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Al entrar en la sede, Branden, Lorene y Orcis notaron que había una atmósfera de sorpresa y tensión en el aire. La gente dentro mostraba expresiones mixtas, una combinación de alivio al ver a su jefe a salvo y una profunda preocupación por la situación. Sin embargo, había algo más en el ambiente.
Branden, mientras intercambiaba saludos y ofrecía seguridades a muchos de los ocupantes, se dirigía hacia Karla para discutir los eventos que se desenvolvían. Sin embargo, un obstáculo inesperado surgió en su camino: un grupo de individuos vestidos con la distintiva armadura de la guardia real, cada uno de ellos empuñando una lanza. Este desarrollo imprevisto dejó a Branden y a sus compañeros completamente sorprendidos.
—Señor Branden, Su Majestad exige su presencia en el castillo de inmediato —dijo uno de los guardias reales—. El Señor Orcis y la Dama Lorene también deben venir para responder algunas preguntas.
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