Alger Wilson le preocupaba que la maquinaria del reloj de pared funcionase mal, por lo que entró en la cabina del capitán aproximadamente media hora antes en caso de que hubiese interpretado mal la hora, lo cual causaría que sus subordinados lo viesen entrar en la Asamblea del Tarot.

Delante de él había un vaso de licor casi transparente. El rico aroma se arremolinaba hebra tras hebra hacia sus fosas nasales.

Tembló una vez más cuando pensó en la inminente Asamblea, la niebla sin límites que se presentaba frente a él en el pasillo del hotel, y el misterioso Loco que estaba sentado en medio de la niebla gris.

Levantó su vaso y tomó un trago, utilizando la sensación de ardor en su garganta para aliviar las emociones que se habían agitado dentro de él.

Muy pronto, le devolvió la calma. Estaba tan tranquilo y estoico como siempre.