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Capítulo I

¿Qué sucede cuando el mundo cambia? ¿Qué sucede cuando destruimos lo único que puede salvarnos? Mi cabeza daba vueltas en preguntas que no sabía por qué tenía en mi mente. Todo era una nube gris en mi cabeza, todo estaba gris en ella, porque los pensamientos que tenía no eran nada bueno. Mi cuerpo estaba helado, sentía el frio viento zumbar en mis oídos mientras acariciaba mi cuerpo entumecido. Duele ¿Pero que es el dolor? En estos momentos el dolor físico me parecía algo nuevo, pero el dolor que sentía en mi alma parecía que había sido parte de mi durante mucho tiempo.

Abrí los ojos, ellos también dolían, para observar mí alrededor. La blanca nieve cubría los tétricos árboles que me rodeaban ¿Dónde estoy? Mejor aún ¿Quién soy? Pero, ¿Acaso eso importa? Lo único que me importaba en este momento es el sentimiento de culpa que tenía dentro de mí. El mundo se ve muerto y me siento culpable por eso, pero no logro entender por qué.

Mire mis manos y toque mi rostro, me pellizque, cerré los ojos con fuerza, pensando que nada era real. Pero el frio que sentía me avisaba que todo eso si estaba pasando. Pero la pregunta es ¿Por qué estaba pasando?

Me levante sobre mis pies, parecía que no tenían fuerzas, como si estuviera aprendiendo a caminar, de a momentos me tambaleaba mientras reconocía esta gravedad que me encadenaba a esta triste realidad. Mi cuerpo estaba totalmente desnudo ¿Qué estaba sucediendo? Moría de frio, y hambre.

Todo a mí alrededor me confundía, incluso mi cabeza me confundía mientras se empeñaba en recordar algo que no sabía que era, tenía la extraña sensación de que había algo muy importante que estaba olvidando, pero por más que lo intentará no había forma de recordarlo. El paisaje era blanco o negro. Una imagen digna de terror, un claro grito de la naturaleza, un grito de desesperacion.

En cuanto a mí, la mejor opción que tenía por el momento es encontrar un lugar donde refugiarme de este frio, o encontrar a alguien que me ayude, pero la nieve y la intensa niebla dejaban ver poco. Aun así, camine entre todo eso con la extraña esperanza de que algo me salvaría, aún sabiendo que todo dependía de mi y del destino que la vida quería para mi. Mis músculos parecían endurecerse poco a poco y el frio empezaba a sentirse hasta en mis huesos.

Frio ¿Qué es el frio? No recuerdo lo que es tener frio. Algo dentro de mí me dice que estoy en el lugar adecuado y eso me asusta. Intuiciones vagas que no contestan mis preguntas, que no solucionan nada dentro de mí. Pero si hay algo que si se es que la intuición es el eco de la voz del espíritu y él siempre tiene la razón.

Ya convencida de que no encontraría nada, me senté junto a un árbol, con la esperanza de evitar que el viento frio no llegara a mí y la nieve no congelara más mi piel, pero era inútil.

Seguía forzando a mi cabeza a qué recordara algo, aunque sea un pequeño atisbo de recuerdo que me ayudara a salir de todo esto. Termine llegando a la conclusión de que tal vez es algo que no tengo que saber. Algo como cuando un bebe llega al mundo sin entender que es todo esto, sin entender por qué ha llegado.

No obstante, una ola de viento fuerte me chocó de frente con tanta fuerza que pensé que se me rasgaría la piel. Pese a que me costó, abrí los ojos protegiéndolos inútilmente con mi brazo, segundos después este seso ¡por fin! ¡Pensé que me congelaría!

¡Hay alguien! ¡Encontré a alguien que me ayude! La desesperación y la tranquilidad de tener la posibilidad de encontrar un refugio me invadió. A unos doscientos metros podía ver una silueta que definitivamente no era un árbol, no podía distinguir si era hombre o mujer. Llevaba una capa negra larga que cubría parte de la nieve a su alrededor. La tela sobre su cabeza tapaba casi por completo su rostro y la oscuridad ocultaba el resto.

