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Capítulo 5 — Salida de la torre imperial

Tanto Lion como Grí observaron la figura infantil que se acercaba a ellos. Una figura infantil como la de un niño, por lo tanto, con cara y corazón de ángel. Sin embargo, los que traía tras de él no eran niños, sino que eran adultos cuyos objetivos eran malvados.

Sin embargo, a pesar de tal contraste, se daba por hecho que el niño en cuestión, no era del todo bueno, sino que el niño realmente era un superior un superior de la secta de las estrellas. Estaba delante de todos, y aunque hablaba con lástima y dulzura, suponía que su mirada era soberbia ante sus seguidores, tal y como debía de ser un miembro de la secta de las estrellas.

Arroy miró a Gré y Sofía, y supo inmediatamente que eran ellos los que querían entrar a la secta. Bueno, en realidad supo que era Gré, ya que había sido el único que realmente había solicitado la unión a la secta. Por otra parte, Sofía solo había solicitado protección a Gré, y el que había sido designado para eso fue Arroy, quien había enviado a Sofía a custodiar la torre.

Aunque los odiara, al final Sofía había terminado trabajando para Arroy, un superior de la secta de las estrellas, y por eso, Sofía, ya era una miembro plena de la secta de las estrellas junto a Grí, quien solo faltaba recibir el emblema de la secta para ser un miembro real de la secta, al igual que Sofía. Gré, por sus actitudes, rápidamente se sabía que iba a ser ascendido a un superior en poco tiempo. En cualquier caso, no importaba si Gré al final era desobediente o arrogante, su sangre imperial era tan valiosa que haría que este fuese de un alto poder en la secta en poco tiempo.

—Oh, bueno, lo que faltaba. —dijo Lion, quien se mantuvo indiferente en el primer segundo y luego estalló en ira por completo al ver como la secta había entrado al palacio imperial con tanta facilidad.

Grí tampoco pudo creer lo que veía, y estaba tan decepcionado con los caballeros que Grí, si los tuviera en frente, les volaría a cada uno la cabeza, uno por uno y de una forma muy brutal, para que así aprendieran a hacer bien su trabajo. No obstante, Grí agachó la cabeza con rabia, ya que sabía que si un superior había llegado hasta este punto, los caballeros había muerto.

—Maldición. —Grí se dio cuenta que no había nada que él y su padre pudieran hacer. Sencilla y simplemente estaban en la peor situación en la cual pueden estar, y sabían que nadie los iba a salvar de este problema.

Pero a pesar que Grí y Lion estuvieran en tal situación, Gré y Sofía se alegraron al mismo tiempo al ver como Arroy tenía una sonrisa confiada, y estaban más alegres, ya que reconocieron, con un poco de lentitud, que él era el superior que tanto habían admirado por su supuesta forma de pensar que decían sus subordinados, y la cual había demostrado en este momento, y por lo tanto, Arroy era el superior en quien más confiaban.

—¡Aarroyyy! —gritó Gré con una grata sonrisa de oreja a oreja, la cual les causó repulsión y enojo a Gré y Lion, le gritó a Arroy.

También Sofía se alegró mucho, ya que significaba que ya no había ninguna necesidad de seguir luchando contra Grí y Lion. La prioridad nueva era salir de la torre imperial, ya que habiendo tan gran cantidad de enemigos para Grí y Lion, estos serían muy estúpidos si decidieran luchar a muerte, ya que morirían sin importar que fuera lo que hiciesen.

Grí observó a Arroy con las cejas fruncidas y le dijo con un tono amargo:

—La puta madre que te trajo aquí. Váyanse, ya no me importa si ella y ese traicionero son de la secta, váyanse. —Grí empezó a derramar lágrimas de tristeza, ya que había dejado en claro su deseo de jamás volver a ver al hermano con el cual se llevaba muy bien hace un par de días, antes del combate de selección imperial.

Gré escuchó esto y sintió algo muy feo en su corazón, ya que sabía que esto significaba que su hermano lo odiaba. Para Gré, si su hermano lo odiaba solo significaba que había hecho lo peor que pudo hacer. Pero tampoco iba a contener sus ideales solo por el amor de alguien, sin embargo, ese amor si era muy importante para Gré; Gré derramó lágrimas de dolor.

Arroy le sonrió a Sofía para que esta diera la señal que podría fin a la batalla e inicio a la huida de la torre imperial.

Sofía tomó en sus manos una especie de misil plateado, el cual tenía un brillo muy grande en su punta, que era roja como el tomate. Sofía observó a todos con mucha seriedad por lo que iba a hacer con ese misil.

Gré observó a Sofía y le dijo algo asustado por lo que iba a hacer su nueva prometida, y le preguntó con voz asustada:

—¿No irás a…?

Arroy observó a Gré mientras estaba con una mano extendida y una luz verde. La luz verde bañó sorprendentemente a los cuerpos de Arroy, Gré y Sofía, y con voz algo asustada, Arroy le dijo a Gré:

—No tengas miedo. —Arroy suspiró.

Sofía con el misil en mano, apretó su punta de color rojo hasta que este empezó a brillar como si fuera fuego, y luego el fuego empezó a cambiar de color hasta volverse azul. De la punta del misil comenzó a salir una llama de color azul, la cual empezó a prender en fuego todo el misil, mas Sofía no se quemó.

Sofía no había sentido ni la sola presencia del calor del fuego que emanaba el misil plateado, esto era debido al poder que Arroy estaba utilizando en ese momento, y el cual se representaba con un aura de color verde bosque brillante.

—Increíble. —Sofía no comprendía esto, pero le hacía sentir muy alegre.

