Batman nadó hacia las profundidades de esa gran piscina vacía. Atravesó cómo tres pisos hacia abajo, donde había una misteriosa puerta de acero sobre las que estaban escritas las siguientes palabras:
PROYECTO TALÓN DE AQUILES
Batman sacó del interior de su cinturón dos barras de plástico de un luminoso color amarillo. Continúo nadando hasta la puerta de acero y al llegar a esta dobló las barras. Un químico en el interior de las barras reaccionó inmediatamente a esta acción adoptando un tono rojo brillante.
Los colocó estratégicamente a ambos lados de la manija de la puerta de acero. De esa, en apariencia, inexpugnable bóveda. Luego nadó hacia atrás, alejándose lo más que pudo del resultado que estaba por darse.
El químico de un rojo brillante pronto se volvió blanco y como si estuviera hirviendo arrojó espumas, liberándose después de la barra y derritiendo el metal de la puerta, formando en ella dos agujeros notables.
Batman comprobó el tiempo en su antebrazo: 01:41, 01:40, 01:39...
Batman nadó nuevamente en dirección a la puerta. Tomó la manija de la bóveda. Al inicio se hizo imposible moverla, pero primero lentamente y después con mayor facilidad comenzó a girar. Toda resistencia había sido doblegada.
En la computadora de su antebrazo el tiempo continuaba corriendo inexorable: 00:57, 00:56, 00:55...
La puerta de acero se abrió y Batman nadó hacia lo profundo, mientras una luz esmeralda iluminaba completamente el agua. En su cabeza el tiempo tampoco había parado de correr, si bien llevaba el conteo en la computadora de su antebrazo, su propia cabeza era como un cronómetro y mentalmente iba restando cada segundo que pasaba.
Llegó hasta un pesado cilindro de vidrio en cuyo interior había una inconfundible roca irregular de tamaño considerable, la cual fulguraba con un resplandor verde intenso.
Kryptonita.
Inquieto observó su antebrazo, la seguridad maestra se reiniciaba en: 00:22, 00:21, 00:20...
El lugar cobró vida. Las luces parpadearon, un claxon se escuchó en todo el complejo. Y finalmente, los grandes brazos metálicos cobraron vida otra vez, bajando las varillas del transformador, preparándose una vez más la trampa mortal.
Batman nadó apresuradamente, saliendo de la bóveda metálica con el cilindro conteniendo la piedra verde en una mano. No le hacía falta comprobar en su antebrazo que el tiempo expiraba. Anhelante observó hacia arriba, la superficie se hallaba demasiado distante.
Se había quedado sin tiempo, así que, sabedor de que no tenía ningún otro recurso, Batman cambió de dirección y en lugar de buscar la salida nadó hacia una de las ventanas laterales del tanque.
Mientras tanto los brazos metálicos se acercaban a completar su objetivo final, lo que culminaría con un único resultado posible, convirtiendo el tanque nuevamente en una especie de estanque asesino.
Batman llegó al vidrio de la ventana y pegó un pequeño dispositivo explosivo con ventosa. Luego se impulsó hacia atrás alejándose lo más que podía de la imparable detonación. Todo pendía de un ajustado cálculo y él lo sabía bien. El explosivo tenía que hacer lo suyo, destruir el vidrio, pero la onda expansiva podía matarlo, por eso seguía alejándose, y aún quedaba pendiente la amenaza de los brazos electrificados. Era cuestión de segundos y centímetros.
La bomba explotó reventando la ventana y golpeó lanzando a Batman hacia atrás, pero como si fuera un muñeco de trapo al instante el agua que abandonaba el tanque arrastró afuera al justiciero, situación que aprovechó para alejarse inmediatamente del peligro.
Las alarmas sonaban estruendosamente.
Una trampilla se abrió en el techo y Batman surgió empapado asiendo fuertemente el cilindro con kryptonita. Cuando se puso de pie se escucharon chasquidos de percutores que se combinaron con su respiración agitada.
Allí, en el techo de la Compañía de Galletas de la Abuela Millie, precisamente debajo del letrero de la amable anciana, Batman se hallaba cercado por diez soldados que lo tenían al borde del techo en una caída de muchos metros, que bien podía terminar en una muerte segura.
Entonces Batman sonrió y lanzó el cilindro alto al vacío ante la mirada atónita de los militares. Distracción suficiente para que Batman también se lanzará en caída libre en la misma dirección del cilindro y en ese momento, activando un jetpack incorporado al traje, atrapó el cilindro.
Los soldados reaccionaron abriendo fuego, pero el Caballero de la Noche se escabulló entre los árboles, perdiéndose en la esperanza de la selva. Las balas atravesaron el denso follaje agujereando hojas e hiriendo árboles, pero Batman ya se encontraba lejos de su alcance.
Momentos después el baticoptero abandonaba la región con su suave zumbido regresando por donde había venido.