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27 de septiembre de 2022. Parte IV.

El trayecto en coche hasta aquella zona del mercado no duró más de veinte minutos, pero, aun así, albergó cierta tensión en este.

Parecía mentira, pero el hecho de estar en un coche; agarrado a mi espada y ocultando aquella nota a mis aliados, junto a un poderoso mutante y a la guerrera sirviente de un dios, no era lo único que me alteraba. Era, más bien, el hecho de aproximarme a una zona hostil en total silencio, sin que nadie dijese nada.

Aquella tensión típica de un ambiente bélico real. El pasillo en dirección al matadero. Mis compañeros, ya fuese por corte o por concentración, se negaban a generar ninguna clase de conversación, así que yo hice lo mismo.

Pero eso acabó, y pronto nos vimos de nuevo pisando la dura acera de Seúl, y del mercado de Namdaemun.

Ya había anochecido completamente, dejando a las farolas y a los carteles de la calle la función de iluminarnos aquel lugar. Primero que nada, observamos el mercado desde fuera. No había motivos reales para pensar que las midestias aparecerían justo donde estaba el mercado, pero sí que éramos conscientes de que esa era la zona más concurrida, y por tanto, la más apetecible para aquellas criaturas hambrientas.

Bajo la oscuridad de un árbol, los tres examinábamos las llamativas tiendas y la gran afluencia de gente entrando y saliendo de ellas. Había de todo en aquel lugar.

Era mi primera noche de servicio, por lo que esperaba las órdenes de mis compañeros. A mi espalda transportaba mi nueva espada, atesorándola como el regalo de un dios que era. Al igual que yo, Lanza llevaba consigo su gran funda de violoncello donde supuse que, obviamente, ocultaba su larga arma del mismo nombre.

Lo que me sorprendió un poco más fue la ausencia de armas por parte de Andrew. Incluso, el poderoso y agresivo mutante Doyun Park portaba una pistola consigo, pero no Andrew, quien se limitaba a observar a la gente con las manos en los bolsillos de su pantalón.

El mercado no era la única calle de interés para mi compañera, también se giró en todas las direcciones para inspeccionar las otras tres callejuelas por las que debíamos buscar a las criaturas para matarlas. Ahí es donde residía el verdadero peligro: En las calles colindantes al mercado, más remotas y oscuras que las principales.

- Aún queda una hora y poco para que las tiendas de mercado cierren. Hasta que las calles se vacíen un poco, cosa que ocurrirá alrededor de las once, no creo que debamos preocuparnos de este. Ahora mismo me preocupan más las calles de alrededor, donde la afluencia de gente es limitada, y por lo tanto la posibilidad de pedir auxilio. –

- Tiene sentido. –

- Bien, en ese caso, separémonos. –

Dijo dejando en el suelo la funda del instrumento musical y sacando de dentro de ella la ya más que obvia lanza. Esta era muy parecida a la espada de su hermana, también simple, con detalles metálicos y grisáceos y con la misma pluma celeste colgando cual pendiente justo en el extremo contrario al de la hoja.

- ¿Ya? -

- Señor Asher. –

- S-sí. –

- Hoy estará junto al señor Andrew, tal y como lo hemos planeado antes. –

- Entendido. –

- Él se hará cargo de protegerle y le instruirá en todos los peligros reales de la noche en Seúl. Por favor, sea bueno con él y cumpla sus órdenes. –

- No te preocupes, no las arreglaremos bien. –

- Exacto Lanza, si de normal siendo uno nos apañamos con solvencia, por parejas será todo mucho más sencillo. –

Dijo Andrew abrazándome por el hombro. Pronto, me contagié de su seguridad y sonreí también.

* Supongo que ahora somos compañeros. No pienso contarle nada sobre la nota por el momento, y mucho menos por lo que ocurrió esta mañana. Aprovecharé este primer día para tratar de conocerlo mejor. *

- Me alegra oír que estén animados. Mientras tanto, yo me dedicaré a abarcar todo lo que encuentre en la dirección opuesta. El contacto con midestias es inminente, así que tengan cuidado, y si aparece el mercenario de Corpus, huyan inmediatamente. ¿Está todo claro? –

* Mercenario? *

Ambos asentimos.

- Bien, en ese caso, acuérdense de donde está aparcado el coche, nos vemos en la Leyenda mis queridos compañeros. –

- Igualmente, Lanza. –

Me despedí de ella justo antes de que se fuese corriendo en dirección a una de las estrechas calles que nos rodeaban. Acto seguido, Andrew y yo partimos en la dirección contraria, rumbo hacia aquellas calles con "peligros inminentes" según había descrito Lanza.

Esta vez, pasé a coger la funda de tela de mis espada con ambas manos. Pese a que la discreción era crucial, me sentía más seguro teniéndola a mano, pudiendo acceder a ella rápido en caso de ataque sorpresa.

Pronto, abandonamos las calles llenas de luz y de alboroto, y nos zambullimos de lleno en callejuelas completamente desérticas, de gente y de luz. Eran muchas de estas calles y zonas en las que, el mayor sonido que llegábamos a escuchar, era el paso de la electricidad por los cables de alta tensión sobre nuestras cabezas. Nada más, una noche muda.

- Y, esto, permíteme que te lo pregunte, Andrew: Hermes me ha dicho que tú eres uno de esos mutantes, ¿verdad? ¿Es por eso que no llevas ningún arma contigo? –

- Hehe, ¿te refieres a ser un Triángulo? Sí, yo soy uno de los doce Septenthbers triángulo. –

- Sept, ¿qué? –

- Septenthber. Un mutante del diez de septiembre. O, del inglés, September, tenth: Septenthber. Triángulo somos esos doce especiales de los que te hablaría Hermes antes. –

- Ya veo… -

* En el fondo, tiene sentido, ¿no? September, Septenthber… *

- Septenthber, Triángulo… Y, entonces, ¿eres un tío muy poderoso? –

- Hahaha, ¡qué pregunta tan graciosa! Pues supongo que depende con qué lo compares, como todo en esta vida. –

- … -

- Puedo hacer un par de cosas relacionadas con fuego, pero tampoco me gusta montar numeritos. Con Corpus Company cazando a la gente como nosotros, ser discreto es una gran conveniencia. ¿No crees? –

- Visto así, tiene sentido ocultarse lo máximo posible, sí. –

- Exacto, hay que ser discretos. Y, ¿qué me dices de ti? Entonces, ¿tú no eres otro Triángulo? –

- ¿Yo? Ya me gustaría a mi serlo, bueno, en realidad no tanto ya que me perseguirían a mí también, pero no me vendrían mal unas mutaciones que me ayudasen a luchar, hehe. –

- ¿En serio no lo eres? Anda ya, hahaha, no te creo. ¿Por qué iba a meterte Hermes en este asunto entonces? –

* Es una buena pregunta, la verdad… *

Resoplé.

- Ojalá lo supiese, pero este dios no es un tío fácil al que hacer hablar, seguro que hay cosas que aún me oculta. Mira, lo más cerca que estoy de ser especial, es que sigo vivo pese a que tengo un cristal puro de Maná dentro del pecho, ¿sabes? –

Señalé mi pecho.