Sofía dejó que el misil ascendiera hasta el techo de la torre imperial, y cuando llegó hasta el techo, este misil explotó con gran fuerza y dio un destello amarillo y azulado que creaba combinaciones de rayos verdes. Al final, la luz tenía tanta fuerza, tanto brillo, que deslumbró a todos y dejó a toda la sala con una atmósfera llena de colores amarillos y azulados, y unos pares de tonos verdes.

Tras el espectáculo de luces, se escuchó un estruendo muy fuerte, como el de una explosión.

—¡Ah! —gritó Sofía.

—¡Ahh! —gritó Gré.

—Malditos. —dijo Grí.

En ese preciso momento, Sofía y Gré, quienes se asustaron por la fuerte explosión, fueron tomados de la mano por la mano de un niño, el cual los agarró con mucha fuerza y los jaló. Al jalarlos, parecían que habían atravesado la pared, que realmente había sido destruida por la explosión, y al atravesar esta pared y salir a afuera, pudieron ver todo, en donde estaban.

—¿Estás loco? —Gré se asustó al ver como caía hacia abajo, en picada y con una velocidad que parecía acelerar más y más.

Sofía no podía hablar, estaba aterrada por la altura al la cual estaban cayendo, y pensó que iba a morir, pensamiento que se notó en su mirada y piel. La mirada de Sofía se hizo vacía, mientras que su piel se hizo pálida.

Sobre todos ellos bajaba uno por uno los de la secta, que aunque no fueron cubiertos por el hechizo de Arroy y obtuvieron heridas por eso, aún así no murieron y bajaban con mucha rapidez para intentar no quedarse atrás. No tenían miedo a las alturas, ya que todos se tiraban de forma voluntaria, ¿o acaso era por la amenaza que les generaba estar en la torre imperial? Como sea. En todo caso, no dudaron o parecían que no habían dudado al momento de saltar.

Frente a todos los de la secta, e incluso Gré y Sofía, estaba el niño con cuerno de dragón, que planeaba con perfección el aterrizaje perfecto para no morir en el intento. Sin embargo, el ataque sería imposible.

—¡Hk!

Habían multitudes de personas y caballeros imperiales rodeando la torre y metiéndose en esta, con el único objetivo de acabar con los de la secta, estaba claro. Pero ahora que la secta se había tirado desde la torre imperial, muchos se empezaron a acumular y sacar sus armas mientras decían:

—Prepárense.

—No dejen que ni uno se les escape.

—Matémoslos.

Y lo decían con mucho entusiasmo en sus rostros y voz, ya que esperaban con ansias en el segundo en que todos los miembros de la secta llegaran al suelo, y esta espera se debía más hacia Gré, ya que querían asesinarlo por haber traicionado el imperio espada y unirse a la secta de las estrellas.

Arroy se dio cuenta que no había ninguna clase de escapatoria en esta situación, así que cerró sus ojos y dijo:

—Cambiemos de lugar, desconocida. —Arroy esperó unos segundos en el aire, y de pronto…

Bajo de todos los de la secta, e incluso de bajo de donde estaba Arroy, se formó un círculo negro sin fin, algo que se podría decir "un vacío". Infinito, sin fondo; oscuro, sin posibilidad de saber que hay más allá de ahí.

Pero también había sucedido algo raro con Arroy. Arroy ya no tenía forma de niño, sino que su forma se tornó a la de una niña de cabellos azules y en mayoría, estaba cubierta por ropa para que casi nada de ella se viera, la cual parecía ser la causante del abismo que había sido creado frente a todos. Sin embargo, si esta niña estaba en el lugar donde se encontraba Arroy, ¿dónde estaba Arroy realmente?

Pero no era momento de buscar a Arroy, ya que el era una persona la cual podía ser bastante escurridiza y a pesar de su peculiar apariencia, por su forma de ser, podría pasar de ser desapercibido muchas veces. Por lo tanto, preocuparse por donde estaba, era algo se sobreprotección y cuidado extremo hacia alguien cuyo título es de superior. Era como insultarlo en la cara.

En el momento justo en cuanto un milímetro de los cuerpos de la niña que había aparecido de manera extraña, Gré y Sofía, tocaron ese vacío sin fin, estos sintieron como sus cuerpos eran severamente desmembrados órgano por órgano, célula por célula, molécula por molécula, e incluso se podría decir que era como que si su cuerpo se convirtiera en una masa de partículas subatómica, dejando de ser una persona.

Pero cuando ese dolor desapareció por completo, y todos pudieron abrir los ojos, Arroy los esperaba con la frente sudando y con la respiración bastante agitada, como si él también hubiera cruzado el mismo abismo al mismo tiempo que ellos, a pesar que no había estado junto a ellos.

Gré soltó todo el aire de dentro de él, y con algo de miedo, le dijo casi insultándolo:

—¡Me van a matar, maldi…!

—Espera. —dijo Arroy que tenía su corazón en la mano del miedo, y mientras calmaba su corazón que no paraba de latir, golpeando todo dentro de él, Arroy continuó diciendo: —Calmémonos y luego calmemos el enojo.

—Mierda, casi me muero. Mierda. —Sofía temía que su alma se fuera de su cuerpo en ese momento por la caída que habían realizado, en la cual sintieron un verdadero terror extremo y pensaron que iban a morir.

Arroy, que se tranquilizaba a sí mismo, dijo:

—No tengan miedo, la peor parte ya pasó. Ha llegado el momento de aceptarlos por fin en la secta de las estrellas como miembros de esta. —Arroy sonrió de alegría por que iba a tener a chicos tan valientes como para revelarse a la familia imperial de esa forma, e incluso luchar contra ella solo para defender los ideales, valores e ideas de la secta de las estrellas, los iba a tener en la secta. Un acto digno de unos miembros que les serán fieles y muy útiles.