- ¡Hola! ¡¿Puedes ayudarme?!-grite.

Es mejor acercarme, dudo mucho que logre oírme con el viento soplar así. No se movió ni un milímetro, estaba rígido, pero sabía que me estaba mirando, podía sentir su mirada atravesándome por completo. Por un segundo me sentí incomoda, pero el miedo a morir aquí cubría cualquier tipo de sentimiento. El miedo, el sentimiento más poderoso del mundo, puede incluso competir con el amor. Porque si lo piensas muchas personas se alejan o destruyen a quien aman por miedo. Algo ilógico y muy preocupante ¿Pero a que le tenemos miedo? ¿A morir? No pienso que la muerte sea algo espantoso, pero si siento miedo ¿Quizás al dolor? No lo sé, lo único que sé es que el miedo puede hacerte actuar de formas que nunca pensaste.

Por un segundo sospeche que podría estar congelado, o estaba alucinando. Camine lento y con precaución hacia él, había algo dentro de mí que me decía que tenía que ir, como una voz interna gritándome que lo hiciera, pero por otra parte, me asustaba.

- ¡¿Hola?!- grite aún más fuerte, con la esperanza de que me escuchara.

Me detuve justo en el momento en que sus brazos se elevaron a la altura de sus hombros. Parecía invitarme a ir, ofreciéndome ayuda. Seguía dudando, mientras intentaba resolver esa una lucha interna en correr hacia él o correr en sentido contrario, no sabía qué hacer, pero al siguiente paso que di lo resolví. Sus manos se inclinaron hacia adelante y miles de sombras salieron de detrás suyo hacia a mí.

Por unos segundos me quede paralizada, mi corazón detuvo su ritmo y lo reanudo con una frecuencia tan rápida y fuerte que mi pecho dolió ¡¿Qué es eso?! Lo que fuera, quería hacerme daño ¡Hay que correr! ¡Ya! Era difícil hacerlo, mis pies se hundían en la nieve y de vez en cuando me caía. Las ramas de los arboles a veces me lastimaban los brazos, pero del miedo no sentía dolor alguno ¿Por qué me ataca si no he hecho nada malo? No mires atrás, era lo único que pensaba. Sabía que en cuanto lo hiciera entraría más en pánico.

- ¡Por favor detente! ¡no quería hacer nada malo!- grite, no podía evitar llorar.

<<Lo sé>>, una voz retumbo en mi cabeza, pero no estaba segura de si en verdad me estaba contestando, o lo estaba imaginando. Miré rápidamente hacia atrás y descubrí que aquellas sombras aun me seguían de cerca, muy cerca. Por un segundo mi miedo se vio oculto por un suave manto de incomprensión ¿Eso era real? ¿O me lo estaba imaginando? Se veían muy tenebrosas y el sonido que hacían era muy escalofriante. Una de ellas grito con fuerza, haciéndome gritar a mi también, mi cuerpo se elevó por los aires y aterrizo bruscamente en la nieve ¿me habían alcanzado? ¡Me levantaron en el aire! ¡¿Cómo es eso posible?! ¡Se suponía que estaba alucinando! Mi manto de incertidumbre desaparece y el miedo vuelve a tomar el control, guiándome entre todo ese triste paisaje. Ahora que lo pienso mejor, no estaban lo suficientemente cerca como para poder haberme hecho eso. Aun así, eso no interesaba en lo más mínimo, era necesario que saliera de ahí cuanto antes ¿Pero a dónde?

El bosque se acabó después de una intensa corrida en línea recta. Podía observar un puente de madera tallado, debajo cruzaba un rio totalmente congelado por el frío.

Me gire una última vez hacia lo que sea que me estaba atacando para descubrir que había desaparecido. Mi pecho subía y bajaba frenéticamente, además de por lo mucho que me habían hecho correr, por la adrenalina que corría dentro mío ¿esos eran fantasmas? Un escalofrío recorrió mi espalda. Por mi seguridad seguí corriendo buscando un lugar donde esconderme hasta saber que definitivamente todo había pasado y me sintiera segura.

