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5.2

Hari atrapó a Oliver cuando una mosca robot de aspecto grotesco salió del torbellino y se encaminó hacia el niño. De repente, decenas de moscas invadieron el cielo y con cada oleada de aire, derribaron árboles y destruyeron rocas. La furia era tal, que hasta cuartearon la tierra con el poder del viento. Oriol confirmó su teoría respecto al misterioso temporal que azotó la zona del rio. Aquellos eran los responsables de lo sucedido el día anterior.

El conejo robot formó una capsula circular de energía como escudo para proteger a su compañero humano. Las moscas se impactaron contra el cristal luminiscente con la intención de quebrarlo, ya que estaban decididas a derribar la fortaleza del histriónico. No les importó destruir sus cuerpos en el acto. Ellas tenían una misión y la cumplirían, aún, a costa de su existencia.

El perrito robot corrió de un lado a otro tratando de atrapar a las moscas. Ladró, pero la intensidad de su ladrido solo consiguió atontarlas por algunos minutos. No obstante, consiguió comprar tiempo suficiente para elevar su ametralladora por encima de su lomo. Aunque, algunas esquivaron los ataques del canino, consiguió ahuyentarlas mientras giraba en dirección a Hari.

En ese instante, Oriol formó una telaraña y la tendió entre las cortezas de dos árboles aledaños para atrapar a las moscas. La trampa funcionó. Un grupo de insectos quedaron inmovilizados. Del esfuerzo por zafarse de la telaraña, cortos circuitos eclosionaron dentro de los cuerpos negruzcos y deformes. Poco después, los motores también explotaron.

Más adelante, un enjambre robot salió del vórtice. Luego crearon un circulo encima del escudo del conejo y procedieron a zumbar al unísono hasta formar una manta de energía turbia, pero poderosa. Solo cuando alcanzó el punto de calor deseado, las moscas sincronizaron los movimientos de las alas y en un solo acto, arrojaron la manta hacia la cápsula.

En todo momento, mantuvieron la armonía del zumbido en relación a las acrobacias efectuadas a lo largo del cielo. En cuestión de minutos, el poder de las moscas logró agrietar la parte superior del caparazón. Poco a poco, Hari fue perdiendo fuerza provocando que el escudo interno también comenzará a fracturarse.

Oliver sabía muy bien que tenían los minutos contados. La energía del conejo robot comenzó a perder brillo. Ante la expectativa de quedar aplastados, Oliver, de manera involuntaria, dejó de respirar. Las punzadas de dolor resurgieron, primero en la mano derecha, luego en la izquierda. En consecuencia, la respiración del niño se tornó pesada, lenta y agonizante. El breve momento de alegría quedó sepultado ante la primera dificultad.

—¿Hari? Me siento mal —suplicó Oliver con una mano en su pecho y el cuerpo encorvado. No tenía caso ocultar su malestar si aquí no se encontraba su padre. En este lugar, decidió pedir ayuda mientras soltaba al robot y sus rodillas caían al suelo.

—¡RESISTE, NIÑO! — exigió el conejo quien se esforzaba por soportar las embestidas del enemigo. Los restos de las moscas comenzaron a formar un muro alrededor de la cápsula de energía impidiendo la vista hacia el exterior.

De pronto, Oliver escuchó una voz familiar que lo llamaba desde la distancia. Cuando levantó la mirada, descubrió que sus padres se localizaban a unos cuantos metros. Ahí estaban ellos, un hombre con entradas en la frente, que vestía una bata blanca y botas de seguridad industrial junto a una mujer que se parecía mucho a su madre. Ella tenía delicadas facciones adornadas por surcos de preocupación. Su cabello llegaba a los hombros, revuelto por los vientos huracanados.

El señor Tavares levantó el brazo como una señal para que Oliver lo reconociera. Por un momento, el niño contempló la idea de correr hacia ellos, pero enseguida recordó las palabras del conejo. Además, su padre jamás sonreía y mucho menos se mostraría amistoso en presencia de su hijo.

Por otro lado, Oliver y Emma son los únicos humanos en el mundo virtual, así que llegó a la conclusión de que la escena frente a él, correspondía a una alucinación.

