Esa noche, Linley cenó en el salón principal del palacio del gobernador.
—Keane, Jenne. Vengan fuera un momento.
Después de terminar la cena, Linley los llamó, a continuación, salió de la sala principal a los tranquilos jardines traseros.
Keane y Jenne intercambiaron miradas, luego siguieron a Linley a los jardines.
Los jardines en la noche eran muy tranquilos y silenciosos. Observando a Jenne y Keane, Linley sonrió.
—Jenne, Keane, hay algo de los que debo informarles.
Keane y Jenne miraron Linley, desconcertados.
—La Iglesia Radiante y yo tenemos un profundo odio entre nosotros. No descansaremos hasta que alguno sea destruido.
Esas palabras inmediatamente aturdieron a Jenne y Keane. Sabían que Linley no era un hombre ordinario, pero no tenían idea de que él se oponía diametralmente a la Iglesia Radiante.
La Iglesia Radiante era, sin lugar a dudas, una entidad enorme.
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