Mi aliento se dispersaba en una nube blanca que me daba la sensación de que caería congelada en pequeños hielitos, no puedo creer el frio que hace.

Del otro lado del puente había un enorme castillo y veía mucha gente caminar a sus alrededores en un amplio jardín adornado por el hielo y una fuente que ya no largaba agua. Una estatua de una ninfa fue mi mejor escondite, además me refugiaba del frio viento entre esta y la pared de atrás y nadie me veía. Ya no estaba muy convencida de pedir ayuda después de lo que paso. La desconfianza, otro sentimiento creado por el miedo.

Envolví mi cuerpo con mis brazos con la esperanza de darme algo de calor. Las heridas de mis brazos empezaban a sentirse, ahora que la adrenalina había pasado.

Mi conciencia me pedía a gritos que corriera al castillo a esconderme para refugiarme del frio, y tenía razón. Aquí afuera no iba a durar mucho sin nada cubriendo mi cuerpo. Cuando nadie estuvo observando, corrí a la ventana más cercana, la luz me hacía pensar en la calidez y me llamaba como algo divino. Un sentimiento que también me resultaba peculiar.

No había nadie en esa habitación, asique rápidamente abrí el helado vidrio y me arroje dentro.

El calor me envolvió por completo, el lugar era agradable, obviamente lo era, comparado a como estaba afuera. Todos los muebles eran de madera finamente tallada y decorada. Parecía un tipo de aula, había escritorios dobles de roble con sus bancos, eran alrededor de veinte. Adelante había uno aún más grande rodeado de muebles poblados de libros y un gran pizarrón negro opaco en el fondo. Definitivamente un aula.

Alrededor en las paredes había más muebles, algunos con vidrios dejando ver más libros y algunos instrumentos que no sabía que eran ni para que servían. Los demás eran totalmente cerrados. La puerta delantera tallada con figuras ininteligibles sobresalía de la pared del fondo, dándome un buen escondite de los dos lados, totalmente oscuro y me podría camuflar con la pila de cacharros escondidos allí.

- No lo sé Saurs -. Una voz del otro lado de la puerta me puso alerta -, es muy peligroso.

Corrí a la oscuridad y me oculté lo mejor que pude. Prefiero que, hasta que no esté bien segura de donde estoy, no me encuentren, podrían atacarme de nuevo

- Además sabemos que ha llegado hace unos minutos, pero no sabemos dónde-. Estaban buscando a alguien definitivamente ¿sería la persona que vi en el bosque minutos atrás? Oh, amigos, no saben en donde se están metiendo ¡Esa persona está totalmente loca!

No me digan que justamente van a entrar aquí. La puerta se abrió con un gran sonido, era obvio que así seria. Tengo un pensamiento extraño en el que uno está en un lugar porque así tiene que ser. Pero espero que no sea tan malo como lo que me estoy imaginando que pasara. Esa gran, y ridículamente enorme, puerta era realmente pesada, podía notarlo por el ruido que hacía.

- No podemos dejar que él lo encuentre, sería el final de todo, lo eliminaría y perderíamos toda esperanza-. Dos hombres caminaron hacia el escritorio de enfrente, ninguno de ellos se percató de mi presencia, gracias a Dios-. Tenemos que ir a buscarlo, reuniré hombres y revisaremos los alrededores.

Los dos giraron hacia la puerta, dejándome apreciarlos un poco más, uno tenía el pelo corto y blanco, sobre él una puntiaguda corona dorada se hacía notar por su belleza. Oro brillante con magnificas piedras incrustadas. No era muy alto y la larga capa roja que lo perseguía arrastrándose por el piso, obligada por el amarre a su cuello, lo hacía ver aún más bajo. El otro era alto y cuando se apoyó en el escritorio largando un largo suspiro, pude verlo. Su pelo oscuro y brillante, sedoso a simple vista, sus llamativos ojos celestes enmarcados por unas espesas pestañas. Sus anchos hombros habían resaltado sus músculos cuando cruzo sus brazos mientras pensaba. Y me hipnotice. Que persona tan hermosa. Pero no lo decía por cómo se veía visualmente, él tenía un aura que emanaba bondad. Pero no pensaba arriesgarme.