- … La verdad es que no tengo ni idea de qué me estás hablando… -

- Ah, bueno, no te preocupes. Tampoco es algo de lo que te debas preocupar, solo es una cosa muy molesta que da calambres cuando le da la gana. –

- Eres un chico extraño, Asher. Estoy ansioso por aprender más de ti. En cuanto a tu pertenencia a los Septenthber Triángulo o no, solo el tiempo lo dirá… –

De pronto, me giré a toda velocidad al sentir otro pulso del poder del Pastor, otro pulso de Midén nos golpeó por nuestra espalda.

- ¡¿Huh?! ¡Espera! –

Fue nombrar el cristal, y de golpe sentir aquella energía agitándolo. Ocurrió rápido y de forma leve, pero fue algo imposible de ignorar para mí.

- ¿Cómo puede ser? –

Murmuré.

Sentí la ráfaga de Midén sin ninguna clase es estímulo previo, ni un sonido ni nada. Lo más extraño fue no ver nada al girarme, la calle tras nosotros seguía vacía, y parecía que iba a seguir estándolo. No había rastro amenazante alguno, aquellas callejuelas seguían brindándonos aquel silencio al que ya nos tenía acostumbrados.

* Estoy cien por ciento seguro de que el Midén viene de allí… *

- ¿Asher? ¿Todo bien? –

- N-no estoy seguro… ¿Tú no has sentido nada? Mi cristal ha reaccionado a algún pulso de Midén a nuestra espalda. –

Señalé en la dirección en la que sospechaba.

- ¿Midén, ahora? Haha, es normal tener esta clase de paranoias, pero nuestros sentidos jamás nos mentirían. Si no ves ni oyes nada, es que no lo hay. –

* Esa es la cuestión, que el cristal de mi pecho no me engañaría. Algo de esto no me gusta… *

- S-supongo que tienes razón, será, simplemente la paranoia. –

- ¿Estás seguro de que no eres un Septenthber? A lo mejor tienes el poder para detectar espíritus o algo así, hahaha. –

- Si tú lo dices… -

- Ya tendré tiempo de investigarte, tú dame tiempo… -

Murmuró.

Pese al susto, seguimos caminando por esas calles, ahora, un poco más alerta que antes. Aun así, la noche progresaba con normalidad.

- Andrew. ¿Tú qué opinas de todo lo que envuelve vuestro caso? ¿También crees que todo esto es obra de Corpus? –

- Opino que es muy fácil echarle la culpa a una empresa y enfocarte en otra cosa, los medios y los gobiernos lo hacen a diario. ¿Por qué iba a ser ahora distinto? ¿Sabes? Es obvio que ellos tratan ahora de capturarnos, y por lo tanto son el enemigo, pero aún es pronto para saber quién es el causante. Sinceramente, aprecio mucho lo que intenta hacer Hermes por nosotros, pero si de verdad pretende enfrentarse él solo a un titán como Corpus, espero que tenga algún truco bajo la manga, porque si no, no creo que su causa dure demasiado. –

- ¿Tan peligrosa es Corpus? –

- Sí. Por el momento creo que se están conteniendo. Si de verdad fuesen enserio contra Hermes, este no tardaría en sucumbir. -

- Pero, tú trabajas junto a él… -

- Sí, lo hago, pero por puro instinto de supervivencia. Es obvio que aliándote con el enemigo de tu enemigo más fuerte, uno tiene más opciones de sobrevivir. –

- Cuestión de supervivencia… -

Repetí para mí mismo.

- ¿Acaso tú no opinas igual que yo? No lo he comprobado, pero creo que todos sus aliados deben pensar igual que yo, es algo muy razonable. –

- Mi caso es un poco distinto. En resumidas cuentas, aprecio la oportunidad de poder ayudar a la gente. Necesitaba algo así en este momento de mi vida… -

- Seguro… -

* Algo no me cuadra de Andrew. ¿De verdad es la misma persona que esta mañana? Creo que es un buen momento para aprender a medir mis palabras, nunca se sabe lo que puede pasar… *

- Anda, mira, parece que la noche se pone interesante. –

- … -

Amagué con sacar la espada.

A pocos metros de nosotros, justo al girar la esquina, una midestia blanca con forma de perro degustaba la basura de una papelera que, aparentemente, esta misma había derribado instantes antes.

* No parece tener nada que ver con el pulso que había sentido antes, pero Lanza tenía razón. Sí que había midestias en esta zona. *

Con el hocico sumergido en basura y restos podridos de comida, el monstruo no parecía percatarse de nuestra presencia. No medía más de un metro de alto, pero su cabeza y mandíbula parecían extremadamente agresivas. De cierta forma, tenía un aire parecido al de la midestia negra a la que me había enfrentado hacía poco más de un día.

- ¿Qué hacemos? –

Pregunté en voz baja. Él retrocedió unos pasos y comenzó a hacer ruido usando sus palmas. Aplaudía y aplaudía, como si nadie le fuese a escuchar.

- ¡Andrew! ¡¿Qué demonios haces?! –

Pregunté, sobresaltado por las acciones de mi compañero.

- Así no podremos atacarle por sorpresa… -

- ¿No es que era tu primer día? Lo primero que debes aprender es a matar a estos seres, Asher. ¿Qué mejor momento para empezar que ahora mismo? Mátala o muere. Sino no serás digno de nuestra causa… –

Sonrió de forma siniestra.

- O-oye, oye, espera un momento. –

- ¡Nada! ¡Mátala y cállate! -

Con el ruido provocado por Andrew, la midestia levantó la cabeza y gruñó directamente en nuestra dirección. Parecía haber encontrado un manjar más jugoso que aquellas bolsas de basura.

- ¡Idiota! –

Traté de desenfundar mi espada lo más rápido que pude. Logré controlarla del mango justo cuando la midestia saltaba para de abalanzarse contra mí.

Era agresiva, pero con un poco de movimiento de piernas y amenazas con la espada, pude mantenerla a raya. Mi problema era cómo responder a sus ataques.

Debido a mi nula experiencia con estas, todo lo que podía hacer era utilizar el filo de mi arma para, a través de golpes cargados de imprecisión, tratar de intimidar a mi enemiga. Desgraciadamente, pese a que esta evitaba el filo de mi espada, su rabia era tal que sus ataques no cesaban, sino más bien, crecían conforme íbamos estudiando los movimientos del otro.

- ¡Basta ya Andrew! ¡Esto no tiene gracia! –

- … -

Esquivé un ataque más.

- ¡Usa tu poder o algo! –

- Que te lo has creído, y menos para una midestia tan pequeña y ridícula como esa. Ya te he dicho que debo de pasar desapercibido, mi misión es evitar que las midestias maten a civiles y evitar caer en manos de Corpus; no salvar a un camarada inútil. –

Dijo mientras yo mantenía a la midestia a una distancia prudencial con un empujón.

* No puedo permitirme ser derribado. Desde el suelo estaré perdido… *

- ¡Andrew! ¡Ayúdame! –

Grité mientras atestaba al fin, tras cuatro o cinco intentos previos, una puñalada a la midestia con mi espada. Sangre empezó a brotar por todas partes procedente de la herida en su lomo.

