Había un vacío. Nada existía en toda la eternidad, excepto el color negro, que lo abarcaba todo. No había sonido, no había temperatura, no había energía, nada. Pero en ese infinito vacío, apareció una mesa redonda de piedra.
No había fuente de luz, sin embargo, la mesa era perfectamente visible y, de hecho, atraía forzosamente la mirada en la vasta nada. Dado que no había fuente de luz, la mesa tampoco tenía sombras, lo cual era muy importante. En esta área que carecía de todo, la oscuridad era aceptable pero las sombras no, ya que comprometerían la seguridad de este lugar.
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