- Es muy peligroso, tanto para ti, como para los hombres, o todos los que vivimos aquí-. El tono del anciano era severo, imponía respeto, hasta a mí me dieron ganas de disculparme.

- ¿Y que va hacer Rey Adaonn? ¿no va a hacer nada? ¿dejara que lo encuentre él?-. Su puño golpeo la madera en donde estaba apoyado, haciendo vibrar algunos objetos que había sobre él.

Parece que a él no le afecta tanto como a mí la manera de hablar del otro hombre.

- Cálmate Saurs-. De repente parecía que toda superioridad se había terminado, lo cual, no sé porque, me relajo-, lo han creado para salvarnos de semejante demonio, estoy seguro de que vendrá a nosotros dispuesto a ayudarnos-. Me encantaría saber quién es esa persona, resulta emocionante.

Saurs resoplo molesto y rodeo su escritorio, minutos después comenzaron a aparecer más personas, o lo que sea que fuesen. Todos se reverenciaron mientras el anciano caminaba devuelta a la puerta. Podía notar diferentes tipos de criaturas. Había dos elfos que asegurarían que me llegarían a mi rodilla, vestían ropas marrones y tenían el aspecto de haber trabajado todo el día en la tierra. Cerca de ellos había tres hermosas muchachas que estaban casi desnudas, excepto por cadenas de hojas que rodeaban su cuerpo. Sus orejas eran puntiagudas y me vi a mi misma revisando las mías para corroborar que no era una de ellas. Sus pelos eran cortos y se enderezaban hacia arriba. Ninfas.

Dos más que pude identificar como minotauros y cinco más que parecían personas comunes, tres hombres y dos mujeres. Pero pensándolo mejor ¿Qué era normal para mí? Todo parecía tan normal para ellos que comencé a plantearme la idea que la que estaba mal era yo.

Cuando el rey desapareció detrás de la puerta, todos tomaron asiento y Saurs los observo, sacaban libros y lápices.

- Buenos días, hoy estudiaremos el comportamiento de los Grifos, abran sus libros en la página ciento setenta y nueve, verán una imagen de un ave con cuerpo de león-. Esto es una locura.

Nunca había escuchado de una criatura similar, pero teniendo en cuenta de que no recuerdo nada antes de hoy, tiene sentido que no sepa de que están hablando. Pero se lo que es un ave y lo que es un león. Algo no encaja en todo esto, tengo un mal presentimiento.

Mi estómago gruño con fuerza y rogué que nadie me haya escuchado. Saurs dio media vuelta y comenzó a escribir en el pizarrón. Mis ojos viajaban entre todos los estudiantes buscando testigos. Y lo encontré. Una de las chicas que parecía normal, estaba sentada en el último banco enfrente de mí, se giró y sus ojos se abrieron enormes al verme entre la oscuridad ¡¿Por qué tanta mala suerte?! Creo que ella logro ver el miedo que seguramente reflejaba mi rostro y no dijo absolutamente nada. En silencio y aprovechando que el profesor no la estaba mirando, comenzó a buscar en su bolso. Entre en pánico ¿Qué si era un arma? ¿Me mataría en frente de todos? Su mano se deslizo hacia afuera y mi corazón dio un salto. Pero lo único que saco fue un sándwich, envuelto con una tela. Lo coloco despacio en el suelo, procurando que nadie la viera, y acto seguido lo empujo con su talón, deslizándolo justo entre los cacharros y yo.

Me quede observándola mientras me ofrecía una sonrisa por encima de su hombro y volvía a poner atención a la clase. No puedo creerlo, creo que estoy juzgándolos muy apresuradamente. Con sumo cuidado de no hacer ruido y no tirar nada, alcancé el sándwich y en silencio lo devoré en segundos. Me vi a mi misma maravillada por la mezcla de sabores. Parecía algo totalmente nuevo para mí. Tal vez no recuerdo lo que es comer algo, pero eso no quitaba mi asombro. Moría de hambre, esta chica es un ángel para mí. Sin duda.

