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El diario de un Tirano

Si aún después de perderlo todo, la vida te da otra oportunidad de recobrarlo ¿La tomarías? O ¿La dejarías pasar? Nacido en un tiempo olvidado, de padres desconocidos y abandonado a su suerte en un lugar a lo que él llama: El laberinto. Años, talvez siglos de intentos por escapar han dado como resultado a una mente templada por la soledad, un cuerpo desarrollado para el combate, una agilidad inigualable, pero con una personalidad perversa. Luego de lograr escapar de su pesadilla, juró a los cielos vengarse de aquellos que lo encerraron en ese infernal lugar, con la única ayuda que logró hacerse en el laberinto: sus habilidades que desafían el equilibrio universal.

JFL · Krieg
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Regalos

*Brabos Horson se ha convertido en tu subordinado*

*El territorio: "vaher cenut" se ha agregado a tu zona de influencia*

*Has completado la tarea oculta: Retornando una dinastía. Parte: inicio*

*Has ganado trescientos puntos de prestigio*

*Se han desbloqueado dos habilidades de trabajo*

*Puedes otorgar un nuevo título: Administrador de territorio*

*Brabos Horson ha perdido el título de gobernante: Brir*

*Brabos Horson es el actual Administrador de territorio de la vaher Cenut ¿Deseas que mantenga el título?*

*Acepta: SI/NO*

Afirmó sin pensar demasiado.

*Actualizando datos*

*Has desbloqueado la sección: Mis gobernantes*

*Brabos Horson ha sido designado como el nuevo Administrador de territorio de la vaher Cenut*

*Has completado la tarea oculta: Mi pequeño gobernante*

*Has ganado cuatrocientos puntos de prestigio*

*Has ganado una oportunidad gratuita en el sorteo de caja sorpresa*

Inspiró profundo al ver culminada la lluvia de notificaciones.

—Por tu expresión me percató que estás experimentando lo que mis subordinados denominan como mi bendición.

Brabos despertó del largo letargo causado por la extrañeza de su cuerpo y la caótica energía, que, aún sin ser afín, la logró sentir.

Su hija le miraba, temerosa porque algo malo le hubiese sucedido.

—Levántense —ordenó, y la pareja de padre e hija obedeció—. Te he conferido sabiduría y fortaleza para el puesto que temporalmente he designado para ti, el mismo que has hecho cumplir los últimos ernas, el de gobernar la vaher Cenut. Ahora estás atado a mi de por vida, sabré dónde te encuentras, conoceré tus pensamientos y mi sombra cuidará de ti. Obedece mis mandatos y experimentarás la riqueza, pero vuélvete en mi contra y solo te esperará miseria y agonía, como a los tuyos.

Brabos asintió innumerables veces con nerviosismo. Antes había sido un ignorante que creía haber estado de pie frente a una bestia, sin embargo, ahora que había recibido un poco de conocimiento se percataba que siempre había estado en presencia de un coloso, un ser de leyendas, comprendiendo que todo lo expresado por su nuevo soberano era una verdad absoluta, una amenaza verdadera, y no dudaba del cruel destino que experimentaría si se aventuraba a traicionarlo.

—No me atrevería, señor Barlok —dijo con tono solemne, recobrando la compostura que un hombre con su estatus debía poseer.

La silueta del Ministro apareció bajo el umbral de la entrada, acompañado de un grupo de hombres que cargaban un pesado baúl y telas de apariencia exquisita.

Los cargadores observaron con curiosidad a los desconocidos, pero el segundo que duró el vistazo fue suficiente para entender la peligrosidad de cada uno, demostrado aún más por el comportamiento del Brir.

—Mi señor —dijo Astra al llegar ante Orion, haciendo una breve pero magnífica reverencia—. Le presentó el tributo que trajo el hombre.

Brabos frunció el ceño, disgustado por el arrebatamiento del honor de presentar su propio obsequio, inspiró profundo y olvidó la ofensa, no estaba dispuesto a comenzar una lucha contra alguien tan cercano a su nuevo soberano.

—¿Qué has traído?

Astra volvió a su lugar predilecto, mientras su señor esperaba las palabras de su nuevo subordinado.

Brabos carraspeó al percatarse que la pregunta se había dirigido a él. Avanzó a dónde el baúl y los hombres con las telas esperaban.

