—Angélica lo besó como si siempre hubiera sabido cómo besar. ¿Qué era el miedo cuando ya se había desnudado completamente? ¿Qué era el miedo cuando él había tomado todo de ella, tocado y visto cada parte de ella? Lo único que faltaba era que él escuchara sus pensamientos. Nada más.
—Esto debería haberla asustado más que los colmillos. Este hombre la había despojado en dos semanas. Estaba completamente a su merced y no se quejaba. No estaba ni siquiera un poco asustada. Ya había hecho lo que más temía. Darle todo de sí misma a alguien.
—Rayven la besó de vuelta pero no la tocó. Angélica se apartó para mirarlo. ¿Era demasiado valiente? Por lo que había aprendido, como mujer debería dejar que su marido hiciera el primer movimiento y dejarse guiar por él. ¿Le disgustaba esto?
—Sus ojos oscuros solo mostraban lujuria, mirándola a través de pestañas gruesas y mojadas. —Eso no es suficiente —le dijo él.
—El cuerpo de Angélica se sonrojó. —¿Qué debo hacer? —preguntó ella.
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