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Su miedo ya era inútil.
Porque cuando despertó, ya estaba en un avión, volando hacia Francia.
Así que, decidió dejarse llevar, su única opción era esperar a que Dongfang Yu viniera a rescatarla.
Dongfang Hen la vio mirando las nubes fuera de la ventana y sonrió con malicia —¿No pareces asustada? ¿No tienes miedo de que te secuestre y te venda, haciendo imposible que regreses a casa?
Hai Xiaotang lo miró y preguntó con indiferencia —¿Te falta dinero? No valgo mucho.
Dongfang Hen se rió —Quizás no valgas mucho, pero para Dongfang Yu, eres invaluable. Eres su tesoro. ¿No moriría si desaparecieras?
—Él seguirá buscándome. ¡No morirá hasta que no pueda encontrarme! —dijo Hai Xiaotang con confianza.
Dongfang Hen no esperaba tal respuesta, se rió con diversión —Entonces, ¿estás insinuando que solo moriría si yo te matara?
—¿Qué gracia tendría su muerte? Perderías el gusto de atormentar a alguien, ¿no? —replicó Hai Xiaotang.
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