Liang Fei y Lobo Solitario abrían paso entre enemigos en la jungla cuando, en el patio del campamento del Maestro Dao, varias personas estaban sentadas en silencio.
—Joven Maestro Tanaka, no hay necesidad de estar tenso, es solo un Lobo Solitario al fin y al cabo. Ya he enviado a un grupo de búsqueda de doscientos hombres. Aunque tuvieran alas, no podrían volar hacia fuera —dijo el Maestro Dao, sentado con tranquilidad en una silla de mimbre, sorbiendo té y acariciando despreocupadamente su brillante y pulida cabeza.
Sin embargo, la expresión de Tanaka Suimeng frente a él no podía ser tan despreocupada porque era muy consciente de la fuerza de Liang Fei. Si solo fuera Lobo Solitario, estaba seguro de que el asesino no podría revertir la situación. Pero con Liang Fei en la ecuación, todos los resultados eran difíciles de prever.
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