Pese a mis avances, yo comenzaba a jadear.

- Andrew, esto no tiene gracia… -

- ¿Ves como no me necesitas? Si no eres un Septenthber, deberías, al menos, dignarte a hacerme este favor para que yo pueda ocultarme, ¿no crees? -

De pronto, el móvil de Andrew comenzó a sonar.

- Qué sorpresa. -

- ¿Huh? ¡No, no cojas el teléfono! ¡Andrew! –

- Qué pesado, me vas a gastar el nombre… Anda, tampoco es para tanto, una pequeña midestia así y se queja… -

Murmuraba.

Ignorándome por completo, desde la distancia, contestó la llamada mientras la midestia me robaba toda mi atención con otra lluvia de ataque rabiosos.

- ¿Sí? No... A ver, sí que puedo... ¿Ahora? No sé si esto… …ocupado… Bueno, como quieras… –

* ¡¿Qué está haciendo?! ¿Con quién habla ahora? *

- ¡Mierda! –

Trataba de rascar todos los pedacitos de conversación posibles de la llamada de Andrew, pero mi pelea a muerte con la midestia impedía que pudiese concentrarme.

De tanto golpear, zarandear y bloquear, empezaba a familiarizarme con el hecho de blandir una espada. Esa era la única cosa buena que podía sacar de aquella experiencia: en el fondo, al menos, esto me servía para practicar. Así de lamentable era mi vida en aquel momento.

Pese a la herida sobre su lomo, aquella midestia de color blanco no parecía mostrar signos de fatiga, es más, parecía que empezaba a enfadarse.

- Claro, claro. En seguida estoy allí… Tú no te preocupes por eso… -

Proseguía con su conversación telefónica.

De pronto, la actitud de la midestia cambio: comenzó a ladrar y a aullar como una loca. Tanto fue así que, para mi desconcierto. Tres midestias más aparecieron instantes después, respondiendo a la llamada de esta.

- Lo que me faltaba… -

En ese momento Andrew colgó el teléfono.

- Bueno, supongo que si esta se pone a pedir refuerzos, es que algo estoy haciendo bien. –

Murmuré.

- ¿Andrew? -

- ¿Huh? Mira lo que has conseguido. Ahora tienes cuatro enemigos que derrotar. Eso te pasa por no matarla rápido. Otra lección más para ti. A la próxima, procura acortar las peleas lo máximo posible. –

- ¡¿A qué te refieres?! ¿No me vas a ayudar? –

- Ni loco. A mí me esperan en otro lugar de la ciudad. Tengo más, y mucho más importantes, compromisos a los que atender. –

Las midestias se disponían a atacar caminando lentamente hacia mí.

- ¡¿Estás loco?! ¿Vas a dejarme aquí solo? –

- Arréglatelas. Ehem, si no eres capaz de sobrevivir a esto, no vivirás mucho tiempo en esta ciudad, hahaha… -

Comenzó a marcharse justo en el momento en el que dos de las midestias saltaban para arrancarme la cabeza con sus fauces.

- ¡Debes estar de broma! –

- ¿Yo? No, y esta ciudad tampoco. Si esto te parece demasiado, mejor será que te vuelvas a de dónde sea que vengas. Intenta no morir, le deberé demasiadas explicaciones a Hermes… Paz. –

Dijo Andrew marchándose.

Yo forcejeaba con una de las bestias mientras, al mismo tiempo, aspaventaba con mi espada para mantener al resto a raya. Aplicando un gran esfuerzo, conseguí separarme de mi agresora.

- ¡Andrew! ¡Espera! -

Antes de que pudiese perderle la pista a aquel mutante, tuve que centrarme de nuevo en las criaturas que babeaban pensando en el sabor de mis tripas y órganos.

Nervioso, sin previo aviso o formación alguna, me vi envuelto en una batalla de alta complejidad contra aquellos monstruos, los cuales no dudaban en atacarme de todas las formas posibles.

* ¡Sé listo Asher, sé listo! *

Sabía que solo una buena inteligencia espacial y sentido de la distancia podría ayudarme a mantener mi espada entre ellas y mi joven cuerpo.

Aquella escena me aterrorizaba. Pese a mis mejores intentos, lo único que podía hacer era bloquear sus mordeduras con mi arma e ir cediendo espacio poco a poco.

* ¿Qué hago? ¿Debería huir? ¿Qué pensarán de mí si lo hago? Maldita sea… ¿Qué hará el dios si se entera? ¿Para esto resultó herida Espada? Está claro que no… ¿Qué pasará con la gente de la ciudad si dejo escapar a estas cosas? Asher, lo siento, pero no podemos irnos sin derrotar a los monstruos… *

Me motivé a mí mismo.

Desgraciadamente, conforme pasaban los segundos, mi rendimiento fue cayendo, pronto no podría seguir haciéndoles frente.

- ¿No podrían haberme dado una pistola como la de Doyun? O al menos algo con lo que avisar a Lanza en caso de emergencia… -

Lo único que evitaba que las midestias se abalanzasen sobre mí era el acero que me había dado Hermes. Al contrario que el cristal, agradecí enormemente tener, al menos, aquello para protegerme.

* Esto pinta mal. No aguantaré mucho más a este ritmo… ¿Qué hago? Si solo fuese una, ¡estoy seguro de que podría con ella! *

- ¡Joder! –

Esquivé otro de los ataques de las midestias.

Aprovechando un pequeño parón en la acción, momento en el que las midestias me observaban y estudiaban, no dudé en respirar todo lo que pude y así recuperar algo de aliento.

* A ver, si pudiese ir matándolas una a una de alguna forma… Quizás siendo más agresivo consiga matarlas, es obvio que mi estrategia ahora mismo no funciona… *

Razoné.

La mano con la que sujetaba la espada me temblaba debido a los nervios.

* Quizás: Atacar rápido a una y retirarme lo antes posible… *

- Puedo probar eso: Entrar y salir. Así, o lo logro, o caigo luchando… ¿Y qué hago con la que está herida? ¿La dejo para el principio o para el final? –

Pensar tanto me distrajo. Antes de lo que esperaba, ya tenía a una de las criaturas atacando mis piernas. Parecía que ellas mismas también pretendían cambiar su estrategia.

Con un poco de fortuna, conseguí herir a una segunda criatura, la misma que se había abalanzado hacia mis rodillas. Corté con mi espada un par de ligamentos de su pierna, dejándola completamente coja en el acto.

Alcé la mirada y vi que las otras tres midestias, incluyendo la del lomo ensangrentado, todavía se encontraban a una prudencial distancia de mí debido a la misma pausa de descanso que nos había dado a todos un poco de oxígeno. Habiéndose así, solo una de ellas, precipitado a atacarme.

* ¡Ahora! *

En aquel momento, sin dudarlo ni un segundo, volví la vista a la midestia herida junto a mí y le hundí la espada por un lado del cuello, matándola así al instante y salpicando mis zapatillas con su sangre.

Tan pronto como la maté, aquel extraño vapor blanco surgió de ella. Este ascendió y se disolvió por el aire, entrando, una parte, de este por los orificios de mi nariz.

