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Capitulo 3: ¿Creíste Que Yo Era Una Presa Fácil?

La historia continúa

En la sala del trono del reino de Dirnama, el rey se encontraba discutiendo los preparativos para la próxima guerra con la guardia real.

"¿Cómo van los preparativos para la guerra, general?" preguntó el rey de Dirnama.

"Mi majestad, en menos de un año tendremos suficientes soldados para la guerra", respondió el general Real.

"Disculpe la interrupción, mi majestad. Mis espías me informaron que su hermano, el rey Duck, ha adquirido por 500 monedas de oro a un niño asesino extremadamente fuerte. Parece que logró desarmar al general militar", añadió el consejero del rey.

"He oído hablar de esos niños antes, son verdaderamente unas bestias asesinas. Los entrenan desde que nacen para ser formidables asesinos", comentó el rey de Dirnama.

"Mi majestad, puedo dar la orden de asesinarlo a mis espías que se encuentran en el mismo castillo que él", propuso el consejero del rey.

"Debes tener cuidado. Si descubre que tiene un espía bajo su nariz, lo ejecutará y no obtendremos más información", advirtió el rey.

"No te preocupes, majestad, mis espías son los mejores", afirmó el consejero con una sonrisa.

Mientras tanto, Gabriel estaba haciendo ejercicio en su habitación cuando una voz lo interrumpió.

"Joven Miguel, el gran general te convoca en la sala de entrenamientos", informó el mensajero del rey.

A regañadientes, Miguel se dirigió hacia la sala de entrenamientos. Mientras caminaba por los pasillos, sintió cómo alguien lo observaba, aunque no había nadie más que los sirvientes del rey. Manteniendo sus sentidos alerta, continuó su camino.

Llegó al campo de entrenamiento y se acercó al gran general.

"¿Cuál es el motivo de mi llamado?", preguntó Miguel, con una mirada desafiante.

"Aunque seas un buen guerrero, debes seguir entrenando para no perder tu destreza", respondió el gran general.

"¿Tanto te preocupa mi capacidad?", dijo Miguel con una sonrisa arrogante.

"No sé cómo el rey puede tener tanta paciencia contigo. Yo te habría castigado por tu arrogancia", expresó el gran general, visiblemente molesto.

"No te has dado cuenta? Parece que la inteligencia no es tu punto fuerte", dijo Miguel con una sonrisa arrogante.

"Darme cuenta de qué? Explícate", preguntó el gran general.

"El idiota de Duck pagó 500 monedas de oro por mí. Si me mata, todo ese gasto sería en vano. Además, si yo quisiera matarlo, aunque todos ustedes se enfrentaran a mí, no podrían ganarme", explicó Miguel.

El gran general comprendió la situación y sabía que Miguel tenía razón en cierto sentido, pero enfrentarse a todos ellos no garantizaba su victoria.

Todos se encontraban entrenando arduamente, excepto por Miguel, quien yacía reposando mientras observaba a los demás. Viendo esta escena, el gran general se aproximó a él y le interrogó:

—No tienes la intención de calentar antes de los enfrentamientos—  le cuestionó con seriedad.

Miguel, sin inmutarse, ripostó con otra pregunta —respondeme a esta preguntas ¿Crees sinceramente que el enemigo te otorgará tiempo para prepararte si te atacan de sorpresa?

—¿A dónde pretendes llegar? —inquirió el gran general.

—Mi mente está siempre alerta, no necesito calentar —respondió Miguel.

—Deja las tonterías y comienza de una vez. Veremos cuál es el límite de los oponentes que puedes derrotar —dijo el gran general tajante.

Miguel se encontraba en el campo de batalla, tranquilo y seguro de sí mismo. Tomó únicamente dos dagas de madera para dar inicio al enfrentamiento.

Miguel comenzó el desafío enfrentando a dos oponentes con valentía y habilidad, mostrando una destreza impresionante. A medida que la pelea avanzaba, el general militar añadía más enemigos al combate, llegando a enfrentar a tres, luego a cuatro y finalmente a cinco contrincantes simultáneamente. El rey Duck observaba atentamente el enfrentamiento, acompañado de su hija, ella estaba sorprendida por la habilidades de miguel

A pesar del cansancio, Miguel seguía demostrando su valentía y fuerza. Justo cuando Miguel se preparaba para enfrentar a 6 oponente al mismo, el rey levantó la mano en señal de detener el combate. Todos los presentes en el campo se detuvieron y quedaron en silencio.

El rey, con una mirada sabia y severa,

dijo —Miguel ya demostró ser un guerrero valiente y talentoso, no es necesario seguir arriesgando su vida en un entrenamiento tan intenso

El gran general se disculpó con Miguel y con el rey por su falta de comprensión. Mientras tanto, Miguel observaba a la hija de Duck, quien le devolvió la mirada y se sonrojó, volteando rápidamente la cara. Duck, percatándose de la situación, sonrió.

Al caer la noche, Miguel se dirigió a su habitación, donde tomó un baño antes de ir a dormir.

En la medianoche, en un silencioso pasillo, cinco hombres encapuchados se deslizaban con sigilo hacia la habitación de Miguel. Con cuidado, abren la puerta y contemplan a Miguel dormido. Avanzan con sigilo, el quinto hombre titubea, pero decide entrar. El primero se acerca a Miguel y empieza a apuñalarlo repetidamente, solo para descubrir que bajo las cobijas había una almohada. El hombre  voltea la mirada hacia la puerta, el último hombre está entrando. Con rapidez, Miguel utiliza una daga para cortarle el brazo y con la otra, le clava la daga en el cuello. El hombre cae al suelo desangrándose, mientras Miguel cierra la puerta, quedando encerrado con los demás intrusos.

