Paso a paso, con cada adoquín medianamente hundido, John dejaba un resonante chapoteo. Sus botas amarillas, vibrantes y molestas a la vista lucían como faros en la oscuridad, una luz persistente en su camino, Mezclándose entre las interminables filas de farolas.
Aunque avanzaba por una avenida densamente poblada, se sentía extrañamente solo en su recorrido, los fuertes vientos empujaban su esbelto cuerpo a lo largo del sendero urbano que desde hace ya un largo tiempo había elegido. Siendo apoyado por edificios que se hacían pasar por casas que bordeaban las avenidas de la recién formada ciudad. Con diversas envergaduras, ofrecían una especie de refugio parcial, absorbiendo y desviando las ráfagas más intensas, goteando con las flechas líquidas de la lluvia.
A pesar de ser casi las nueve de la noche, las calles aparentaban una hora mayor con su entorno algo agresivo. Las fuertes ráfagas de lluvia azotaban las calles y golpeaban con brutalidad a cualquiera que osara aventurarse al exterior, transformando el mundo en un mosaico de agua que asemejaba a la niebla. Siendo los autos los únicos transitaban, como hordas de bestias humeantes, emanando parpadeos de luz a través de la neblina de la lluvia. En contraste, el frío se adhería a su piel, encrespándola como recordatorio de la gélida noche que lo rodeaba. John sabía que la tormenta llegaría, pero no había anticipado su intensidad.
Pese a que pareciese poco lógico salir con un clima tan irascible y cualquier persona consideraría largarse de la zona para hallar resguardo, John se mantenía en un paso constante, pareciendo más como si este, lo disfrutara. Como si cada elemento que compusiera aquella tormenta lo fomentara aún más y más a continuar.
Lo cierto es que, para él, todo esto era un proceso, un hobby. Algo que amaba en realidad.
Esta afición nació en algún momento de su fugaz juventud, liberada espontáneamente de lo que alguna vez fue esa necesidad de encontrar o de poder percibir algo. Nació como una respuesta a su búsqueda de algo más que no sea una inhibición o restricción impuesta a sí mismo. De algo que nunca entendió.
Con el tiempo Fue experimentado más y más climas en su caminar, siempre recorriendo la misma ruta. Pero en diferentes momentos, en búsqueda de diferentes emociones que rellenaran esa pasividad que anulaba su sentir más primigenio.
John había recorrido las mismas calles de manera frecuente y en distintos entornos, permitiéndole conocer de diferentes maneras el mismo sitio de siempre. Siendo sus más cercanos recuerdos al respecto cuando decidió recorrerlas en un amanecer suave, casi imperceptible para los habitantes sumidos en su rutina, encontrando en el horizonte un frescor anaranjado que lo envolvía en serenidad. También había caminado cuando un apagón anulo las farolas, sumiendo la ciudad en una oscuridad completa y generando un entorno que evocaba tanto temor como misterio.
En cada una de esas situaciones, aunque experimentaba destellos de miedo o tranquilidad, nunca había encontrado un impulso tan fuerte como el de aquella noche le infundía. Caminaba por el mismo sendero, esperando encontrar algún instinto que le hiciera detenerse, pero en su lugar, hallaba algo más profundo:
Felicidad, exaltación por aquello que aún no conocía. Era la primera vez que lo sentía, pero no entendía el porqué, siendo más como si su propio cuerpo le anticipara la enorme emoción que desbordaría su alma y que percibiría en algún tiempo después. Siendo esa misma la que le impulsaría a continuar…
La ciudad, bajo el manto de la tormenta, se transformaba en un paisaje de introspección, donde las luces y las sombras jugaban un ballet eterno en el pavimento mojado. Permitiéndole a la vez saborear aquella emoción que no dejaba de aumentar. Una sensación tan poderosa que forzaba a sus labios a curvarse en una amplia sonrisa.