La clase continuo y en momentos pensé que iba a dormirme. No entendía nada de lo que decían y de que hablaban. Todas eran palabras que no conocía en lo más mínimo. Pero ¿Qué se podía esperar? Ni siquiera sabía quién era yo. Cuando termino, todos salieron de la sala. La chica que me había dado comida me dio una leve mirada de soslayo y sonrió caminando hacia la puerta. Me encantaría conocerla.

Solo quedábamos Saurs y yo. Tomo asiento en su banco y se froto la cabeza con las manos. Parecía preocupado por algo y sabía muy escasamente por que era. Me quede observándolo mientras meditaba en silencio. Llevaba una camisa blanca inmaculada, parcialmente cubierta con un saco negro y un pantalón del mismo color, al igual que sus zapatos ¿Por qué todos llevaban tanta ropa? Dentro del castillo no hace tanto frio.

Minutos después resoplo con fuerza y golpeo la madera como ya lo había hecho antes haciéndome dar un respingo. Casi que tengo que rogarle a mi corazón que volviera a latir. Se levantó con mucha energía y dio grandes zancadas hacia la puerta. Que suerte, estoy salvada y nadie me descubrió, bueno casi. Suspire tranquilizándome. Pero esa no fue mi suerte. No había escuchado que había cerrado la puerta y eso era porque todavía no había salido.

El hombre se asomó por la pared que me daba la oscuridad y rogué e imploré que no me viera. Pero si lo hizo, era obvio. Me arrinconé lo más que pude, sintiendo mi corazón latir con fuerza. Que no me haga daño, que no me haga daño. Cuando lo tuve de frente observándome, me abracé a mí misma para consolar mi miedo y cerré mis ojos con fuerza temiendo lo peor. Iban a matarme por entrar aquí sin permiso y ya esperaba de cualquiera que miles de sombras salieran detrás queriendo atacarme. Mi Dios, no quiero recordar eso.

- Oh, niña ¿Qué te han hecho?- susurró y abrí mis ojos asombrada por la compasión que había sonado en esas palabras, el miraba mis brazos arañados y sangrando.

En un par de movimientos sacó su saco y corrió la pila cacharros que me protegían, pero no tantos para su fuerza, quitándolos de en medio tan fácilmente, que me vi asombrada, pero vulnerable ante él. Aun así ya no sentía tanto miedo, parecía querer ayudarme. Paso la tela por mis hombros y lo observe directamente a los ojos. No veía maldad alguna en él, solo secretos, esos secretos que duelen y se notaban.

- Estás herida-. Solamente lo observe, no sabía que decirle, de verdad esperaba que me hicieran algo por meterme aquí sin permiso- ¿Quién eres? ¿Cómo te llamas?

- Yo...-. Mi voz salió en un murmuro-... no lo sé-. Su ceño se frunció confundido a mi respuesta.

- Ven, te daré ropa, tengo que informarle al Rey.

Sus manos me sujetaron delicadamente de los brazos y me ayudaron a ponerme de pie. Acomodo el saco para que cubriera toda mi desnudes, siempre mirándome a la cara. Tenía la sensación de que lo hacía para que no pensara que aprovechaba que estaba desnuda para mirarme. No entendí esa actitud ¿había algo de malo en estar desnuda?

Caminamos a la puerta mientras me sujetaba por los hombros, cuidando que nada se expusiera. Me sentía, protegida, me gustaba, se sentía muy bien, después de todo lo que había pasado. Por fin sentía algo de tranquilidad.

- ¡Botfyt!-. Su repentino grito me hizo sobresaltar y se dio cuenta-. Uhm, lo siento.

Por mi parte, me dio vergüenza, eso fue patético.

Una especie de duende vede, arrugado y raro apareció delante de nosotros. Nos observaba como si hubiese encontrado algo horrible. Lo cual me hizo pensar ¿Tan mal me veo?

- Dile al rey que lo necesito en la habitación cuatrocientos cincuenta y siete-. Botfyt asintió y salió caminando tan rápido como podían sus cortas piernas.

Reunirme con el rey me parecía algo malo y peligroso, me ponía terriblemente nerviosa. Podía decidir echarme de aquí y arrojarme de nuevo al bosque, o peor aún, matarme. Un escalofrío recorrió toda mi espalda y Saurs lo noto.

