—¡Hermano! ¿Cómo podría ser posible? —Esteban gritó con miedo.
¿Qué había dentro del cerebro de su hermano? ¿Acaso acababa de comerse el corazón de un Dragón? ¿Por qué demonios había matado a la gente de Torak? ¿Estaba cansado de vivir?
Esteban no podía comprender de qué estaba hablando su hermano, y su absoluto sin sentido.
—¡Alfa... Supremo Alfa! Alguien debe estar tratando de chantajear a mi hermano. ¡Él no haría eso! Tiene que haber alguien detrás de todo esto! —Esteban decía de manera incoherente, intentando frenéticamente salvar la vida de su hermano.
—¡SILENCIO! —Torak rugió—. ¡No hables si no te lo ordeno!
Su explosión logró callar a Esteban. Gimoteó bajo la restricción de Rafael. Su cara estaba mirando al suelo mientras su cuerpo se estremecía.
—Realmente te transformaste para matar a mi gente. ¿No sabes que has roto dos reglas? —Torak entrecerró sus ojos peligrosamente—. ¿Cómo esperas que perdone tu vida?
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