En busca de nuevos horizontes

Sofía mantuvo sus ojos cerrados, concentrándose en las sensaciones que le transmitían sus recuerdos. El roce de sus cortos cabellos le recordó el propósito que la impulsaba a seguir adelante.

Al llegar a la prisión, la curiosidad germino como una flor en las miradas de sus compañeros, y aunque Axel guardaba silencio, entendía que debía de compartir su experiencia. Sofía, consciente de las cámaras ocultas que les observaban, se esforzó por contener su frustración ante la pérdida de privacidad. Las palabras maldecidas resonaban en su mente, mientras su mal humor crecía con cada instante. Sin embargo, su necesidad de desbloquear su habilidad era más fuerte que cualquier molestia.

—Axel, necesito saber cómo despertar mi habilidad —exigió, dejando en claro su determinación.

El tono hostil persistía entre ellos, pero Sofía percibió un cambio en la actitud de Axel cuando este se acercó, dispuesto a compartir su conocimiento.

—¿Realmente crees que tengo la respuesta? —cuestionó Axel con calma, reconociendo la indirecta de Sofía y aceptando el peso de su petición.

Las palabras de Axel no estaban cargadas de odio. Sin decir una palabra más, hizo un gesto con los dedos. Las palabras cuidadosamente susurradas flotaban en el aire, como mariposas cautivas en una telaraña de secretos. Sofía mantenía su rostro imperturbable, como una máscara de porcelana, sin traicionar el secreto. Aunque las cámaras continuaban vigilando cada movimiento, ahora tenía la esperanza de desbloquear su habilidad.

—Ahora si lo entendiste vete de mí vista… y no te olvides mis palabras.

Con cada nuevo amanecer, los relojes digitales marcaban el paso del tiempo, y los entrenamientos se volvían más desafiantes, como un río que corre hacia la cascada. Lentamente, cada miembro del grupo comenzaba a manifestar sus habilidades, sintiéndose como niños que descubren por primera vez el alcance de sus poderes.

Nadia, con su cabello ahora teñido de un azul marino resplandeciente, fue la primera en manifestar su poder de manera llamativa. El cambio en su apariencia fue solo el primer indicio de su don; una luz blanca y reconfortante brotaba de sus manos, sanando heridas como el susurro de un río que calma la sed del alma. Sin embargo, a medida que su poder se manifestaba, también surgían las dudas en su corazón. ¿Sería suficiente su habilidad de curación en medio de la batalla?

La envidia, como una sombra insidiosa, comenzó a tejer su tela en la mente de Nadia, consumiéndola con la ansiedad de no ser lo suficientemente útil. Observaba con ojos envidiosos cómo sus compañeros descubrían habilidades más impresionantes. Y entonces, cuando menos lo esperaba, una pequeña explosión la sacudió, una nueva habilidad nació en Isaac, dejándola perpleja y maravillada ante el vasto océano de posibilidades que aún quedaban por descubrir.

Isaac contempló sus manos con asombro mientras el brillo rojo intenso parecía quemarle la piel. Su corazón latía con fuerza en su pecho, una mezcla de fascinación y temor se apoderaba de él. Cada dedo parecía cargar una bala explosiva, listas para detonar en cualquier momento. Mientras se preparaba para desatar su poder en el campo de pruebas, una sensación de ansiedad se apoderaba de él. ¿Qué pasaría si perdía el control?

Después de una agotadora sesión de entrenamiento, Nadia encontró a Isaac sentado en un rincón, con el rostro perlado de sudor y las manos temblorosas por el esfuerzo. Con una expresión de preocupación, se acercó a él y le ofreció una sonrisa reconfortante.

—¿Estás bien, Isaac? —preguntó con gentileza, posando con delicadeza una mano en su hombro.

Isaac asintió débilmente, pero su mirada revelaba el dolor que aún persistía en su cuerpo. Sin decir una palabra, Nadia se sentó a su lado y comenzó a examinar sus heridas con cuidado. Sus manos se movían con delicadeza, aplicando vendajes con ternura y utilizando su habilidad de curación.

Isaac cerró los ojos y dejó escapar un suspiro de alivio mientras sentía el cálido resplandor envolviendo sus heridas. Podía sentir cómo el dolor disminuía poco a poco, reemplazado por una sensación reconfortante de bienestar.

Al abrir los ojos, se encontró con la mirada compasiva de Nadia. Una sonrisa sincera iluminó su rostro mientras expresaba su gratitud. En ese momento, Isaac se dio cuenta de lo afortunado que era de tener a alguien como ella.

La resistencia de Sofía ante la idea de poseer un poder explosivo era evidente. Observaba a su compañero con detenimiento, cada gesto de dolor que él experimentaba la hacía retroceder. Inicialmente, imaginó que su propio poder sería más equilibrado. Sin embargo, con el paso de los días, su habilidad no se manifestaba. La preocupación y el estrés se apoderaron de su mente, llevándola a la conclusión de que podría ser descartada.

Finalmente, el miedo y la angustia alcanzaron su punto de ebullición. Un rugido ensordecedor llenó el lugar, mientras Sofía liberaba el potencial de su poder. Un vendaval púrpura la envolvió, levantando los objetos a su alrededor en una danza caótica. Los objetos parecían bailar al ritmo de su ira, mientras que los ojos y las manos de Sofía irradiaban la misma energía violeta.

A medida que el vendaval comenzaba a disiparse, dejo a su paso un rastro de destrucción, Sofía se encontró exhausta, sintió el peso en su cabeza y la advertencia de sangre en su nariz, indicándole los límites de su capacidad. Sabía que aún tenía mucho por aprender sobre el control de su poder, pero en ese momento, se sentía viva como nunca antes.

Mientras tanto, Nadia, observando el progreso de los demás miembros del equipo. Comprendió que su papel como sanadora era esencial, con su instinto sanador, se adelantó a cumplir su rol, extendió sus manos y curo las heridas de Sofía. A medida que desempeñaba su función, experimentaba un creciente sentimiento de utilidad, manifestado por una sonrisa constante que iluminaba sus labios. Sin embargo, sabía que aún tenía mucho por mejorar, especialmente su condición física y algunos talentos evasivos.