Hola a todos, creo que es importante presentarme antes de compartir lo que estoy a punto de hacer.
Mi nombre es David, tengo 24 años y estoy a punto de lanzarme desde un edificio. Todo esto es consecuencia de una de las peores decisiones de mi vida: involucrarme con una familia peligrosa tras ser amable con una chica. Mis decisiones han sido desastrosas, y ahora me encuentro aquí, contemplando esta idea descabellada.
Recuerdo mis días en la secundaria. Era un chico lleno de energía, disfrutaba jugar al fútbol con mis amigos, coquetear con chicas y hacer ruido en clase. Mis estudios eran siempre mi prioridad, y nunca quise faltar a clases por mis compañeros.
Cada día, como era habitual, jugábamos al fútbol en el campo de la escuela. Yo era delantero, uno de los mejores. Pero cometí un error: golpeé a una chica que estaba sentada en las gradas detrás de la portería con el balón, impactándole en el brazo. El juego se detuvo y algunos se rieron. Corrí hacia ella y la llevé a la enfermería.
Al llegar, le pregunté:
David: "¿Te sientes bien? ¿Por qué estabas sentada allí? No sabías que era peligroso".
Chica: "Es mi primera vez en las gradas; debí tener mala suerte".
No me fijé en su figura hasta que le di algo para el dolor y le puse un vendaje en el brazo. Ella se levantó para irse a clase, pero la detuve tomándola de la mano. No sé por qué lo hice, pero ella se sorprendió.
David: "¡Quédate aquí! Podrías desmayarte o algo peor".
No pude ver su rostro porque su flequillo lo cubría, pero vislumbré una leve sonrisa que indicaba que aceptaba quedarse un poco más. Quería charlar con ella, pero no sabía de qué hablar. Así que me quedé mirándola, lo cual noté que la incomodaba.
David: "Oh, lo siento, no quería incomodarte; solo tengo curiosidad".
Chica: "No te preocupes; sé que no sabes quién soy y por eso no sabes de qué hablar conmigo".
David: "¿Cómo? ¿Nos conocemos? ¿No hemos hablado antes?"
Ella asintió levemente.
Chica: "Estoy en tu clase; soy la chica sentada al final de la fila".
David: "¡Ah! Eres la 'chica fantasma'".
Chica: "No te preocupes; estoy acostumbrada".
David: "Oye, ya que siempre estás sola durante los recreos, ¿por qué no te unes a tus amigos?"
Chica: "No tengo amigos aquí ni fuera de la escuela", respondió con una risa triste. "Pero no todo es malo; tengo formas de distraerme cuando me siento mal".
Su respuesta me hizo sentir extraño; parecía tan solitaria.
Chica: "Pero hoy me pasó algo bueno", dijo ella levantando poco a poco la cabeza y sonriendo con timidez. "Pude verte y hablar contigo por primera vez. Para mí es un día especial porque estoy aquí contigo".
Me sentí especial pero también incómodo por la intensidad de sus palabras.
David: "¿De verdad? No sabía que alguien como tú se sentiría así por mí."
Chica: "Sí," dijo ella mientras sus ojos brillaban con una mezcla de emoción y vulnerabilidad. "Siempre te he visto desde lejos... Hay algo en ti que me atrae."
David: "¿En mí? No entiendo."
Chica: "Es solo... tú pareces diferente," dijo mientras jugaba nerviosamente con sus dedos entrelazados. "La mayoría solo se preocupa por ser populares o hacer ruido. Pero tú... tú pareces auténtico."
David: "¿Auténtico?" repetí, sorprendido por su percepción. "Nunca pensé que alguien pensara eso de mí."
Chica: "Es cierto," insistió ella mientras levantaba la mirada hacia mí. "Y aunque no tengo amigos aquí, me gustaría ser tu amiga."
El timbre sonó para volver a clase y me levanté rápidamente para salir. Pero ella me sujetó del brazo con fuerza y susurró:
Chica: "Espero que volvamos a estar juntos".
Casi salí corriendo. Al mirar atrás, vi su mano moviéndose como un fantasma esperando poseer a su próxima víctima.
Aquel momento quedó grabado en mi mente como un punto de inflexión; había algo inquietante en su mirada y en sus palabras que resonaba dentro de mí.
Mientras caminaba hacia casa ese día, no podía dejar de pensar en ella: en su sonrisa tímida y en cómo había iluminado un rincón oscuro dentro de mí. Pero también sabía que había algo más profundo detrás de esa conexión inesperada... algo que podría llevarme aún más lejos hacia el abismo del cual intentaba escapar.
Y así fue como comencé a darme cuenta de que hablar con ella no solo había sido un error; había sido el inicio de una serie de decisiones que cambiarían mi vida para siempre.
Con cada paso hacia casa, sentía que el peso del destino comenzaba a cerrarse sobre mí. ¿Qué pasaría si decidía buscarla nuevamente? ¿Y si ella era la clave para salir del caos en el que estaba atrapado? La incertidumbre se mezclaba con una extraña esperanza mientras mi mente giraba entre lo conocido y lo desconocido.