— ¡Recuerda que nada es real, es producto de lo que quieres ver! — advirtió Hari que comenzaba a resentir los golpeteos despiadados de las moscas. El escudo estaba a punto de romperse debido al constante aplastamiento ejercido en su contra. Debajo del niño y del conejo, la tierra comenzó a hundirse hasta formar un socavón, mismo que aumentada de profundidad a medida que las moscas presionaban la protección de energía.

La mujer, parecida a Melinda, se arrodilló sin apartar la mirada de su hijo. Los ojos del niño se conectaron con los de ella y, en ese momento, el tiempo se detuvo. Sintió deseos de correr hacia ella y envolverla en un abrazo. Había pasado tanto tiempo desde que se vieron por última vez; la extrañaba y quería volver a casa. El niño estaba vulnerable y agotado por los dolores en su cuerpo, así que contempló la idea de seguir el juego de la dimensión, de caer en la trampa del mundo virtual y perderse en el engaño.

—¡OLIVER, VEN CON NOSOTROS! — suplicó la mujer devastada, de rodillas, pero con las manos extendidas para que el niño corriera hacia sus brazos.

El señor Tavares también se hincó. Enseguida alargó su mano izquierda sobre el hombro de su esposa para convencer al niño de que los eligiera.

«No luches más, ven con nosotros», escuchó la voz del hombre dentro de su cabecita adolorida.

Sin embargo, el rostro del individuo se volvió, por momentos, imperceptible. A ratos aparecía y desaparecía como si se tratara de una falla pixelada de un videojuego. Oliver sacudió la cabeza para despejar su mente y darle entrada a la razón y no al corazón.

Afuera de la capsula, la lucha se intensificó. Oriol desplazó sus cuatro pares de patas en línea horizontal. Con ayuda de los sensores de vista y de sonido, activó los segmentos velludos de cada extremidad y lanzó dardos punzo-cortantes hacia el enemigo en diferentes direcciones. Los proyectiles se impactaron contra las moscas dejando severos daños en cabezas y patas. Miles de insectos cayeron al suelo en medio de explosiones. Otras, continuaron en el cielo a pesar de estar mutiladas y con el exoesqueleto expuesto.

Durante el caos, un robot, de proporciones gigantescas, emergió del tornado y desfiló hacia el cielo. Las moscas formaron un circulo a su alrededor para desafiar las embestidas de la araña y defender a su líder.

El autómata gigante tenía una cabeza muy grande (para realizar amplios movimientos giratorios), pero su torso era muy pequeño y esbelto. Al igual que su batallón, sus alas estaban cubiertas por una fina capa de metal traslúcido, las cuales reflejaban los rayos provenientes del sol. Sus ojos eran cámaras de alta tecnología con visión sónica. A diferencia de los soldados, la mosca líder tenia uñas largas, gruesas y afiladas que parecían garras.

—EL NIÑO HUMANO, NO PUEDE ESCAPAR, ¡VAYAN POR ÉL! — rugió el monstruo en el centro de las moscas.

Cientos de robots zumbaron por los aires rumbo al escudo creado por el conejo robot.

—¡Hijo, por favor, regresa conmigo! No me dejes sola, ¡no me abandones! — suplicó la mujer hecha un mar de lágrimas. Ella se veía muy abatida y lamentable; tenía sus ojos hinchados de tanto llorar y las manos juntas como si fuera a rezar una oración.

—¿Mami? — llamó Oliver, asustado. Aunque no era la primera vez que veía a su madre en ese estado; era la primera vez que lloraba por él.

—Oliver, tratan de confundirte, ellos no son tus papás — insistió Hari consumido por la fuerza del enemigo. Las puntas de las orejas del conejo robot se chamuscaron debido a la energía que su núcleo medular disparaba hacia su cabeza. La cantidad de energía que Hari utilizaba era tal, que su piel se tornó opaca; se volvió del color de las rocas. El conejo estaba perdiendo su poder vital.

Oliver asintió. No obstante, alterado, se debatía sobre qué decisión tomar. Miró una vez más a su madre solo para descubrir que su padre ya no estaba en el lugar. Una prueba más del engaño. Así que, con todo el dolor de su corazón, se aferró al conejo. Aunque al principio, pensó en lo fácil que sería rendirse y escoger a su madre, pesaron más los momentos tristes y los fracasos escolares; las críticas y las miradas juzgadoras. Oliver no podía engañarse asimismo y hacer como que nada sucede. Entonces, apretó los ojos mientras se batía en duelo contra sus propios pensamientos.