Fue una sensación peculiar la que sentí. De cierta forma, se parecía mucho a respirar el dióxido de carbono de un refresco.

* ¿Ya está? Supongo, que lo he hecho. Tan solo me ha hecho falta un gesto, solo he tenido que clavarle mi espalda en un punto crítico… Ha sido extraño sentir con mis propias manos cómo el acero atravesaba su carne, creo que incluso podía notar como algunos tendones y huesecillos se partían en dos por el camino. ¿Y ese vapor que ha soltado? No es la primera vez que lo veo. ¿Era su alma? *

Debido al gesto, mis manos acabaron impregnadas de la sangre de la bestia.

Me incorporé, sacando la espada de la carne, y observé de nuevo los tres monstruos que aún me quedaban. Pese a la adrenalina, seguía jadeando nervioso.

- Una menos, quedan tres… Será mejor que me deje la que está herida para el final. –

Resoplé y procuré seguir sujetando bien la espada.

- Este plan podría funcionar… ¡Madre mía! En qué lio me he metido… -

Sin dejar que las midestias me atacasen, tomé la iniciativa del combate y corrí hacia un lado, buscando así atraer a las criaturas y separarlas las unas de las otras.

Las tres corrieron tras de mí.

Tres segundos después me abalancé con la espada por delante sobre una de las dos midestias sanas, frenándola en seco mientras las otras se pasaban de frenada.

- ¡Ahora! –

Ambos caímos al suelo. Desde allí, la apuñalé un par de veces en el torso y me levanté a toda velocidad.

- ¡Arriba! –

Justo cuando las otras midestias buscaban contraatacar. La víctima de mi ataque agonizaba y se desangraba desde el suelo. No estaba muerta aún, pero pronto lo estaría.

- ¡Dos menos! ¡Quedan dos! –

Y sin descansar para recuperar un poco de oxígeno, volví a correr, ahora en la dirección contraria. Pese al visible agotamiento de la midestia con sangre en el lomo, ambas volvieron a correr detrás de mí.

Repetí la misma jugada de antes, abalanzándome de nuevo sobre la única midestia que quedaba sana. Esta vez fue mucho más complicado, pues la midestia comenzó a forcejear conmigo desde el suelo.

- Maldita sea… Estate quieta de una vez… -

Peleaba con ella mientras trataba de esquivar cada uno de sus mordiscos.

- ¿Cómo puede tener tanta fuerza? –

* Si no me doy prisa me alcanzará por la espalda la midestia que queda… *

Apoyando mi mano derecha sobre la misma hoja de mi espada, comencé a hundir el filo en su cuello. Conforme más fuerza aplicaba, más sangre salía y menos trataba la criatura de librarse de mí.

* Date prisa, Asher. *

Oí rugir a la cuarta midestia detrás de mí.

- ¡Vamos! Que viene la última… -

Cada vez la escuchaba más cerca.

Apreté y apreté mi arma sobre el cuello del monstruo hasta que este dejó de combatir y aquel vapor blanco fue liberado.

Rápidamente, me giré, justo cuando la cuarta midestia se abalanzaba sobre mí. Acto que acabó de forma fatal.

Mi sudadera se vio automáticamente impregnada de plasma y muerte. Tuve suerte de reaccionar lo suficientemente rápido como para interponer la espada entre el pecho de la midestia y yo. Atravesándola en el acto y matándola al instante.

El vapor blanco confirmó su muerte, y poco después la del monstruo que había dejado desangrándose unos metros más arriba.

- … -

Aparté el cadáver de encima de mí, sentí que no había oxígeno suficiente en el aire para oxigenar mi sangre. Había llevado mi cardio al límite.

Me senté justo al lado de los cuerpos para reposar y reflexionar sobre lo ocurrido.

- … ¿Ya está? Parece que, oficialmente, he ganado… Esto ha sido intenso… -

Miré en todas las direcciones en busca de algún otro peligro; o del mismísimo Andrew. Tras no ver nada ni a nadie, y reconocer de nuevo aquella calma de la noche, me tumbé un rato a descansar.

Cerré los ojos, quedándome únicamente con el sonido de la brisa nocturna y del tráfico. Conforme mis pulsaciones descendían, también fui recuperando el sonido de los cables de alta tensión.

Dejé pasar un poco el tiempo, luego me puse a reflexionar sobre lo ocurrido.

- Ese Andrew… ¿Cómo ha podido marcharse y dejarme solo contra cuatro midestias? Creía que éramos compañeros; o al menos aliados… ¿A esto se refería El Vigilante con no fiarme de nadie? ¿Es por eso que Doyun es como es? Esto no me gusta… Debo admitirlo, la espada de Hermes ha sido de gran ayuda, sin ella, solo podría huir como un civil más… En fin, recapitulemos: Todo empezó el diez de septiembre con aquella explosión… Ese día nacieron los Septenthbers… Corpus… Hermes trata de salvarlos para que no se creen más mutantes… Claro, Hermes, Espada, Lanza, Doyun… -

- Disculpa, ¿podrías decirme qué haces? No es muy normal tumbarse en medio de la calle rodeado de cadáveres de monstruo. –

Grité del susto al escuchar a alguien justo a mi lado.

Era la segunda vez que no me pasaba esto en tres días y no me hacía ninguna gracia.

- Ho-hola, hola. ¿E-en qué puedo ayudarte? Hehehe. –

Pregunté mientras disimulaba mi espada bajo mis piernas. Ante mí, una niña de no más de trece años, puede que catorce; de cabello claro, ojos azules y un simple vestido azul celeste y blanco.

Esta, me miraba con inocencia desde mi lado, con cara de no haber roto jamás un plato. Al contrario de mí, quien sonreía de la peor forma posible tratando de normalizar la matanza que había a su alrededor. Ocultando su arma, pero no la sangre que tenía ni sobre su sudadera, ni en su cara.

- No te preocupes, solo había salido a dar un paseo. –

- A-ah, pues qué bien… -

- Había oído unos ruidos, como si hubiese perros ladrando… -

Miró a su alrededor, deteniéndose con la mirada sobre cada uno de los cuatro cuerpos sin vida de las midestias.

* ¡¿Qué hace una niña por aquí ahora?! ¿Y si llama a la policía y me persiguen? ¿Cómo les explico las cosas? *

- ¿Unos ladridos? ¿Perros? ¿E-en serio? Yo también los he oído, hehehe, y me he pasado a mirar que había ocurrido. M-mira, aquí parece que ha habido una pelea muy sangrienta, será mejor que vuelvas a casa; yo llamaré a la policía y les informaré de lo ocurrido, ¿vale? –

La niña me miraba sonriente, como si las cuerpos de las midestias no estuviesen.

* Esta niña me está empezando a dar repelús… ¿Qué hago con ella? Si me muevo, verá la espada, y no sé si eso me interesa… *

- No te preocupes, no me importa que te pongas a matar midestias, siempre está bien ayudar a la gente. –

Jugó con su cabello.

- S-sí, hehe, ¿Verdad que sí? –

* ¡Un momento! ¡¿Ha dicho matar midestias?! *

- ¿Podría hacerte una pregunta? Buen señor. –

- U-un momento, ¿p-puedes repetir lo que acabas de decir? Por favor. –

La niña reforzó su sonrisa y se acercó a mí para susurrarme al oído.

