—¿Qué demonios? —gruñí por teléfono, la ira agitándose en mis venas mientras escuchaba las cosas absurdas que caían de la lengua de mi padre.
—Es la verdad —respondió.
—Que te jodan a ti y a tu verdad. Puto pedófilo —escupí irritado mientras mis ojos se dirigían hacia Jules, quien estaba escuchando esta conversación con una expresión molesta en su rostro.
—Si no tienes nada que decir, cuelga —habló mi padre después de unos momentos y yo bufé en voz baja.
—¿Dónde diablos está Kim? ¿El chico que le pediste a Kai que capturara? —exigí al siguiente momento.
—No sé de qué estás hablando —respondió secamente.
—Deja de hacerte el tonto, ¿dónde demonios está? —espeté.
—¿Tienes a Kai contigo? —cuestionó y yo bufé.
—Claro que no. ¿Por qué iba a estar conmigo? —mentí descaradamente.
—Bueno, yo no tengo a Kim conmigo —soltó tras unos momentos y Laberinto apretó los dientes a mi lado.
—Pero sabes quién es, ¿no? No te sorprendiste siquiera ante la pregunta —repliqué y él suspiró.
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