Ellos estaban atemorizados al ver las dos dagas ensangrentadas de Miguel.

—¿Por qué esas caras? ¿Están asustados? Si son cuatro contra un niño —preguntó Miguel con una sonrisa psicópata.

—¿Cómo sabías que veníamos? —inquirió uno de los hombres, visiblemente asustado.

—Ustedes hacen mucho ruido al moverse. Les compartiré mi truco para ser silencioso: caminen solo con la punta de los pies —respondió Miguel, mostrando una sonrisa.

Uno de los hombres da el primer paso y con agilidad ataca a Miguel con su espada. Sin embargo, Miguel logra esquivarlo y rápidamente le corta el cuello, provocando que el hombre caiga y muera lentamente.

—Vamos, si me atacan todos al mismo tiempo tal vez puedan ganarme —dijo Miguel de forma burlona.

Los tres hombres restantes atacan a Miguel, pero él se mueve ágilmente esquivando todos los golpes. Miguel corta la mano de uno de los hombres y luego le clava la otra daga en el abdomen, dejando sus entrañas expuestas. Después, Miguel da un salto hacia atrás para recuperar el aliento mientras observa a los dos hombres restantes.

Los dos hombres atacan al mismo tiempo, pero Miguel apenas logra esquivarlos, sufriendo una cortada en el brazo en el proceso. Todos los ataques se dirigían a ese brazo, dejando a Miguel en desventaja ya que con ese brazo había detenido la patada de la hija de Duck, casi dislocándolo. Miguel lanzó la daga hacia uno de los hombres, acertándole en la cabeza. Ahora era uno contra uno, y el último hombre estaba visiblemente asustado. Miguel camina lentamente hacia él con gesto serio y una sonrisa psicópata, propinándole una paliza que lo deja casi muerto.

Mientras el rey Duck es despertado por sus guardias y se entera de un gran alboroto proveniente de la dirección del cuarto de Miguel, corre para ver qué sucede y se encuentra con los cuatro cuerpos de los hombres que intentaban asesinar a Miguel.

—Estos idiotas pensaron que podrían matarme tan fácilmente —dijo Miguel mientras ataba al último de los hombres.

—Por favor, llévenlo al calabozo. Mañana lo interrogaremos —ordenó el rey Duck.

Al día siguiente, en la sala del trono, estaban interrogando al último hombre que quedaba.

—¿Para quién trabajas y por qué intentaron asesinar a Miguel? —preguntó Duck con firmeza.

—Trabajo para su hermano, el rey de Dirnama, Majestad. ¡Perdóneme la vida! —dijo el hombre, visiblemente atemorizado y adolorido.

—¿Por qué me eligieron como su objetivo, imbéciles? —preguntó Miguel con incredulidad.

—Porque Alfred, el rey de Dirnama, dice que tú eres una amenaza en la guerra por venir —respondió el hombre, con temor en su voz.

—Entonces, alguien aquí es un espía que trabaja para el idiota rey de Dirnama —dijo Miguel con molestia.

—No tengo respuesta para esa pregunta, pero el rey de Dirnama obtiene información de lo que pasa aquí —dijo el hombre, visiblemente nervioso.

—vaya Qué obediente eres. Te has portado bien —dijo Miguel mientras se acercaba al prisionero.

—Por favor, no me mate. Puedo trabajar para ustedes, les informaré de todo —suplicó desesperadamente el hombre.

—Aunque volviera, sería extraño que solo tú hayas sobrevivido. No seas ingenuo —dijo Miguel mientras rápidamente le cortaba el cuello con su daga.

Todos en la sala se sorprendieron por la violencia de Miguel. Él simplemente limpió la daga y el rey llamó a una de sus sirvientas para que limpiara el desastre.

—Hoy es tu día de suerte, Duck. La espía está aquí —dijo Miguel mientras señalaba a la sirvienta que estaba limpiando el desastre.

—¿Qué? Eso es mentira, Majestad. Siempre le he servido lealmente —dijo la sirvienta, visiblemente asustada.

—Mientras yo estaba entrenando, tú no dejabas de observar. Supongo que buscabas un punto débil —respondió Miguel.

—Solo estaba impresionada por tus habilidades. Además, el general militar siempre ha querido matarte —dijo la sirvienta desesperadamente.

—¿Estás insinuando que yo soy el espía? Mi espada y mi vida son de mi Majestad, Duck —dijo furioso el general.

—El gran general no sería capaz de tal acto. Él es muy orgulloso y no me mataría de esa manera. También el conoce el gran valor que tengo. Además, tu, sirvienta idiota repetidamente pasabas por mi habitación para avisar a los asesinos la hora de atacar —respondió Miguel.

—¡Mi Majestad, me obligaron! No quería traicionarlo, ¡perdóneme la vida! —suplicó angustiada la sirvienta.

Miguel se acerca a ella y, con un movimiento rápido y certero, le corta el cuello. La sirvienta comienza a desangrarse y, entre gestos de sufrimiento y desespero, levanta la mirada hacia Miguel. Este, con una sonrisa siniestra en el rostro, exhibe una expresión de pura maldad digna de un psicópata.

Fin del capítulo