Arlan estaba de pie en una esquina de su cámara, su cuerpo irradiando un brillo dorado que parpadeaba como el flujo y reflujo de las olas del mar. Sus ojos, una vez brillantes, estaban ahora oscurecidos, llenos de una furia que miraba con odio a la mujer frente a él. A pesar de su pequeña estatura, emanaba de él un aura fuerte y amenazante.
Una mujer, aproximadamente de la misma edad que Julien, estaba frente a Arlan, intentando acercarse pero aparentemente incapaz de hacerlo. Karla observaba desde un lado cómo se desarrollaba la tensión.
—¿Qué está pasando aquí? —exclamó Julien, aún procesando el choque.
La expresión en el rostro de las dos mujeres cambió al ver a Julien, y la joven miró a Karla acusándola:
—¿No cerraste la puerta?
—Perdóname, Maestro.
Ignorando a las dos mujeres, Julien caminó hacia el Príncipe:
—Arlan, ¿qué está sucediendo... Ahh… tos…?
¡Golpe!
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