«Papá te matará cuando se enteré que nunca llegaste al examen»

—Pero no fue mi culpa.

«Ya no podrás entrar a esa escuela»

—Lo volveré a intentar.

«No hay otra oportunidad, no tienes amigos, vives con miedo a que tu papá llegue a casa borracho, a que ofenda a tu mamá. ¿Esa es la vida que quieres?»

Oliver asintió y comenzó a llorar amargamente.

«Nunca serás el hijo perfecto que él quiere. Lo has decepcionado».

—¿Hari? —llamó la voz de una niña, frágil y sensible.

El sensor rastreador del conejo robot se activó al escuchar a su dueña, quien lo llamaba a la distancia. La última vez que se vieron, la energía almacenada por la subestación eléctrica chocó contra la tormenta magnética creada por Hari y la pequeña.

—¡Estoy aquí, amiguito! — gritó la niña, detrás de la corteza de un nogal.

—¿Emma? — llamó Hari. Su distracción provocó que dejará de suministrar suficiente energía al escudo. En consecuencia, se formó otra grieta.

Oliver no podía ver a la protegida de su amigo, debido a la espesa niebla que se estacionó alrededor de la cápsula y a la decena de cuerpos inertes. Hari deliberó sobre la información obtenida, tanto de los sensores como de su propio registro en la interfaz, para descubrir que el mundo virtual lo estaba engañando.

—¡Ayúdame, Hari! — insistió la delicada y fina voz de la niña que se asomaba a intervalos de tiempo, detrás del árbol.

—No. ¡No eres ella! — concluyó el conejo —ya sé quién eres. 

Aprovechando una distracción del enemigo, el robot araña se abalanzó contra las moscas posadas encima de la cápsula. Les clavó los segmentos velludos tanto en las pequeñas cabezas como en sus delgados cuerpos. Conforme las enemigas caían, la anatomía de Oriol se iba iluminando cada vez que absorbía la energía oscura de los cuerpos inertes. Dos moscas golpearon la cara de la araña, mientras que los demás insectos se concentraron en las patas del histriónico.

Oriol cayó boca arriba. Entonces, alargó las extremidades para anclarlas en la tierra y voltear su cuerpo. En pocos segundos, ya se encontraba de pie. Un comando retrocedió hacia el cielo, luego bajó en picada contra la araña. Querían derribarlo de nueva cuenta, pero el truco no les funcionó, debido a que Oriol lazó decenas de bombas contra el suelo. Decenas de explosiones levantaron muros de polvo sobre el fuego ocultando al arácnido.

Una cortina de humo se esparció en gran parte de la zona devastada hasta desaparecer la capsula junto con sus ocupantes. Mientras que, en el cielo, el ejército de los insectos comandados por su líder, formó una lanza de energía verde. Oriol elevó la cabeza sobre la línea del humo en el momento en que el arma de Bado apuntó en dirección a Hari. La araña robot dejo de atacar a las moscas y comenzó a correr hacia Oliver.

—Pequeño humano, la decisión está en ti. O vives o mueres — sentenció el autómata que comandaba al ejercito de las moscas.

Antes de llegar a la cápsula, Oriol activó su núcleo medular naranja con bordes oscuros generados por la energía que absorbió de los caídos. Sus patas velludas se volvieron más gruesas y puntiagudas; su cabeza y cuerpo aumentaron dos veces de tamaño. Esto mejoró su habilidad para soltar telarañas a diestra y siniestra contra los insectos que lo perseguían. A pesar de la intensa lucha que se suscitaba en medio del valle, nadie parecía tomarle importancia al violento tornado que, por momentos, parecía estático, pero que en realidad avanzaba a una gran velocidad.

Al otro lado de donde se encontraba el socavón, el perrito robot perdió su pata deforme luego de que varias moscas lo sometieran a una lluvia de dardos. Pronto, comenzó a surgir el humo desde el núcleo medular del canino, acompañado de chispas y cortos circuitos. El Robot Uno de Seguridad ladró en dirección de sus agresoras. El eco producido, era más débil, pero suficiente para ganar un poco de tiempo, levantarse y correr hacia la cápsula de Hari.

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