Los sueños que se pierden en el camino

El miedo se propagaba como una niebla que invadía sus sentidos. Cada inhalación se convertía en un desafío, como si tragar fuego fuera la única opción. El humo a su alrededor se arremolinaba en espirales, oscureciendo su visión. Mientras Axel luchaba por mantenerse en pie, su mente se tambaleaba entre la consciencia y la oscuridad que amenazaba con envolverlo.

El estruendo de las explosiones, como un rugido salvaje, sacudía ocasionalmente el suelo bajo sus pies. Cada paso era una batalla contra la onda de choque que lo empujaba hacia atrás, sin embargo, él no podía permitirse caer; no ahora, no de esta manera.

Con las heridas ardiendo por el esfuerzo, Axel no podía apartar la mirada de la figura borrosa de su enemiga, que parecía perseguirlo. Temía ser acorralado en cualquier momento. Sin embargo, un destello de esperanza surgió cuando los rostros de Sofía e Isaac emergieron entre la bruma, perlados de sudor y tensión.

Un destello de alivio recorrió el agotado cuerpo de Axel, pero sus músculos tensos y las heridas ardientes le recordaron su situación. Cada respiración por mantenerse en pie llegó a su fin cuando sus piernas cedieron y tocaron el suelo.

Sofía, compañera de Axel en esta lucha desesperada, se acerca con una mano extendida en un gesto de ayuda, pero él apenas se mueve. Su mirada, cabizbaja, está completamente enfocada en proteger a Nadia. La mano de Sofía se queda suspendida en el aire, sin respuesta. A pesar de haber perdido el conocimiento, los brazos de Axel aún rodean el frágil cuerpo de Nadia, asegurándose de que esté a salvo. En medio del caos de la batalla, su instinto protector permanece intacto.

Sofía se arrodilla junto a ellos, uniendo sus fuerzas con las de Axel para proteger a la mujer que tanto amaba. Nadia parece haberse olvidado de sí misma al ponerse de pie; todo lo que la rodeaba parecía no importarle, excepto Axel, quien ahora estaba recostado en un muro. Una persona cae en un sueño profundo sin perder el aliento de vida, su expresión de dolor tallada en su rostro, ahora es solo un mal recuerdo que intentaba olvidar.

Mientras se resguardaban en un lugar aparentemente seguro, Sofía levantó el telón de su habilidad cinética, envolviéndolos en un manto de invisibilidad que les ocultaba de las cámaras. El zumbido eléctrico de los dos escudos vibraba en el aire como un escudo protector.

El tiempo se deslizó entre sus dedos como arena en un reloj roto, cada momento una oportunidad libre de usar sus habilidades. Nadia trabajó con manos firmes para sanar las heridas de Axel, una mezcla de determinación y desesperación ardieron en sus ojos mientras luchaba por mantener a raya su miedo.

—Solo puedo usar esta habilidad cinco minutos, luego entraré en reposo. Espero que esto sea suficiente —dijo Sofía mientras veía esa luz dorada sanar las heridas de Axel.

Cada movimiento, cada palabra, podía ser ejecutada sin ser penalizada por los ojos inquisitivos de las cámaras ocultas. Ellos no podían permitirse mostrar debilidad, no cuando sus enemigos estaban tan cerca, tan dispuestos a explotar cualquier signo de vulnerabilidad.

La falta de información sobre su atacante arrojó a Isaac a una lucha por comprender la naturaleza de la habilidad de su enemiga. Sin embargo, la situación de desesperación los atrapó en su juego. Con la respiración agitada, Isaac irrumpió en el silencio, incapaz de contener el miedo en su voz.

—¿No sé qué clase de habilidad usaron en mí? Sentí como si alguien estuviera manipulando mis movimientos... ¡Por supuesto que tengo miedo! —Isaac tomó aire, dibujando una sonrisa poco confiable mientras hablaba—. Entiendo que nos entrenaron para esto, pero las simulaciones y la realidad son dos cosas distintas. Por eso... necesitamos escapar, el helicóptero está en el quinto piso. Tenemos que subir.

—¿Y qué hay de Axel? —Sofía apuntó hacia él con gesto preocupado, sus ojos revelaron su preocupación.

—No podemos arriesgarnos. Las cámaras nos estarán observando ni bien tu habilidad termine —Isaac miró a su alrededor, evaluando la situación con rapidez.

—No estarás pensando en... —Sofía no pudo terminar su frase, comprendió a su manera lo que Isaac estaba insinuando: abandonar a su amigo. (Falta entrar en duda)

Cerrando la corta distancia entre ellos, Sofía lo agarró con firmeza, su mirada llena de furia.

—¡No lo permitiré! No dejaremos a nadie atrás, lo sabes perfectamente —Isaac parecía confundido, tratando de mantener la calma, pero los reproches de Sofía comenzaron a minar su confianza.

—¿Así que dejarás a Axel atrás? —Sofía no pudo contener su voz temblorosa.

—Tranquilízate, Sofía. Estás malinterpretando las cosas —respondió Isaac con voz quebrada.

La discusión se desvaneció en el aire, ahogada por la voz de Nadia que les reclamaba que guardaran silencio.

—Entiendo vuestro miedo, yo también lo siento, pero están olvidando que estamos juntos en esto, así que por ahora guarden silencio mientras termino de curar a Axel.

Los cinco minutos llegaron a su fin y, de repente, el caos que los rodeaba se desvaneció en un silencio ominoso. El ambiente se volvió pesado, como si estuvieran al borde de una tempestad. El eco de los pasos de alguien acercándose resonaba como un tambor en sus oídos. La tejedora usó su habilidad para rasgar el suelo bajo sus pies, creando un escalofrío de miedo que se apoderaba de ellos.