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El diario de un Tirano

Si aún después de perderlo todo, la vida te da otra oportunidad de recobrarlo ¿La tomarías? O ¿La dejarías pasar? Nacido en un tiempo olvidado, de padres desconocidos y abandonado a su suerte en un lugar a lo que él llama: El laberinto. Años, talvez siglos de intentos por escapar han dado como resultado a una mente templada por la soledad, un cuerpo desarrollado para el combate, una agilidad inigualable, pero con una personalidad perversa. Luego de lograr escapar de su pesadilla, juró a los cielos vengarse de aquellos que lo encerraron en ese infernal lugar, con la única ayuda que logró hacerse en el laberinto: sus habilidades que desafían el equilibrio universal.

JFL · Krieg
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Con la mirada hacia el futuro

Sus pensamientos continuaban procesando una vasta de información referente a la mejora de su vahir con la ayuda de su interfaz, cambiando entre estrategias por una mejora ideal.

Se levantó de su asiento, caminando en círculos con una mirada contemplativa, mientras tocaba con su dedo índice la mayor parte de su nariz y sostenía con el dedo pulgar su mentón. Inhaló y exhaló algunas veces con frustración, no estando de acuerdo con sus propias deliberaciones. Tenía muchas dudas, la habilidad para gestionar una ciudad nunca fue necesaria en el laberinto, prácticamente lo que ha venido haciendo durante los últimos cinco meses ha sido apuntar con el dedo basado en los escritos de antiguos gobernantes y generales, agudizando poco a poco su mente sobre los procesos correctos, pero ahora, la decisión era un poco más complicada, siendo la problemática principal la falta de recursos, tanto humanos con experiencia, como la diversificación y cantidad de los materiales.

*Ahh.

Meneó su cabeza con fuerza hacia ambos lados, despejando sus dudas a la fuerza, mientras elegía su próxima decisión, la cual podría recompensarlo con buenas semillas, o con frutos podridos.

∆∆∆

Abrió la puerta de la sala destinada a la construcción, observando con absoluta seriedad a los dos únicos presentes, quienes pasaron de observar al recién llegado con sorpresa, a con respeto y miedo.

--Señor Barlok. --Saludaron con torpeza, un acto que no fue de gran importancia para el alto joven.

Abrió su interfaz, deslizando con la mente hasta llegar a la sección "Construcción", donde expandió la información y logró observar con mayor detalle las construcciones disponibles, así como el costo en monedas de oro y materiales necesarios. Suspiró al seleccionar a dos de las que ahora mismo pensaba eran la mejor opción.

Hizo aparecer de la nada dos planos largos en forma de rollo, sorprendiendo una vez más al par de individuos, quienes también habían presenciado el acto cuando les fue encomendada la tarea de la mejora de los muros y la construcción de la torre de arqueros, dejando claro que el deleite no había disminuido ni un poco.

--Acérquense. --Ordenó, en simultáneo que él mismo se dirigía a una mesa rectangular repleta de mapas con la geografía de la vahir y los territorios circundantes.

Activó la opción dentro de su interfaz para encontrar los puntos ideales para la construcción de los nuevos edificios. Luego de un segundo dos pequeños puntos verdes parpadearon en el mapa tridimensional.

--Aquí construirán el edificio del plano: Sala de guerra --Señaló en el mapa sobre la mesa-- y, aquí el plano: Introducción al conocimiento. --Volvió a apuntar con el dedo.

--Sí, señor Barlok. --Asintieron, mostrando el fuerte compromiso con la tarea al aceptar los dos planos.

--Tienen treinta lunas. --Dijo y, con la misma se retiró del recinto.

∆∆∆

La soledad había sido su compañera por más de dos siglos, enfriando su corazón para las interacciones interpersonales, volviéndolo frío y desinteresado, violento y vengativo y, sobre todo, calculador, una habilidad que solo ocupaba cuando la impulsividad no daba resultado.

--Si deseas ocultar tu presencia, aprende a calmar tu respiración. --Dijo al bajar el libro que segundos antes leía.

--Señor Orion. --Dijo con una sonrisa respetuosa y apenada.

Se levantó del sillón, colocándose a solo un paso del delgado joven.

--¿Por qué razón permitiste que la madre de Itkar caminara por el jardín? --Preguntó sin un ápice de enojo en su voz, o expresión, pero el salvajismo de sus ojos no fue suprimido.

--Actué sin consultarlo y por ello le pido perdón, señor Orion, sin embargo...

--¿Sin embargo? --Interrumpió con una pseudosorpresa-- Te has vuelto valiente, Astra, lo admito.

--Gracias, señor Orion. --Sonrió.

--No fue un cumplido --Engrosó su voz, al tiempo que la sed de sangre sobresalía de cada parte de su cuerpo--. Dame tu explicación.

--Sí, m-mi señor --Asintió con nerviosismo y temblor en su voz, por primera vez sintió terror al estar en presencia de su gobernante--. Lo hice por usted, señor. Hay personas de la aldea que continúan siendo leales a la familia Horson, no puedo decirle con certeza cuántas personas participan, o quienes son, pero puedo asegurarle que ahí están, esperando con paciencia para provocar una revuelta, una que no ayudara a su propósito, señor --Orion deshizo la presión que su cuerpo exudaba, escuchando con atención cada palabra de su fiel subordinado--, ni a la moral de la vahir para las batallas posteriores. Así que tomé la decisión de dejar salir al jardín a la anterior señora de Tanyer, junto con sus hijos, permitiendo que muchas personas que trabajan en el interior del palacio pudieran verla y, así se esparcieran los rumores de su vida cómoda aquí, en su hogar, mi señor. Le juro que no fue mi intención ofenderle, ni mucho menos, solo creí que era una de mis obligaciones como Ministro de asuntos internos y externos. --Se arrodilló con calma, aceptando la siguiente decisión de su señor, ya fuera buena o mala.

--Levántate --Ordenó, sujetándole de los hombros al verlo ponerse de pie por completo--. Mi odio por Itkar es imborrable y, mis ganas de asesinarlo pueden nublar mi juicio muchas veces, ahora fue una de esas ocasiones. Dudé de tus acciones --Lo llevó a sus brazos, abrazándolo con fuerza y calidez--, lo siento. --Dijo con brusquedad, intentando ver si las palabras del libro que anteriormente estaba leyendo eran verdad, llegando a la conclusión que no podía sentir nada, sin embargo, Astra no fue indiferente a la acción, sintiéndose sentimental por la repentina muestra de afecto de su señor--. Continúa con tus tareas. --Dijo al dejarlo ir de su abrazo.

Astra asintió, rejuvenecido y con la energía recuperada, parecía que una buena muestra de afecto había dado como resultado en una actitud más proactiva y positiva en su más fiel subordinado.

--Tal vez nunca lo llegué a entender. --Dijo al arrojar al sofá más cercano el libro que tiempo antes había estado leyendo, dejando observar por la hoja a la vista que la obra tenía por nombre: El valor de una disculpa sincera.