- ¿Tienes frio?-. Negué con la cabeza.

Fuera del aula se abría un pasillo ancho con paredes de piedra. Parecía un castillo de cuentos, todo aquí parecía un cuento, uno de fantasía. No había tanta gente adentro como me imaginaba, pero junto a nosotros vi pasar, trols, hadas, ninfas y algunos que no sabía el nombre. Todos me observaban, tal vez porque no me conocían, o, teniendo en cuenta de que parece no gustar, porque iba desnuda con el saco del hombre que me sujetaba por los brazos. Pienso que más por el segundo que por el primero.

El pasillo termino en una gran sala, con sillones y estatuas de distintas clases, dragones, armaduras y personas que obviamente no sabía quiénes eran. En el fondo había un gran cuadro con una perfecta pintura de un señor canoso con mirada severa. Era el rey Adaonn. A mi derecha una enorme escalera se dividía en dos, a dos pasillos más que se perdían detrás de la pared del fondo. Era maravilloso, decorado con candelabros y telas rojas y blancas. Entre las dos escaleras había una puerta, tenía unas letras doradas que escribían: "El recorrido de la memoria"

Tuve la tentación de preguntar que era ese lugar, pero todavía no me animaba a hacerlo.

- Te daré una habitación y te conseguiré ropa- murmuró Saurs a mi lado y asentí agradecida, con una enorme sonrisa. Al fin y al cabo, eran buenos. Tal vez el rey también lo sea-. Luego veremos que decide Adaonn, el rey-. Mi cuerpo se tensó, no estaba del todo segura, parecía muy severo, tal vez me diría que no puedo quedarme-. Tranquila, es un gran hombre.

- Gracias- murmuré y sentí como suspiraba como tratando de capturar algún aroma delicioso.

- ¿Qué clases de ser eres? -. Lo mire confundida ¿ser?- ¿alguna clase de ninfa? O ¿un ángel? ¿vienes del reino de Diamen? ¿Has escapado?

- ¿Quién es Diamen?- ¿Otro rey?

- Parece que esa opción no ¿Y bien que eres?-. Me observo detenidamente mientras seguíamos caminando-. Una ninfa tampoco ¿humana?

- No creo ser ninguna clase de ser de las que has nombrado y sinceramente desconozco mi procedencia. No recuerdo nada antes de hoy-. Sus cejas se alzan enormemente, confundido por mi respuesta.

Puedo entender esa clase de gesto, porque es incluso para mi difícil procesar que no sé dónde estoy, ni de dónde vengo, ni porque estoy aquí.

- Tal vez Diamen borro tu memoria para que olvides donde está su reino, no es la primera vez que lo hace-. Sigo sin saber quién es Diamen y tampoco sé de qué reino está hablando. Mi cabeza da vueltas-, pero todos pueden recordar todo lo demás, por eso me resulta extraño que no sepas ni que ser eres.

Después de subir escaleras y recorrer interminables pasillos emblemáticos, llegamos a una puerta de madera redondeada, con los números cuatro, cinco y siete de hierro clavados en ella. Saurs abrió la puerta y una habitación totalmente oscura me envolvió.

Las velas de los candelabros se prendieron solas y casi doy un grito asombrada ¡Magia! ¿De verdad existe? ¿O tiene alguna clase de mecanismo? Estaba cerca de ellas mirándolas, tratando de descifrar la forma en la que se prendían. Pero no la encontré asique desistí mirando devuelta a Saurs que me miraba sin entender mi reacción, como si todo eso fuera normal ¿entonces de verdad es magia?

- Siéntate en la cama y tapate con la sabana, deja las heridas a la vista.

Hice lo que me dijo, entro al baño y volvió con una caja blanca, en la que dentro había unos recipientes.

- Son ungüentos, para tus heridas-. Creo que me lo dijo para que no me asuste, pero no le tenía miedo a él, no sé por qué, recién lo conocía.

Pasó esa crema por mis heridas y sentí un gran alivio, el dolor iba desapareciendo de a poco.