- Me has oído perfectamente. Hehehe. –

- ¿Y-y cómo sabes tú eso… -

Poco a poco, mientras conversaba con la chica, empecé a palpar el suelo en busca del mango de mi espada. Esta conversación me estaba dando muy mala espina.

La niña me ofreció su mano.

- Ven. Coge tu espada y vayamos a dar una vuelta. –

- … -

* ¿De dónde ha salido esta niña? Será mejor que no baje la guardia. *

Con cierto grado de cautela, agarré mi espada y la mano de la niña, quien me ayudó a levantarme.

- ¿Y bien, a dónde quieres ir? Este sitio es peligroso para una niña como tú. –

- Hahaha, me gustas, señor de la espada y la coletilla. Seamos amigos. –

Sonrió la niña mientras agarraba mi mano.

- Si tú lo dices… Mira, no sé qué pretendes, pero deberías volver a tu casa. Yo estoy cansado, no puedo garantizarte tu seguridad. –

- Hmm, tienes razón. En ese caso, ¿por qué no me acompaña a un lugar seguro usted? Así estaré más segura. –

Dijo fijándose en las midestias muertas a nuestro alrededor.

* Qué miedo… *

- B-bueno, si no hay más remedio… -

- Espera, espera, señor. ¿No tendrá usted que recoger la funda de su arma? –

- ¿Huh? Pues sí, ahora que lo dices, no sé ni dónde la he dejado. –

La busqué a mis pies.

- Mira, ¡la veo! Justo ahí, junto a aquella pared. –

Miré en la dirección en la que me dijo la niña. Allí encontré lo que buscaba.

- Anda, es verdad. Guardo la espada y vuelvo. ¿Sabes? Si fuese con la espada por la calle, estoy seguro de que me detendría la policía. –

Anduve en dirección a la funda, la cual se hallaba a unos cinco metros de distancia junto a una pared. La niña se quedó en el sitio, esperando a que guardase mi espada.

Llegué junto a esta, la recogí y metí dentro el arma. Esta estaba todavía cubierta de sangre, pero debido a que gran parte de esta estaba ya seca, sabía que hasta que no volviese a casa no podría limpiarla.

- Y, dime una cosa, ¿eres tú también uno de esos mutantes triángulo? –

Me preguntaba desde la lejanía mientras yo guardaba la espada.

- ¿Yo? No, que va. Solo soy un chico normal. –

Respondí incorporándome. Al llegar arriba, pude notar como algo me pinchaba a la altura de la lumbar y los riñones.

- No muevas ni un músculo… -

- ¡¿Huh?! –

* ¡¿Qué está pasando?! *

Antes de que pudiese darme cuenta, aquella chica se había desplazado hasta mi espalda y ahora me amenazaba con una pequeña navaja.

- ¿Q-qué haces? –

Con esta, me pinchaba levente a la altura de los riñones, haciéndome así saber que esta me penetraría mucho más rápido de lo que podía evitar.

* Maldita niña, ¿de verdad me va a apuñalar? Estaba esperando a que guardase mi arma para amenazarme… *

- Así que no eres un Triángulo… -

- ¿Qué quieres de mí? –

- Cállate. Si vuelves a abrir la boca sin mi permiso te dejo como a estas midestias. –

- … -

Aquella situación era una de las más desfavorables hasta la fecha. Era la primera vez que la opción de huir no estaba disponible, por lo que dependía completamente de medir mis palabras para librarme del problema.

* Mierda. Cálmate Asher… *

Me suplicaba a mí mismo mientras sentía cómo poco a poco, mis pulsaciones volvían a dispararse. Ya sin adrenalina, sabía que un calambrazo del cristal era inminente si esto seguía así.

- Antes lo has nombrado, ¿qué sabes del dios Hermes? Estás aliado con él, ¿no? ¿Dónde se esconde? –

* Joder, el cristal… *

- Espera un momento, te estás confundiendo. Te habrás confundido. –

Traté de engañarla.

- No te creas que soy tan idiota, ¡habla! –

* Es la segunda vez que me amenazan de muerte hoy… Pero ya me advirtió ese Doyun, no puedo confesar lo que sé aunque me amenacen de muerte, pondría en peligro a los mutantes y al resto de la ciudad… *

- Hahaha, dime, ¿esa espada te la ha dado él también? –

- No sé de qué me hablas. –

- Idiota… -

Comencé a notar como la navaja amenazaba con abrirse paso a través de mi ropa. Cada segundo aquella niña apretaba más y más.

* Sé optimista, Asher, vamos a morir igualmente, ¿qué más da ahora que dentro de un mes? Ocultándole información a esta niña también somos de ayuda a Hermes. *

- ¡Escúchame! ¿Huh? –

- Te vas a… -

Algo nos interrumpió.

Pude sentir cómo otro pulso de Midén se propagaba por toda la calle. Pillando por sorpresa a mi cristal y a la niña, quien rápidamente se calló y despegó la hoja de un navaja de mi espalda.

- Maldita sea, qué momento tan inoportuno. –

Maldijo.

Acto seguido, ambos nos giramos hacia la curva desde la cual provenía aquel poder, a nuestras nueve.

- … -

* Midén… Lo noto en el pecho… Y parece que ella también lo nota… *

Poco a poco, aquella niña retorcida retrocedía ante la invisible amenaza de aquel poder.

* ¿Será un Triángulo? El poder parece ser distinto… *

Palpé sobre la cicatriz de mi mecho.

- Hoy te vas a librar, pero no creas que la próxima vez que nos encontremos tendrás tanta suerte… -

Antes de que pudiese reaccionar, la niña corrió y se marchó del lugar sin ni siquiera llegar a ver de dónde procedía aquella fuerza. Pese a no sacarla de su funda negra, yo ya tenía mi mano izquierda sobre el mango de la espada, listo para actuar cuando fuese necesario.

<<*@*^'/¨*''~;>>

- … -

Tres pulsos más de Midén siguieron al primero. Pese al calambrazo del cristal y al pequeño estremecimiento inicial, decidí aguantar y no moverme del sitio.

- Vamos, muéstrate… Después de lo que me ha pasado, solo esta noche, no puede ir a peor… Bueno, ahora que lo pienso, sí que podría ir a peor… -

Murmuré.

Comencé a escuchar los gemidos de dolor de un hombre, y tras dar un paso en falso, al notar que aquellos gritos sonaban cada vez más cerca, desenvainé mi espada y aguardé mi posición paciente. Gotas de sudor comenzaban a caer de mi frente.

- ¿Un hombre? Vamos, déjate ver… -

Sujeté mi espada con ambas manos, mi guardia era pobre, algún experto se atrevería a decir que era lamentable, pero, juntando mi inexperiencia y mi fatiga, era lo mejor de mí que podía ofrecer en aquel momento.

Pronto apareció, girando la esquina, el causante de los gemidos de dolor. O más bien la causante.

Era una mujer, adulta, y de unas apariencias muy peculiares. Su piel estaba oscurecida, su ropa sucia, traía heridas en todas las partes de piel visible, y su mirada parecía estar perdida en un mar de nieblas y nubes, sin presencia alguna de pupilas.

