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El viento helado azotaba las montañas mientras un niño pequeño observaba el horizonte desde una de las colinas más altas del pueblo. Akira Kurogane, abandonado cuando aún era un bebé, había sido cuidado por una anciana en un pequeño pueblo en las montañas. Los aldeanos lo llamaban "el niño extraño de la montaña", un nombre que reflejaba el aura de misterio y frialdad que emanaba de él.
A pesar de su corta edad, Akira siempre había sido diferente. Los otros niños jugaban y soñaban con ser grandes guerreros, pero él se mantenía al margen, observando desde la distancia. No entendía por qué sus pensamientos siempre se alejaban de lo mundano. No encajaba en este lugar. Algo dentro de él lo hacía sentir ajeno a todo lo que le rodeaba.
Un día, mientras caminaba solo por los senderos montañosos, sintió un dolor agudo en su cabeza. Se detuvo, llevándose las manos a las sienes, mientras una oleada de recuerdos lo invadía. Imágenes de otra vida comenzaron a desbordarse en su mente: su muerte, su encuentro con ROB, y los deseos que había hecho. Recordó el Hōgyoku, el artefacto que le otorgaba un poder espiritual ilimitado, y el sistema que le permitiría construir una dinastía espiritual sin igual. También recordó su misión: crear el Clan Kurogane y asegurar su supremacía en este mundo.
Una sonrisa fría se formó en su rostro. Sabía que su destino no era el de un niño abandonado. Estaba destinado a algo mucho más grande.
—Abrir Sistema —murmuró en voz baja.
De inmediato, una pantalla azul translúcida apareció frente a él, mostrando varias opciones. El sistema que ROB le había otorgado estaba activado, y una de las opciones brillaba con intensidad: "Regalo de Principiante".
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[Sistema de Plantillas de la Sociedad de Almas]
1. Información del Usuario
2. Estado Actual
3. Invocaciones
4. Dimensión Personal
5. Regalo de Principiante (No reclamado)
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Con una leve sonrisa, Akira seleccionó el Regalo de Principiante. Una descarga de energía recorrió su cuerpo mientras la pantalla cambiaba y los detalles del regalo se desplegaban ante él.
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Regalo de Principiante recibido:
División Aleatoria: División 10
Teniente: Rangiku Matsumoto
Oficial Sentado 3: Iba Tetsuzaemon (en su tiempo como oficial en la 10ª División antes de su transferencia)
Oficial Sentado 5: Hitsugaya Tōshirō (en su tiempo como oficial sentado antes de convertirse en capitán)
Escuadrón de Shinigamis (7 miembros): Miembros de la 10ª División
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El aire a su alrededor se volvió denso, cargado de energía espiritual. La tierra bajo sus pies tembló levemente, y frente a él comenzaron a materializarse figuras. Primero apareció Rangiku Matsumoto, con su cabello rubio ondeando al viento y una mirada relajada en su rostro.
—Vaya, así que tú eres nuestro nuevo capitán —dijo Rangiku con una sonrisa perezosa—. Esto será interesante.
A su lado, Iba Tetsuzaemon apareció, con su rostro severo y su porte serio. Asintió con respeto hacia Akira.
—Capitán, estoy a su servicio —dijo con voz grave.
Finalmente, Hitsugaya Tōshirō se materializó, aún joven pero con una presencia fría y poderosa. Akira lo miró a los ojos, notando una conexión instantánea entre ambos.
—Es un honor servirle, Capitán —dijo Hitsugaya con tono serio y decidido.
Los siete shinigamis de la 10ª División se alinearon detrás de ellos, con sus zanpakutō colgadas a sus costados, listos para cumplir las órdenes de Akira.
Akira los observó con calma. Estos shinigamis serían la base de su poder oculto, los primeros miembros de su Sociedad de Almas, una organización que operaría en las sombras para proteger al Clan Kurogane y controlar a los enemigos sin ser detectados.
—Bienvenidos —dijo con una voz firme—. Soy su nuevo capitán, y juntos vamos a crear algo que ni la Sociedad de Almas original pudo imaginar.
Akira sabía que, además de la Sociedad de Almas, necesitaría un ejército visible. Una fuerza que actuara a la vista de todos, que fuera la cara pública del Clan Kurogane. Y para eso, transformaría a aquellos que no pasaran sus pruebas más estrictas. Los hombres y mujeres que reclutara y que no fueran aptos para ser parte de su linaje, serían transformados en Quincy, un ejército de élite que estaría al servicio del clan. Los Quincy serían los cazadores de hollows y la defensa visible del clan, mientras la Sociedad de Almas se mantendría en las sombras.
Akira observó el horizonte con frialdad. Sabía que los clanes Senju y Uchiha dominaban el poder en estas tierras, pero él no tenía prisa. Su poder crecería lentamente, como un veneno que se esparce sin ser detectado. Primero, consolidaría su base. Reclutaría individuos talentosos, hombres y mujeres fuertes. Aquellos que demostraran ser dignos formarían parte de su clan; aquellos que no lo fueran, se convertirían en Quincy bajo su mando.
Los hollows serían sus enemigos al principio, pero ya tenía un plan. Eventualmente, los dominaría y los utilizaría para sus propios fines. Los hollows serían una fuerza controlada desde las sombras, actuando en secreto para destruir a los enemigos del Clan Kurogane sin que nadie sospechara quién estaba detrás.
Este era solo el primer paso. Akira sabía que no se volvería todopoderoso de inmediato. Tendría que luchar, planificar y controlar cada movimiento. Pero, paso a paso, su poder crecería. Y cuando el Clan Kurogane fuera tan fuerte como los clanes Senju y Uchiha juntos, cuando su base de poder fuera inquebrantable, entonces expandiría su influencia a otros universos.
Miró a sus subordinados y asintió lentamente.
—Es solo el comienzo. Pronto, el nombre del Clan Kurogane será temido en todas las tierras —murmuró, y con una sonrisa fría, comenzó a caminar, sabiendo que su ascenso apenas comenzaba.
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Imagen de Akira con sus Quincy,
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