- Te han dejado ropa-. Señalo la vieja cama de madera en un rincón.

Si allí estaba, era la misma ropa que usaba la chica del sándwich. Pollera, camisa, medias, zapatos, moño, pulóver y saco. Solo que el saco no se lo había visto puesto. Eran negros, excepto por las medias y la camisa que era de color blanco. El saco tenía un logo en colores bordo y dorado, con la letra "A" resaltando. Sigo preguntándome ¿Por qué usan tanta ropa?

- Los que no son hijos de la naturaleza, pueden usar ropa, los demás solo pueden usar las que vienen de sus orígenes-. Todo resultaba tan extraño-. Estaré aquí afuera, puedes cambiarte tranquila.

Pasó la puerta y comencé a vestirme. Me sentía extraña con algunas prendas a las que no les encontraba la forma. Como este extraño lazo bordo, que deje a un lado, no tengo idea como se coloca. Mientras me ponía la nueva ropa, trataba de recordar, algo, lo que fuera que haya pasado antes de haber despertado en el bosque. Pero todo era borroso, como si alguien hubiese borrado mi memoria y hubiesen quedado susurros difíciles de descifrar.

De repente algo aparece en mi mente, recuerdo luz, mucha luz. Alguien acariciar mi mejilla, con mucho amor, algo como un padre tranquilizando a su hija. Todo era tan confuso. Confío en ti. Una voz grave retumbo en toda mi cabeza y sentí una calidez interna que me hizo sentir paz.

Ahora entendía menos que antes, parecía irreal, como un fruto de mi imaginación, pero el sentimiento si lo era. Quería volver ahí, quería estar con esa persona devuelta. Algo me decía que todo era más tranquilo antes de llegar a ese bosque. Pero sigo sin entender nada, ¿Cómo termine allí? ¿Y dónde estaba la persona que acababa de recordar? No sabía cómo era su rostro, pero quería volver a escuchar esa voz.

Justo cuando termine de cambiarme sumergida en mis pensamientos, tocaron la puerta. La abrí tan nerviosa que mis palmas sudaban. El hombre canoso que ya había visto estaba parado enfrente de mí y atrás de él, Saurs. Creo que debo estar tan pálida que me parezco a la nieve.

- Buenos días señorita...-. Adaonn hizo una pausa para que yo terminara la frase y no supe que decir.

- Ella no sabe quién es- Saurs contesto por mí.

Adaonn sonrió y se rasco la barbilla mientras me observaba de arriba abajo, poniéndome aún más nerviosa, parecía que él sabía algo más que todos nosotros, o al menos lo sospechaba. De todas maneras no me gustaba la manera en que me observaba.

Dos hombres más entraron y cerraron la puerta, vestían capas negras, pero no iguales a la sombra que vi en el bosque, aunque lo sospeche y me dieron ganas de salir corriendo de allí. Daban miedo. Sus rostros eran pálidos innaturales, ojos negros como la noche, al igual que sus cabellos. Los tres se me acercaron y Saurs quedo en la pared del fondo apoyado en ella. Los nervios me estrujaban el estómago y por un momento pensé que iban a golpearme.

El rey tomo mi mentón obligándome a mirarlo a los ojos, desvié mi vista a Saurs, quien me miraba sin entender que sucedía, buscando que me ayudé a salir de todo esto. Parecía alerta y curioso. Volví mi vista a Adaonn, quien sonrió satisfecho.

- Pero que hermosa niña, tienes unos preciosos ojos azules, profundos como el océano-. Me soltó de repente como si hubiese terminado su trabajo.

Se dio la vuelta mientras apoyaba su mano en el hombro de uno de los hombres pálidos, a quien le susurro algo en su oído, este asintió ¿Qué sucedía?

- Mátenla-. Mis piernas se aflojaron, lo sabía, sabía que no era nada bueno-, podría ser una infiltrada.

- ¿Qué?- susurro sorprendido Saurs mientras comenzaba a caminar hacia mí.