- … -

Aparentemente, esa mujer era la causante de aquellos gritos graves que resonaban por toda la calle. Aún llevaba consigo su bolso.

- Parece que he llegado tarde… Esta mujer parece un zombi más que otra cosa… -

Murmuré.

Al verla caminar tan despacio, relajé un poco mi postura.

- ¿Ho-hola? ¿Me está escuchando? –

- … -

- ¿Señora? ¿Huh? –

De pronto, aparecieron tres personas más, tres hombre adultos más, y los tres en el mismo estado que la mujer.

- Primero una, luego otros tres… -

Los tres hombres vestían trajes parecidos, llegué a plantearme si estos solían trabajar juntos en la misma empresa antes de lo ocurrido. Los tres mostraban signos de violencia, especialmente el de la derecha: Calvo y con una gran herida en su brillante cabeza.

Esta vez no llevaban consigo ningún signo distintivo como la tarjeta del hombre del accidente de aquella mañana.

Gritaban y gemían frente a mí. Por sus gestos, no parecían prestarme atención. Tragué saliva al verlos andar poco a poco por la calle, me vi obligado a retroceder para no llamar su atención mientras los examinaba.

* Primero mutantes, luego midestias, ahora esta clase de, ¿zombis? No sé si son agresivos o no, ni hasta qué punto son personas todavía; pero no puedo dejar que se acerquen al mercado. Esto de los zombis es realmente triste; una cosa es enfrentarse a monstruos con forma de animal, y otra muy distinta es matar a monstruos con forma de humano… *

Aquellos cuatro zombis, anduvieron y gatearon por toda la calle mientras rastreaban algo. Supe que lo había encontrado cuando de arrodillaron junto al cadáver de una de las midestias y comenzaron a comerse su carne.

* Es asqueroso… *

Podía oír cómo desmembraban poco a poco la carne, masticándola con la boca abierta, y chasqueando los dientes cuando se encontraban con alguna pieza de cartílago la cual no podían masticar.

- No puedo dejarlos sueltos… -

Murmuré acercándome a ellos con la espada.

- Lo siento mucho, amiguitos, pero debo salvar a la gente de esta ciudad, y eso incluye acabar con vosotros… -

<< Asher >>

- ¡¿Huh?! –

Junto a una quinta ráfaga de Midén, aquel susurro parecía llamarme. Desgraciadamente, no pude saber de dónde provenía, y pronto me vi obligado a ignorarlo.

Estaba ya a su lado cuando uno de los zombis se acercó a mi espada. Parecía estar oliendo el acero y los restos de sangre sobre este. Algo alteraba superficialmente a la criatura. Pronto se unieron a este las otras tres criaturas, pero sin muestra alguna de hostilidad.

Yo me encontraba debatiendo conmigo mismo sobre la humanidad de aquellas criaturas, cuando una de ellas quiso probar el sabor de la carne de la otra, mordiéndola así en la pierna. Aquello desató el pánico del zombi atacado, provocando que este se abalanzase de golpe sobre mí. Lo único que tenía delante.

<< Asher >>

<<*@*^'/¨*''~;>>

Sentí de nuevo.

- ¡Joder! –

Traté de zafarme de la criatura. Antes de que me diese cuenta, aquella escena se había convertido en una verbena en la que todos atacaban a todos, daba igual si estuviese vivo o muerto.

Una de las criaturas, incluso, se abalanzó a pelearse contra uno de los cadáveres de midestia hasta que fue interrumpida por el ataque por la espalda de la mujer zombi.

La violencia se apoderó de la escena.

- Esto es lo que quería evitar… -

El caos reinante se multiplicó de golpe cuando una explosión lejana nos sorprendió a todos, resonando esta entre todos los edificios cercanos.

- ¡¡Qué ha sido eso?! ¿Una bomba ahora? –

Conseguí liberarme del hombre zombi, clavándole, acto seguido, la espada en el pecho.

- Lo siento, buen hombre… … ¿Qué ha sido esa explosión? Ahora sí que me creo eso de que en esta ciudad había una batalla… Maldita sea, no serán todas las noches así, ¿verdad? -

Murmuré mientras miraba a las otras criaturas matarse entre ellas.

- Debo matarlas e ir a ver lo que ha pasado, puede que haya gente herida… ¿Es que esta ciudad no piensa darme ni un minuto de descanso? –

Me abalancé sobre las criaturas, con el fin de matarlas de una vez por todas.

Pese a considerarlas monstruos, su similitud con las personas hizo de esta una tarea bastante desagradable para mí.

- Esta vez, no han soltado ese vapor blanco… ¿Significa eso que estas no son midestias? –

Suspiré.

Ya concluida mi segunda masacre de la noche, abandoné corriendo la calle en busca de algún signo de la explosión que acababa de escuchar.

Jadeaba y sudaba de calle en calle, el esfuerzo y los nervios empezaban a pasarme factura.

Al rato, aparecí en una gran avenida. Aquí, debido a las anchas carreteras, los edificios estaban mucho más separados y se podía tener una vista más general de lo que ocurría en el resto de lugares de la ciudad.

- ¿Ahora por dónde voy? –

Me sorprendió la desértica imagen que ofrecía aquella avenida. No solo por la ausencia de coches y peatones, las cuales decidí explicar con la existencia del mercado, sino por la ausencia de luz en las farolas.

Por alguna extraña razón, aquella avenida, al menos en los trecientos metros del tramo en el que me encontraban, estaba menos iluminados de lo normal.

- … Me pregunto dónde estará Lanza… -

Miré en todas las direcciones, pero no vi pista alguna de aquella explosión que había escuchado hace unos instantes, ni ningún rastro de nadie.

<< Pom rom >>

Una papelera cayó al suelo unos ciento veinte metros hacia mis tres. Automáticamente, me giré para observar lo ocurrido.

- ¿Qué pasa allá al fondo? –

No pude verlo bien, pero me pareció ver a un grupo de midestias y hombres zombi persiguiendo a lo que parecía ser un niño, estaba demasiado oscuro como para saberlo. Pese a que estaba demasiado lejos y que todo había pasado tan rápido, decidí seguirlos.

* ¿Huh? ¿Un niño? *

- ¡Eh! ¡Espera! ¡Yo te salvaré! –

Corrí detrás de él, levantando mientras corría mi espada enfundada por algún motivo inexistente. Este, perseguido por el motón de criaturas hostiles, cruzó de un lado al otro de la avenida, adentrándose de nuevo en las calles cercanas al mercado.

<< BOOM >>

- ¡Ya voy! ¡¿Huh?! –

Una segunda explosión, acompañada de una visible llamarada, resonó y brilló por encima de algunos edificios, justo en la dirección contraria en la que había huido el niño perseguido por las midestias.

- Mierda, vaya momento más recurrente. –

Miré en ambas direcciones, no sabía muy bien qué era lo que me convenía priorizar.

- ¿Qué elijo? –

Apreté la correa de la funda de mi arma.

