Feng Qingxue se detuvo—Segundo Hermano, dime qué quieres.
Feng Aihua se rascó la cabeza, titubeando un rato antes de finalmente decir—¿Tienes algún viejo uniforme militar que Lu Jiang dejó atrás? ¡Podría pedirlo prestado para el día de mi boda! Sería aún mejor si tuvieras zapatos de liberación.
Feng Qingxue, al escuchar esto, sintió tanto un dolor de tristeza como una sensación de diversión.
Sus palabras le recordaron las viejas historias que sus abuelos solían contar. Era un tiempo en que la gente pedía prestada ropa para sus bodas, aferrándose a ella tan queridamente que dudaban en quitársela incluso para dormir. Algunas personas también pedían prestados zapatos de liberación, que también se ponían para dormir, esperando poder mantenerlos en sus pies un poco más.
Algunas familias solo tenían un conjunto de ropa adecuado para visitar a los parientes, así que quien saliera sería quien se la pusiera.
Esta situación era tan común que nadie se burlaría de los demás por ello.
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