Pero el rey apoyo la mano en su pecho deteniéndolo. Los dos hombres se me acercaron, sus rostros se deformaban a cada paso que hacían, mientras pelos comenzaban a crecer a cada rincón y sus ropas se rasgaban. No me había dado cuenta que caminaba hacia atrás hasta que choque con la fría pared. Ahora enfrente de mi había dos enormes bestias peludas con enormes colmillos. Me paralice unos segundos.

- Por favor, no he hecho nada, se los aseguro, no quiero morir- implore.

Las dos bestias que tenía frente a mi rugieron de repente haciéndome pegar un grito tan fuerte que mi garganta se quejó. Cubrí mi cabeza con mis brazos, aunque fuera inútil, podrían destrozarme en segundos, o comerme sin dejar una migaja de mí. Mi estómago se revolvió y tuve ganas de vomitar.

Saurs me observaba como si estuviera esperando algo. O sorprendido por algo. Las bestias e incluso el rey me observaban como si fuera un fantasma. Hasta que una luz me cegó impidiendo que los vea. Mi cuerpo. Brillaba como si fuera un potente rayo. Al momento entre en pánico y corrí a la salida ¿Qué me sucedía? ¿Qué era todo esto? Pero en el momento que eche a correr mi cuerpo se elevó por los aires como ya había sucedido antes y mi cabeza se estrelló contra el techo. Todo se volvió oscuro.

-(-*-)-

El fuerte dolor en mi cabeza me despertó haciéndome hacer una mueca. Algo frio en la parte de arriba calmaba un poco la fuerte jaqueca. Mi mente hizo un repaso de lo que sucedió antes y sospeche estar muerta ya ¡Ay no! Di un salto de la cama y miré mí alrededor. Me encontraba en una habitación distinta a la que había estado antes, era, demasiado grande. Una amplia cama doble con telas de gaza colgando del techo. Había un ventanal que daba a un gran balcón decorado por la nieve. Dos cortinas dejaban ver poco. Una biblioteca, un armario, un escritorio y miles de velas alumbrando el lugar. Del otro lado había un sillón. Más cerca los ojos de Saurs me miraban como si fuera un extraterrestre.

- ¿Qué sucedió?-. Tuve que sujetar mi cabeza porque al hablar sentí un fuerte dolor atravesarla.

Debajo de las sabanas mi cuerpo volvía a estar desnudo. Todo lo que recuerdo es que quise salir corriendo y volé por los aires ¿es eso posible? Es la segunda vez que me pasa.

- Eres el último ángel creado por Dios-. Mi corazón bajo a mi estómago y este se retorció de los nervios-. Pensé que sería hombre, no una mujer.

- ¿Qué sea mujer significa un problema?

- No, claro que no, solo fue una suposición errada-. Se apoyó en el respaldar de la silla en la que estaba sentado largando un suspiro-, pero no pensé que ni siquiera sabrías que eras-. Y yo no podía creer algo así.

- ¿Cómo pueden estar tan seguros de eso?-. Su labio se curvo a un lado y me sorprendió lo increíblemente bien que se vio.

- Podría ser por el hecho de que tu cuerpo nos encandilo con el brillo y tus alas aparecieran ocupando toda la habitación para después levantarte en lo aires- sonrió.

- Aun así, eso no explica que sea el último, puedo ser un ángel, pero no lo que tú dices.

- Tus alas son blancas, ya no quedan ángeles de alas blancas, por ende, es fácil suponer que eres nueva. Además, no sabes quién eres, ni de dónde vienes. El ultimo ángel llego justo una hora antes de que te encontrara. Y no sabes nada antes de hoy.

Me quede inmóvil mirando a la nada, era muy difícil pensar algo así. Entonces la persona de la que hablaban cuando estaba escondida ¿era yo? ¿Y porque soy tan importante para ellos?

- ¿Ángel?-. Saurs asintió y dejo un libro a mi lado para después salir de la habitación y dejarme sola.

Esa nube gris de pensamiento volvió a mí. No me gustaba, no era nada agradable. El mundo suele cargar la responsabilidad de sus actos a una sola persona, confiándole su supervivencia. Entendía muy poco de lo que estaba hablando. Pero no me gustaba el rumbo que estaba tomando todo esto.