- Es probable que en la explosión haya más gente involucrada… Pero también es más vistosa, por lo que es más probable que si Lanza va a algún sitio, se allí. Entonces, ¿voy detrás del niño? –

De pronto, en la dirección de la explosión, se empezaron a escuchar numerosos sirenas de ambulancia, bomberos y policía. Tras oírlas, yo volví mi cabeza en la dirección contraria de la explosión, y eché a correr lo más rápido que pude, pasando a sujetar la funda de mi espada con una sola mano.

Callejeé entre distintas manzanas en busca de algún rastro de aquella persecución, pero, conforme me iba acercando al mercado, el bullicio de la gente cubría cualquier clase de prueba acústica que pudiese salir de algún lugar cercano as este.

- ¡Qué faena! ¡Esta ciudad está fuera de control! Ya casi no siento las piernas de tanto correr. Más vale que esté cerca… –

Resoplé.

Seguí corriendo entre calles: anchas, estrechas, con gente haciendo pequeños botellones…

Pronto me hallé a mí mismo en medio de todo el bullicio del mercado. No debía quedar mucho rato para que este cerrase, pero la gente se empeñaba en aprovechar hasta el último minuto para acabar de hacer sus compras o para degustar algunos que otros platos de la famosa gastronomía urbana de la ciudad.

Caminé entre la gente disimulando lo mejor que podía la funda con mi arma y la sangre que había salpicado mi ropa. Con tanto tráfico humano, se había vuelto realmente difícil caminar.

- Cuanta gente… Dudo que la persecución haya cruzado por aquí en medio, la gente se hubiese dado cuenta… -

Los carteles y los rótulos de led coloreaban aquellas calles acompañadas por los focos y farolas sobre nuestras cabezas.

- Así que esto es el mercado de Namdaemun… -

La gente parecía disfrutar del ambiente pese a ser sábado. Los amigos y las familias aprovechaban para picar y tomar algo después de concluir con sus vistazos a tiendas, creando es este un bonito ambiente de encuentro y diversión.

- Tengo que salir de este sitio lo antes posible. Puede que si lo atravieso, llegue con ventaja a algún lugar por donde el niño pase huyendo. O donde estén las midestias… -

Pasé un rato recorriendo aquel lugar. Hipnotizado por el ambiente.

Recorrí calles y calles de tiendas junto a decenas de personas. Pese al bullicio, me llamó la atención la forma que tenían los coreanos para organizarse y seguir avanzando entre la gente. Todo el mundo era bastante educado, en especial, civilmente hablando.

Siete u ocho minutos después, parecía que comenzaba a escapar de aquel hipnótico y abarrotado mercado. Las calles se iban vaciando de gente y las persianas metálicas comenzaban a ser sustituidas por fachadas de edificios convencionales, poco a poco iba regresando al mundo y a la calle normal.

Pese a mis miedos, sabía que mi lugar era aquel.

- … -

Tanto fue así que apenas un par de calles fuera del callejón, sin llevar a cabo una gran búsqueda, hallé la siguiente pista de la presencia cercana de midestias.

- Sangre… -

A mis pies, un pequeño goteo de sangre recorría un par de calles más adelante, adentrándose en otro barrio de callejuelas parecido al que había conocido un rato antes junto a Andrew.

Me agaché para palpar aquel rastro.

- Efectivamente, sangre reciente… Podría ser de aquella persona que huía del grupo de midestias. Espero que no sea demasiado tarde… -

Al momento me giré. Sentí que alguien tenía sus ojos puestos en mí.

- Pero… -

Para mi sorpresa, no había nadie. O quizás sí, pero mi mal presentimiento provenía de las afueras del mercado, desde donde aún pasaba muchísima gente.

- No parece haber nadie. Será mejor que siga el rastro de sangre… -

* Ya no sé muy bien qué esperarme… *

Caminé hasta adentrarme en una serie de callejones.

- … Dos… -

El pequeño rastro que seguía continuaba por la calle en la que estaba, era obvio. Lo que no lo era tanto, fue la aparición de un segundo rastro, este último de mucho más volumen de líquido escarlata, que se desviaba hacia una calle perpendicular, completamente a oscuras.

<< Tac, Tic Tic, Tac, Tic >>

Tragué saliva al escuchar aquel sonido amaderado que provenía del callejón oscuro.

<< Tac, Tic Tic, Tac, Tic >>

<< Tac, Tac, Tac, Tic >>

- No pienso entrar ahí… -

No me atrevía a decir si aquel lugar era seguro o no, había demasiada poca luz en el ambiente.

Parecía que alguien susurraba desde lo más profundo del callejón. Desde el anonimato del negro de la noche.

<< Tac, Tac, Tac >>

Se escuchaba una y otra vez.

- Se supone que debo ser valiente para ayudar a Hermes, pero creo que esto es demasiado para mí. Acabemos rápido. –

Midiendo cada uno de mis pasos minuciosamente, me adentré en el callejón. Pronto, preso por los nervios, desenfundé mi espada para estar listo ante cualquier problema.

<< Tic, Tic, Tic, Tac, Tic >>

La atmósfera del lugar era opresiva y tenía la sensación de que me estaba olvidando de algo.

- La última vez que me adentré en un callejón, la cosa no salió muy bien… -

Recordé, en forma de déjà vu, aquella experiencia en el callejón vivida con la midestia, el Pastor y El Vigilante. Había algo en aquel lugar que activaba los resquicios de aquel día de mi memoria, los cuales se almacenaban en la parte más animal de mi cerebro, donde el instinto reinaba.

<< Tac, Tac, Tic, Tic, Tac >>

La leve presencia de Midén en el ambiente, el miedo hacia lo incontrolable, el respirar de una midestia…

- El respirar de una midestia… -

* Puedo sentirlo, eso era… Pero, ¡lo siento cerca… *

- ¡Demasiado cerca! –

Alcé la vista e interpuse mi espada entre la midestia y yo lo más rápido que pude, aunque esta vez en horizontal para protegerme por encima de todo.

- ¡Joder! -

El rugido de la midestia, acompañado por su ataque consecuente, aceleró mis pulsaciones a tanta velocidad que sentí que el corazón se me iba a salir del pecho.

Desde el suelo, y completamente en pánico, luchaba a duras penas contra la gran criatura para evitar ser devorado por ella.

La oscuridad y el miedo no me dejaban observarla con claridad, pero, por su tamaño, esta era muy parecida a la midestia de mi ciudad, aunque completamente distinta. Resultaba sorprendente, pero en ese mismo momento, mientras forcejeaba por salvar mi vida, buscaba la explicación a la extraña naturaleza de aquella midestia.

* ¡¿Por qué no se comporta como las demás?! Esos ruidos y ese ataque por sorpresa, ¿desde cuándo estos monstruos atacan de esta forma? Esos ruidos serían para llamar la atención de sus presas, ¡y me los he tragado de lleno! Debo recomponerme, ¡no pienso morir así! *

Empujaba y empujaba por librar de encima de mí aquel mastodonte, pero mis fuerzas eran ya bastante limitadas, Además, a pocos centímetros de mi cara, me iban salpicando las babas procedentes de aquellas fauces diabólicas, otorgándome así una mayor sensación de ser devorado.

- ¡Vamos! –

Gritaba por mi vida.

