El Secreto Oculto en la Oscuridad

En el automóvil, Estefan batallaba contra una furia descontrolada que se reflejaba en el espejo retrovisor. Al observarse, experimentaba una sensación de desprecio e impotencia. No obstante, exhaló profundamente, intentando recobrar la serenidad. El motor del coche zumbaba, recordándole que era hora de enfrentarse a Liliana, y debía hacerlo con cautela. La carretera se desplegaba frente a él como un sendero repleto de incertidumbre, un lienzo en blanco ante sus decisiones.

—Cuando la conocí, sentí como si estuviera frente a una muñeca de tamaño humano. Aunque no expresaba nada con palabras, sus ojos desvelaban la verdad. —Confesó Elizabeth.

—Recuerdo que servías a Luna con devoción. Eras como su sombra, siempre a su lado. — Añadió Estefan.

Observaba Estefan la serenidad en la mirada de Elizabeth, como si su pasado se convirtiera en un bello recuerdo a su manera. En su interior, se cuestionaba si haber servido a los Winter había sido una bendición para su vida. Sumergiéndose en el pasado, contemplaba aquellos recuerdos y la tristeza que había envuelto a Elizabeth en melancolía.

—La señorita Luna fue más que una amiga. No me consideró una herramienta; me trató como a una persona de carne y hueso. Su aprecio por mí fue tal que me enseñó todo lo que sé.

Bañados por la caricia del viento fresco de la mañana, y adentrándose en el viaje, prepararon sus mentes para el encuentro con Liliana. Estefan ya había solicitado una reunión para exponer sus interrogantes, consciente de que el poder de la ley era indomable. Ahora solo quedaba esperar y dirigirse hacia el imponente rascacielos oscuro, donde el sol brillaba con fuerza, como si estuvieran a punto de asistir a una elegante gala matutina.

Con cautela, se adentraron acompañados de los guardianes de seguridad, sin saber lo que les esperaba en aquel lugar. El eco de sus pasos creaba una atmósfera de tranquilidad mientras se acercaban a la oficina. El silencio reinaba en el ambiente, y la sensación de soledad era comparable a una noche sin estrellas en el cielo. Finalmente, se encontraron frente a ella y notaron que Liliana parecía una luna solitaria en su despacho. Su presencia era magnética, su cabello fluía como una cascada dorada que intensificaba su misterio. Sus pasos eran tan ligeros como susurros, y su figura, delicada pero con una mirada enigmática, marcó el comienzo de su encuentro.

—Elizabeth, hace tiempo que dejaste de trabajar para mí. ¿Cómo te ha ido? —preguntó con un toque de misterio, anhelando explorar el pasado. Elizabeth, sabiendo sus intenciones, esbozó una sutil sonrisa y respondió con voz dulce pero cautelosa, como quien se adentra en un terreno desconocido.

—Sabes que eso no funcionará conmigo. Pero respondiendo a tu pregunta, sí, me ha ido bien desde entonces. Me alegra saber que gozas de buena salud —respondió inclinando ligeramente la cabeza en señal de respeto. Estefan, desde un rincón, observaba la interacción entre ambas mujeres. Conocía la astucia de Liliana y sabía que no sería fácil obtener información de ella, pero estaba decidido a descubrir la verdad sobre Axel y Nadia. Con determinación, se preparaba para formular las preguntas que tanto ansiaba hacer, aunque era consciente de que debía elegir sus palabras con cuidado para no revelar demasiado de sí mismo.

La mirada helada de Liliana se fijó en él, provocando un escalofrío que recorrió su espalda. Sin percatarse, soltó un suspiro nervioso mientras batallaba por mantener su guardia. El juego de inteligencia y astucia apenas comenzaba.

— Estefan Bernard, ¿no es así? El famoso detective de renombre internacional. Me sorprende que hayas venido personalmente. Supongo que tu ineptitud te llevó a mí — comentó, dejando entrever una sonrisa burlona.

Sin dejarse intimidar, mantuvo su compostura. —Liliana, sé que tu tiempo es valioso, pero las circunstancias son excepcionales. Hay muchas dudas en mi investigación, y deseo que la mayor sabia de Roster me ilumine.

Liliana arqueó una ceja, evaluando sus palabras con cautela. —Lo sabes mejor que nadie, siempre me ha gustado un buen misterio. Adelante, detective, hazme preguntas, y veremos si puedo iluminarte con algo de información relevante.

La sala quedó sumida en un tenso silencio, como si el destino mismo estuviera esperando a ser revelado entre las respuestas de Liliana y las preguntas cuidadosamente elegidas de Estefan.