—Abre el cofre —ordenó en voz baja.

—Sí, Brir —respondió Tredio.

El pesado baúl fue abierto, dejando a descubierto su contenido. Piedras preciosas, joyería de plata y oro, y otros objetos de apariencia valiosa.

—Hace dos temporadas un mercader llegó a la vaher Cenut, no era un comerciante de nuestro... del reino de Jitbar, pertenecía a tierras lejanas, de largos desiertos y cordilleras impresionantes, o así las describía...

—Basta de tu palabrería —interrumpió—. No me interesa la historia de las cosas que me has traído. Pues, por lo que puedo observar, solo son baratijas y ropa.

—Ruego perdone mi descaro por obsequiar tan humildes cosas, señor Barlok. —Bajó el rostro, y esperó hasta la orden para volver a levantarlo, una orden que duró demasiado en ser dada.

—¿Cuántos kat'os tienes?

—¿Disculpe?

—¿Cuántos esclavos de la raza kat'o tienes?

—No puedo decirlo con claridad, señor Barlok, pero, si debo dar una cantidad, consideraría que son cerca de ochenta.

—Los vas a liberar.

—No comprendo, señor Barlok.

—¿Acaso debo gritar? —Brabos negó con rapidez un par de veces, nuevamente nervioso—. Enviaré a un grupo de mis soldados, y tú les darás mi mensaje a todos los esclavos kat'os en la vaher Cenut, les dirás qué son libres, sus hijos ya no serán enviados a los reinos humanos, y que cualquiera que deseé venir a mi vahir a vivir, será bienvenido. ¿Entendiste?

—Sí, señor Barlok —dijo, aunque oculta en su expresión se encontraba el temor, pues esa era una decisión que no le pertenecía.

Orion se colocó de pie, y todos en la sala contuvieron la respiración.

—Se quedarán esta noche y partirán mañana. Fira, prepara las habitaciones.

—Sí, mi señor —respondió la hermosa muchacha de cabellos platinados.

—Gracias, señor Barlok —dijo Brabos con honesta gratitud, inclinándose junto con su hija con respeto.

—Astra, mañana los acompañarás, quiero conocer los nombres de todos los kat'os en esa vaher.

—Sí, mi señor.

∆∆∆

Envío su vestimenta de vuelta al inventario, exceptuando las botas. Su rostro, solemne como cada día, contempló la amplia cama que adornaba su habitación, había algo en ella que cada vez que la miraba le hacía sentirse reconfortado. Era un placer poder dormir en un lugar cómodo, lo suficientemente largo para estirar las piernas y espacioso para moverse cuando la posición se volviera incómoda para su cuerpo. Finalmente, se acomodó y, con desinterés, observó la entrada de su cuarto.

Los dos cachorros de Akros le observaban desde su ingreso desde un rincón de la cama, lugar que regularmente ocupaban de zona de descanso.

Tocó su interfaz, acción que había retrasado durante el día, y era momento de darle prioridad. Fue a la sección de habilidades, queriendo descubrir las recién desbloqueadas.

[Recaudador de impuestos]: Quieres que tu imperio sea grande, paga lo que debes.

-Reduce la violencia del deudor al invitarlo a pagar.

-Recorrerás el doble de rápido los territorios de tu señor.

*Se necesita subir de nivel la habilidad para descubrir las otras ventajas*

[Comisario]: El cumplimiento del orden tiene un precio, y en muchas ocasiones, demasiado alto.

-Reduce la insatisfacción de los pobladores en tu zona de influencia.

-Puedes formar un grupo de diez individuos que tendrán un incremento del 50% en: Fuerza, velocidad, resistencia y valor.

*Se necesita subir de nivel la habilidad para descubrir las otras ventajas*

Minimizó la interfaz al acostarse, observando el techo y perdiéndose en su oscuridad. Estaba satisfecho con lo obtenido, pero deseaba dormir, no por sueño o cansancio, solo lo ansiaba, era lo mejor de su día. Bajó los párpados e inspiró profundo, sus pensamientos se alejaron, siendo cada vez más infrecuentes al paso de los segundos, sin embargo, su mente explotó en la inspiración de una gran idea, una que provocó que sus comisuras se alzaran en una enorme sonrisa astuta.