Tras mucho esfuerzo, conseguí librarme de la midestia y pude reincorporarme.

- ¡¿Huh?! –

Tan pronto como lo hice, el monstruo atacó y tratando de bloquear su zarpazo, perdí el agarre de mi arma y esta salió volando a un par de metros de mí.

- Ahora sí que estamos fastidiados… No sé cómo puedo recuperarla sin que antes me mate… -

Todo pasaba muy deprisa. Antes de terminar la frase, ya tenía a la midestia cargando de nuevo contra mí. En aquel momento solo se me ocurrió rodar por el suelo y rezar por esquivarla.

- ¡Joder! -

Tan pronto como yo me zambullí para esquivar el ataqué, en el mismo instante en el que mi cuerpo viajaba contra el suelo, pude sentir una rápida fuente de Midén a mi espalda. Fue fugaz, pero nada más sentirla, mi espada apareció volando y atravesó a gran velocidad a la midestia, la cual acabó frenada en seco por la grave herida.

- ¡¿Pero, qué demonios?! –

Otra y otra. Mi espada, junto a aquellos pulsos de Midén, volaba por el callejón, una y otra vez atravesando despiadadamente a la feroz criatura. Yo, desde el suelo, no podía hacer otra cosa que mirar el espectáculo y ser salpicado por su violencia.

- ¿Qué hace mi espada volando? ¿Está viva? –

La midestia cayó al suelo, seca y desmembrada. Acto seguido, el vapor de su muerte aparecía para confirmar lo que ya era más que obvio. Poco después, la espada volvió a caer al suelo, como si el espíritu que la controlaba la hubiese abandonado de nuevo.

- … -

Mi cara era un poema.

- Vaya forma de encontrarse con un Mifler. –

- ¿Huh? –

Apareció una voz femenina en la entrada del callejón. No era Lanza.

- Tienes suerte de que llevabas contigo algo metálico, si no ya estarías muerto. –

- E-esto… Em. –

- ¿Qué pasa? ¿Eres mudo o qué? –

No era mudo, pero estaba sin palabras. Aquello que tenía ante mí tenía menos sentido que cualquier mutante o monstruo con el que me había encontrado. Ni siquiera los dioses estaban a su altura.

Era una chica, joven, supuse que tendría una edad parecida a la mía. Pese a haber perdido toda una posible vida por culpa de mi enfermedad, pese a haber perdido el derecho a soñar con el futuro; esta era la primera vez que sentía que me había robado algo de verdad: Me había robado lo más profundo y delicado que me quedaba.

Aquella chica rubia, como el Sol; de ojos dorados, melosos, si tuviese el valor suficiente como para describir su dulzura; aquel rostro puro, lleno de perfección y tesoros que esconder; aquella boca perfecta, aquella figura.

Pocas eran las palabras que podían definirla, y menos todavía eran las que yo me atrevía a dirigirle.

Mi rostro no lo ocultaba: quería saber más de ella, pero, ¿cómo podía saberlo hasta haberla conocido? Quería protegerla, quería hablarle, quería ver una sonrisa en aquel rostro puro, solamente decorado por una pequeña pequita que no hacía más que perfeccionar lo ya perfecto.

Pero, ¿Quién era yo? Yo no era nadie, solo un ridículo ser, inseguro y desgraciado, sin futuro alguno, que no podía ni salvarse a sí mismo. Un ser que no podía hacer más que mirar desde el suelo, junto al polvo, ese era mi lugar. Mi rostro estaba cubierto de babas, sangre y tierra, y lo mismo se podría decir de mi ropa. Mi coletilla era ridícula y para nada estética. En mi pecho había una cicatriz enorme y mis piernas ya casi no servían para caminar.

¿Cómo iba a preguntarle yo algo? ¿Cómo iba yo, lacayo de un dios con una causa suicida, a dirigirle la palabra? Encima que se atrevió a salvarme, encima que me regaló su preciado tiempo.

- Perdona, es que. ¿Cómo puedo… No, yo. –

- Bueno, parece que aún estás en shock por la experiencia vivida. Será mejor que reposes un poco y luego te vayas de aquí. Este lugar no es seguro a estas horas… -

Dijo con inseguridad. Trataba de demostrar fortaleza, pero su tono perdía fuerza de vez en cuando, haciéndome entender un poco mejor la situación.

- S-sí. –

- Muy bien. Pues adiós, y ten cuidado. –

Se marchó aquella chica. Rubia como el Sol. De ojos dorados.

- ¿Qué acaba de pasar? –

Pasé un buen rato caminando entre calles. Reflexionaba sobre el nuevo momento más ridículo de mi vida.

Aquel momento que me había dado un verdadero propósito en la vida. Un evento por el que agradecí casi morir en incontables ocasiones para llegar hasta él.

Ella me había salvado, y mi corazón no me pedía otra cosa que devolverle algún día el favor. Porque sí, era algo obvio, si aquella chica había usado Midén para salvarme, era porque, ella también, era un Septenthber. Y, al contrario que Andrew, se había expuesto al ser detectada solo para ayudarme…

El cansancio había desaparecido de mí. Pese a mi perdida mirada, mi mente me ametrallaba a ideas. No solo sobre aquella chica que acababa de conocer, también le daba vueltas a mi encuentro con el Mifler, la niña que casi acababa matándome, los espeluznantes zombis, la extraña actitud de Andrew, el paradero de Lanza, la reunión con Hermes, aquello que ocurrió el diez de septiembre y la extraña nota que me encontré con fecha: mañana.

Caminaba sin motivo alguno. Si me encontraba con alguna midestia, bien. Que no lo hacía, pues mejor.

En el fondo, no tenía ni idea de la hora que era ni de dónde se supone que debía reencontrarme con mis compañeros. Así que no tenía nada mejor que hacer que andar.

<< Poff >>

Choqué contra algo. Mejor dicho, contra alguien.

Ambos caímos al suelo. De cierta forma, fue un poco una réplica de mi primer encuentro con Espada hace unos días en la montaña.

- Pero bueno. ¿Estás bien? ¿Qué haces? –

- Maldita sea… -

Se dolía la persona con la que me había encontrado.

Este era de pequeña estatura y jadeaba agotado. Enseguida, extrañé debido a su vestimenta: una mezcla de túnicas y pantalones, y botas de senderismo.

- U-un momento. ¿Tú? –

- ¡Aléjate de mí! –

Me gritó mientras se incorporaba de nuevo. Instantáneamente, reconocí aquel rostro. Todo comenzaba a acelerarse de nuevo conforme oí los ladridos de las midestias por las calles colindantes.

- ¡Te conozco! –

- ¡No! –

Amagó con marcharse.

- ¡Tofu! –

Tan pronto como pronuncié su nombre, Tofu sacó su varita, desató su Maná y me disparó una especie de rayo de luz directamente contra el pecho.

<< ZASS >>

No tuve tiempo de esquivarlo y este me impactó de lleno.

Palpé rápidamente todo mi cuero, y, pese a un par de quemaduras en la sudadera y en el pecho, todo parecía estar en orden.

Alcé la vista, pero él ya se había ido de nuevo.

- Pero… -